Por Adriana Pascielli. Tomar un mapa, recorrerlo, reconocerse en el lugar. Las historias que componen la propuesta de Mujeres Públicas, una apuesta por transformar la vida cotidiana y recuperar desde el espacio público los símbolos de una lucha.
Esa tarde todas nos fuimos acercando para arrancar y redescubrir juntas lugares que nos sacan de los estereotipos de heterosexuales, madres, cuidadoras, sostenedoras y abnegadas reducidas a la vida doméstica cotidiana. La propuesta era conocernos desde el lugar público.
Marcha conversó con las Mujeres Públicas. “Se trata de una cartografía feminista atravesada por el afecto y la memoria, una celebración de momentos radicales de muchas mujeres y también de pequeños gestos de insurrectas que se atrevieron a interrumpir la vida cotidiana de la ciudad como terreno concreto donde transformar la vida”.
El mapa lo fuimos descubriendo con el relato de las vidas de esas mujeres que hizo Andrea Andújar, profesora de Historia de la UBA. Con la capacidad de contagiarnos las ganas de tener a cada una de ellas con todas nosotras, empezamos el recorrido. Queremos conquistar nuestro “lugar en el banquete de la vida” como decían las anarcofeministas del periódico La voz de la mujer a principios del siglo XX.
Arrancamos nomás con nuestro mapa en la mano, de casi dos metros de ancho por uno de alto, con esquinas, direcciones y hechos. Pero además con imágenes representativas de esas mujeres que “las Públicas” dibujan respetándonos como somos: caderonas, rellenas, tetonas, sin tetas, flacas, altas, petisas o retaconas, jóvenes y viejas, con y sin arrugas, teñidas, con o sin canas. En definitiva, diversas.
Pudimos redescubrir en sus lugares a muchas mujeres que hicieron la historia de nuestras luchas por los derechos invisibilizados y conquistados.
Libertad 1133, casa del Sr. Parker
Amelia llegó con su familia a nuestro país desde Cuba. A los 17 años entró a trabajar como operadora en la Unión Telefónica. Las mujeres jóvenes eran las preferidas porque la patronal se garantizaba pagar un salario muy inferior y condiciones laborales que mucho recuerdan a los precarizados puestos de trabajo actuales de los call center: no levantarse de las sillas para ir al baño sin que lo autorice el jefe, no conversar entre ellas y no casarse, motivos todos de despido si no se cumplía con la regla.
Muchas se casaban igual y en secreto, como Amelia que ocultó por 10 años su matrimonio hasta que su superior, el Sr. Parker, domiciliado en Libertad 1133, la despidió al corroborar con el Registro Civil. Por eso ella no dudó en dirigirse hasta la puerta de la casa de Parker y apuñalarlo el 24 de agosto de 1921.
Amelia se pregunta: “¿Era delito haberme casado?, ¿No valían nada catorce años de empleada ejemplar? Lo lastimé y pagué por eso, pero no fue en vano: al poco tiempo, para trabajar en la Unión Telefónica ya no fue necesario ser soltera. ¿Feminista yo? ¿Porque estoy en este mapa?”
Quién sabe Alicia este país
Alicia sueña un país maravilloso. Allí las mujeres gozan de iguales derechos que los hombres; se les respeta una jornada de trabajo de ocho horas, tienen licencia para amamantar, guardería y pueden embarazarse sin temor a perder el empleo. En ese país, ellas participan en política y eligen a sus representantes.
La doctora Moreau sueña sueños de muchas, más grandes que una avenida propia en un barrio para pocos como Puerto Madero. Además de luchadora por el sufragio femenino, peleó junto con Cecilia Grierson para conquistar como mujeres un lugar como graduadas universitarias.
Hoy en Esmeralda 983 se lee: Alicia Moreau (1885 –1986). Allí funcionó su consultorio ginecológico.
Mujeres todas, concurrid al ensayo de votación
7 de marzo de 1920. Tiene la idea fija del sufragio femenino. Julieta se la cree. Harta de la discriminación, convencida del derecho a la igualdad jurídica, ella invita a jugar y unas cuatro mil simuladoras aceptan concurrir a mesas de sufragios que se colocaban en la Plaza Flores. No faltaron a la cita ni Julieta, ni Alicia ni Cecilia. Juegan en serio al cuarto oscuro y a las urnas.
Ese acto verdadero es el principio y en el recorrido pasamos por la puerta de su casa en Suipacha 782, donde funda la Liga Nacional de Librepensadoras junto a María Caminos, Cármen González, Josefina Durbec Routin, M. José González, Juana Cassini e Isabel Creus, entre otras.
Las apologistas
Celebran su existencia en fascículos por entregas nombrando lo que palpita: apremia conocer, pensarse y divulgar. Son feminismo descarado de sábado por la noche que denuncia al patriarcado en acción callejera. Se las conoce como apologistas del amor entre mujeres, apasionadamente lesbianas.
La esquina donde se paraban realizando con sus manos el signo de las mujeres, era la de Lavalle al 800, conformándose en 1986 como Grupo Feminista de Denuncia y publicando entre el 87 y el 92 los Cuadernos de existencia Lésbica. Entre ellas estaba Ilse Fukova, invitada a almorzar con Mirtha Legrand a quien se le atragantó la comida cuando Ilse se definió como era: lesbiana.
Dos piezas históricas: primer congreso y primer encuentro
Pieza arqueológica: Primer Congreso Femenino Internacional.
Cronología: hacia 1910 d.C.
Materiales: sectores medios y universitarios
Cultura: colectivismo de género entusiasta con base maternalista.
Características: denuncia la inferioridad jurídica de la mujer; reclama derechos sociales, defiende la salud de la madre y el niño; condena la educación confesional; discute el derecho al voto y el divorcio vincular.
Allí se lee: “Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina. Sesionó en Cuyo 1356 (hoy Sarmiento) del 18 al 23 de mayo de 1910. SARMIENTO 1364-70-72-76-82 “Unione Operaria Italiana”
Primer Encuentro Nacional De Mujeres
Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551, 23, 24 y 25 de mayo de 1986
La ginecocracia es horizontal: nadie por arriba, nadie por abajo. Miles codo a codo o a los codazos, todas distintas, autoconvocadas. Viajan desde lejos para tratar asuntos de mujeres. Traen ambiciones político-turísticas, ideas, problemas y ganas. Tres días locos para conocer/se, discutir y emprender nuevos proyectos. Revolucionadas, con nuevas amigas halladas, enemigas íntimas y, quién te dice, novia, se despiden para volver a reunirse multiplicadas, el año que viene, en otra ciudad y a la misma hora.
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