Por Emiliano Scaricaciottoli. A pocos días del Congreso partidario de Unidad Popular, el diputado nacional nos adelanta las perspectivas de Buenos Aires para Todos en la Capital y las causas de la rúptura del FAP.
– Contanos cuáles son los principales ejes de campaña de Buenos Aires para Todos para las próximas elecciones legislativas tanto en la Ciudad como a nivel nacional.
Nosotros vamos a retomar nuestras definiciones fundamentales, que tienen que ver con profundizar el proceso de democratización en la Argentina. Porque a diferencia de buena parte de la oposición conservadora para la cual el problema solo pasa por defensa de una república que, cuando gobernaron, estuvo vacía de contenido, para nosotros la democratización implica encontrar mecanismos de participación directa e indirecta de la población. Nos parece fundamental este tema en cuanto a definir la cuestión de la redistribución del ingreso, por ejemplo, o la libertad y la democracia sindical. El segundo punto es la recuperación del control sobre los recursos naturales en un doble sentido. En primer lugar, evitar los procesos de depredación ambiental, tanto en el terreno hidrocarburífero, como en el minero y como, incluso, la expansión sojera en el sector agropecuario. Pero, por otro lado, en tanto son recursos no renovables y de carácter escaso para quienes los controlan las rentas extraordinarias deben estar en manos públicas.
Es fundamental, la discusión en cuanto a la igualdad en materia social. Hay un estancamiento del empleo, del poder adquisitivo, sobre la base de avanzar en un conjunto de políticas de carácter universal. Un cuarto eje, no menor, es la integración regional, porque es una clave del despegue productivo y del proceso de reindustrialización del país. Democratización, recursos naturales, cambio productivo, igualdad e integración regional son las claves de nuestro debate. La solución no es el retorno al neoliberalismo de los ´90 sino la profundización de una experiencia política para profundizar, asimismo, el proceso de cambio en nuestro país.
En la Ciudad, observamos que el gobierno de Macri está decidido a transformarse en una banda capaz de confrontar con trabajadores, médicos, enfermeras, etc., pasando por encima de cualquier cosa, como sucedió con el Borda. Pensemos que esta Ciudad está atravesada por el negocio inmobiliario y la cementación progresiva. Con lo cual, todo tiende a agravarse porque no hay un eje de desarrollo productivo serio. Contando que esta Ciudad tiene el presupuesto suficiente que permitiría una estrategia de Ciudad integrada, más homogénea. De hecho, la propuesta sobre el sur es una estrategia que favorece la especulación inmobiliaria y fractura a la sociedad.
– ¿Qué caracterización hacés del kirchnerismo en la actualidad, como fuerza política y en el marco de las últimas medidas económicas? ¿Esa construcción política está en crisis?
La impresión que tenemos es que sí. De hecho en su discurso así se expresa. El gobierno cuando tiene que justificar algo lo hace por lo que hizo, no por lo que va a hacer. No se hace cargo de los problemas concretos de hoy, más allá de que uno pueda reconocer que hay avances respecto al pasado (pensando en el 2001/2002). El proceso de recuperación social se ha estancado. Las soluciones no aparecen. De hecho, buena parte de los problemas de siempre vuelvan a estar con nosotros. No hubo cambio estructural alguno. Estamos discutiendo nuevamente el tema de la deuda a partir del fallo del juez Griesa. Argentina ha pagado deuda de manera sistemática, y pese a esto los niveles de endeudamiento están en el mismo porcentaje que en el año 97/98 previa crisis de la convertibilidad. Y hemos ingresado en un nuevo ciclo de endeudamiento. Tenemos un déficit de diez mil millones de dólares. Lo mismo pasa con el tema de la puja distributiva con inflación, que hoy está sin resolver. Hoy en día tenemos una participación del sector industrial por debajo de la que teníamos en los ‘90. Otra vez sopa: no ha habido capacidad para encontrar mecanismo que organicen las bases del crecimiento económico. Hay un agotamiento del ciclo político y social del kirchnerismo. Y al mismo tiempo, porque su base estructural, el PJ, es un límite preciso para avanzar en el proceso de cambio.
– En ese sentido, ¿esa lectura tripartita del déficit: la industria, una balanza comercial negativa del turismo, y la crisis energética ha llevado a este gobierno a una importación desmesurada?
En realidad, el tipo de perfil de crecimiento que la Argentina tuvo en estos años bien podría ser caracterizado como un modelo hacia afuera y hacia arriba. Hacia afuera, de colocación en el mercado mundial de la base dominantemente primaria; y hacia arriba, abasteciendo el consumo superior, me refiero a consumo de altos ingresos. Eso hizo que tuvieran un papel muy relevante algunos sectores en la recuperación de la actividad económica, básicamente la automotriz e inmobiliaria. Y al mismo tiempo, un crecimiento de las importaciones que, en términos relativos, va por encima del crecimiento de la exportación. Era algo que no se podía sostener en el tiempo. Si uno dejaba la tendencia de las importaciones en la Argentina naturalmente iba achicando el saldo comercial y obligaba a pensar en un nuevo ciclo de endeudamiento. En ese movimiento se agregaron elementos más complejos que son resultantes del desastre en el terreno energético, acelerando los tiempos de las limitaciones en materia de divisas que nuestro país, a la larga o a la corta, iba a vivir, pero que se han objetivado más aun en la coyuntura.
– Dentro de todas las vulgatas kirchneristas hay dos muy particulares: una es la supuesta normalización de la situación respecto a los crecimientos salariales, y la otra, el argumento de que Brasil – nuestro principal socio comercial regional- crece a una tasa baja también.
Primero, lo que uno tiene que tener en claro es que el proceso de crecimiento desde 2002 comienza a complicarse en 2007. No hubo, en ese período, cambios cualitativos y cuantitativos en la tasa de inversión. La tasa de inversión no estaba en sintonía con un crecimiento del 8 % anual, y menos aun con las necesidades de cambio productivo. Cinco de cada diez dólares de inversión en nuestro país tenían que ver con el refugio especulativo que implicaba la inversión en ladrillos. Consecuentemente, a partir de allí, lo que tenemos en el centro del debate es la reticencia a la inversión de los principales capitales de la Argentina, que habiendo realizado excedentes extraordinarios no lo transforman en inversión. Desde 2007 se abre, entonces, un proceso de fuga de capitales y aumento de precios. Hemos ingresado en una fase de estancamiento. El tema de fondo es que no hubo ninguna reacción gubernamental respecto a cómo replantear el marco regulatorio. Comienzan a aparecer, por lo tanto, las diferentes señales de ajuste. Un ajuste de carácter inflacionario primero, luego en los Estados provinciales y un estancamiento en la creación de empleo.
– De alguna manera, la represión encubierta denunciada en el libro de Diego Rojas -por el asesinato de Mariano Ferreyra- en el ámbito sindical se replica o se refracta en un ajuste económico encubierto.
Claro. El ajuste comienza con el ajuste inflacionario. Hoy hay una destrucción del empleo formal privado, y creación de empleo informal en los Estados provinciales. En ese marco hay señales concretas de devaluación, no solo por el valor del ‘blue’ sino por la tasa de devaluación del dólar oficial. Y como contrapartida tiene un proceso institucional complejo que, ley antiterrorista mediante, Proyecto X, el caso de Neuquén, del Garrahan, represión ilegal, tanto en el caso de Ferreyra como en el avance de sojeros o mineros sobre campesinos y pueblos originarios, digo, hay un arsenal de cuestiones que muestran vestigios de lo que fue el terrorismo de Estado y que combinan la existencia de represión legal con represión ilegal.
– Al posicionamiento de Binner respecto a Venezuela respondiste que no era un límite o te convertirías en una “secta trotska”. ¿Qué lectura hacés de las nuevas declaraciones del líder del FAP a Radio América: “Las muertes en Venezuela son consecuencia de estos gobiernos populistas”? ¿Ese tampoco es un límite para la construcción política?
La alusión a la secta trotskista alude al comportamiento del trotskismo argentino. Hay ejemplos más gratos, como el del trotskismo brasileño. El problema no es Trotsky sino la corriente en la Argentina. Cuando Binner dijo que iba a votar a Capriles -ahí fue, de hecho, cuando respondí lo de la “secta trotska”- yo lo repudié, y además yo fui como parte de la delegación parlamentaria al funeral de Chávez. En realidad, cuando insistían en si esto implicaba una fractura, respondo: no da para tanto. Igualmente, estas otras declaraciones me parecen más graves por parte de Binner. Porque la experiencia que capitanea Capriles es el resultado de un intento de golpe.
– Hacia el interior del FAP, al menos en la Ciudad, se evidencia una ruptura, ¿verdad?
En la Ciudad no hay FAP. Básicamente, porque tanto Libres del Sur como el GEN y el Socialismo han decidido asociarse a la oposición conservadora. Para discutir una estrategia de superación al gobierno no creemos que el camino sean Prat Gay y la UCR ni tampoco Elisa Carrió. Me parece un disparate. Si fuimos parte del FAP a nivel nacional es porque entendemos la necesidad de crear un frente a la izquierda del gobierno nacional y eso fue lo que expresamos en 2011. El GEN, el Socialismo y Libres del Sur están desnaturalizando esa experiencia original del FAP. Pero vamos a continuar con la misma política frentista. A nivel nacional está todo abierto, digo, en cada distrito.
– El 31 de mayo Unidad Popular va a un Congreso.
Sí, no solo por las personerías, sino para definir esa política frentista, provincia por provincia, de la que te hablaba antes. El Congreso ratifica ese compromiso para articularse con el conjunto de las organizaciones populares. Está abierto el diálogo con Marea Popular, por ejemplo, con lo que ha quedado de Proyecto Sur, con el MST, y discutimos también con la disidencia del socialismo.