Por Pedro Perucca. La 65ª entrega de los premios Emmy, galardones para la televisión estadounidense, ofreció algunas sorpresas, derrotas inesperadas y premios muy repartidos para tratar de dejar a todos contentos.
La globalización, la inmediatez comunicacional y la impresionante maquinaria de penetración cultural yanqui ha hecho que estos premios Emmy que hace algunos años nos resultaban casi absolutamente intrascendentes hayan cobrado una dimensión, no digamos similar a la de los Oscar, pero casi. Gracias a internet y cientos y miles de usuarios que comparten y subtitulan casi en tiempo real los episodios de la TV del norte resulta que aquí estamos casi tan al tanto como los gringos de las viscicitudes de la familia Lannister, de Walter White o de Sheldon Cooper.
En fin. Lo cierto es que esta entrega de premios de este pasado domingo estuvo llena de sorpresas y algunos de los candidatos más fuertes se fueron con las manos vacías o con una cosecha mucho más pobre de lo esperada. La gran candidata de la cadena FX, American horror story: Asylum, que venía con impresionantes 17 nominaciones, se fue con tan sólo dos premios menores y a la maravillosa Game of Thrones de HBO le fue peor que a Rob Stark en la boda sangrienta: no consiguió ni una estatuilla de entre sus 16 nominaciones. Pese a las expectativas despertadas por las 14 nominaciones de House of cards, de Netflix, lo cierto es que tampoco se produjo el batacazo que muchos anunciaban, aunque el premio por mejor dirección de una serie dramática para David Fincher es significativo porque es la primera vez que una serie en soporte web se impone sobre alguna de sus hermanas televisivas. Las muy interesantes Boardwalk Empire y Homeland también se fueron con los bolsillos muchos más vacíos de lo que suponían antes de la fiesta, aunque ésta última puede ufanarse del premio a mejor actriz en serie dramática para Claire Danes, por su composición de la desequilibrada y brillante agente de la CIA Carrie Mathison.
La intensísima Breaking Bad, hoy en sus tramos finales, se impuso como mejor serie dramática, aunque su protagonista, Brian Cranston, no fue reconocido como mejor actor dramático, yendo sorpresivamente el premio para Jeff Daniels, por su rol en The Newsroom. Por suerte sí fue premiada la labor de Anna Gunn como actriz de reparto, por su composición de Skylar, la sufrida esposa de Walter White en Breaking Bad. En las comedias se impuso, como se esperaba, Modern Family, pero la hermosa colombiana Sofía Vergara fue postergada por cuarta vez como mejor actriz secundaria. La mejor actriz para una serie de comedia fue, con justicia, nuestra querida Julia Louis-Dreyfuss, por su papel de vicepresidenta en Veep, mientras que la estatuilla al mejor actor de comedia fue nuevamente para Jim Parsons, por su delirante doctor Cooper, en The big bang theory.
En cuanto a los premios a miniseries o películas para televisión, la sorpresa fue Behind the candelabra, la biopic sobre Liberace, que cosechó premios a mejor película y a mejor actor, por la composición de Michael Douglas del bizarro pianista de las lentejuelas.
En una ceremonia que fue definida en su discurso de aceptación del premio por Steve Levitan , productor ejecutivo de Modern Family, como el Emmy más triste de todos los tiempos, no podían faltar emotivos homenajes a los recientemente fallecidos Corey Monteith, de Glee, y James Gandolfini , el genial Tony, patriarca mafioso de The Sopranos.