Por María Paula García. Daniel Filmus se refirió a las mujeres “ni-ni” y a la Asignación Universal por Hijo. El candidato kirchnerista desató una polémica. La mirada feminista sobre la cuestión y los lugares comunes en los que cae el sociólogo, ex ministro, que se propone para llevar adelante políticas públicas.
Días atrás, el candidato a senador Daniel Filmus del Frente Para la Victoria (FpV) afirmó en un almuerzo en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas: “En los años 90 los ni – ni (jóvenes que ni trabajan ni estudian) eran jóvenes que estaban en la calle, marginados; mientras que hoy son principalmente madres jóvenes que gracias a la Asignación Universal por Hijo (AUH) están en el lugar donde tienen que estar, cuidando a los chicos porque tienen recursos”.
La declaración causó un revuelo enorme y recibió críticas de diferentes sectores, en especial de aquellos ligados a la educación y al feminismo. Tal es así que se vio obligado a salir a aclarar lo que, en su opinión, había sido malinterpretado. Sin embargo, su intento de explicar qué quiso decir en el programa de TN “Código Político”, más que aclarar oscureció. Y bastante.
Cuando Julio Blanck le preguntó en referencia al tema, agregó: “Me expresé mal y tal vez no se entendió. Es verdad que aumentaron los ni –ni, ¿pero eso es una buena o una mala noticia? Existen 86 mil mujeres y 14 mil hombres jóvenes que no trabajan ni estudian. ¿Quiénes son esas mujeres? Muchas son madres adolescentes que tenían un trabajo precario sin asignación familiar, y que ahora que tienen la AUH pueden decidir. Esto es un avance. ¿Están haciendo una tarea importante? Sí, están haciendo una tarea importante, socialmente necesaria. Lo digo como sociólogo”.
Las afirmaciones de Filmus son en verdad tremendamente polémicas. Y ello va mucho más allá de su carácter de candidato a senador por el oficialismo y de la discusión acerca de si se avanzó o no se avanzó en tal o cual cuestión en la última década. La preocupación por sus palabras se desprende fundamentalmente del hecho de que se trata de alguien que ha sido ministro de educación y coautor, junto con Néstor Kirchner, de la ley Nacional de Educación del 2006. Que un político que ha sido y se propone continuar siendo diseñador de políticas educativas y públicas en general sostenga este tipos de concepciones es preocupante. Y los aspectos desde los cuales polemizar son diversos.
En primer lugar, efectivamente el trabajo de cuidado familiar que realizan las mujeres es una tarea socialmente necesaria. Lo que sería necesario aclarar es para quién. Y en este sentido la teoría feminista ha echado luz al respecto: las tareas de reproducción de la familia por parte de las mujeres son socialmente necesarias para el capitalismo que se beneficia de esa explotación, no para las mujeres. Justamente, el hecho de que sean muchas más mujeres que hombres las que ni trabajan ni estudian, y que casi la totalidad de ellas lo haga porque cuidan a sus hijos, más que hablar de los beneficios de la AUH y de libres elecciones, expresa una desigualdad enorme entre los géneros.
Frente a dicha desigualdad sería bueno preguntarle al ex ministro de educación, ¿Nos adaptamos a que las madres adolescentes no trabajen ni estudien o nos dotamos de políticas públicas tendientes a transformar esa realidad? ¿Cuánto tiene esto que ver con la escasa o nula aplicación de los contenidos de la Educación Sexual Integral en las escuelas? Y más aún, ¿Cuánto tiene que ver esto con la falta de jardines maternales y de educación inicial de gestión estatal en las zonas más necesitadas de la CABA y el Gran Bs. As? Afirmar que estas mujeres, en realidad las de los sectores populares que son las que reciben la asignación, “eligen” vivir con $460 por hijo porque tienen recursos aparece como una explicación bastante indignante.
Sin duda que no se trata de poner en cuestión a la AUH, la cual es una política pública altamente necesaria y que cuenta con requisitos más que reivindicables: que los menores por la cual se la perciba estén escolarizados, que se realicen controles periódicos de salud y cumplan con el calendario de vacunación. De lo que se trata es de visibilizar las concepciones de género que subyacen en el fondo de estas políticas, muchas de las cuales parten de una concepción de la ciudadanía que eclipsa el lugar de las mujeres y sus derechos detrás del bienestar futuro de sus hijos.
Son muchas las voces que vienen planteando que la AUH no aunada a políticas que les permita a las mujeres plantearse estrategias para cambiar las relaciones tradicionales de género, las sigue ubicando indefectiblemente en el lugar de madres y responsables del cuidado familiar.
En este sentido, que las mujeres permanezcan o hayan vuelto a la esfera privada no puede ser jamás considerado un avance. Más aún en el caso de las jóvenes y las adolescentes de los sectores populares, porque las coloca en un lugar de inferioridad para la participación política y social.
Las políticas con perspectiva de género que se vienen proponiendo como necesariamente unidas a otras como la AUH son diversas. La implementación de mayor cantidad de espacios de cuidado infantil desde los primeros meses de vida, la promoción de responsabilidades familiares compartidas o la capacitación y microcréditos para que las mujeres accedan a posibilidades laborales no precarizadas son algunas de ellas. Sólo en este caso las estadísticas estarían verdaderamente mostrando pasos hacia adelante.