Por Iván Soler. Febrero es un mes de inflexiones para la Revolución Bolivariana. El 2 y 4 de febrero marcaron a fuego la historia. 7 años entre el intento de copamiento a Miraflores y la primer llegada a la presidencia en elecciones, de la que pasaron ya 14 años.
No podríamos entender los 14 años de Hugo Chávez al frente de la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela sin reflexionar acerca de un proceso en todo el continente latinoamericano que encontró su cauce ese 2 de febrero.
Y decimos “encontró su cauce”, no eligiendo otro concepto. Es fundamental diferenciar esto. El proceso de la denomidada “Revolución Bolivariana” no comenzó, puntualmente, el día que Hugo Chávez pronunció su juramento sobre esa “moribunda constitución” que reviviría luego, tras un ejemplar proceso constituyente, con sus páginas bañadas en nuevos derechos para los trabajadores, niños, campesinos, mujeres, pueblos originarios y todo tipo de grupos duramente oprimidos e invisibilizados durante largas décadas.
Es central pensar el proceso como el punto donde se encauzaron múltiples experiencias que se fueron dando años atrás. Experiencias de un pueblo que salía a las calles a protestar contra un sistema político ilegítimamente representado por el puntofijismo, una alianza principalmente formada entre dos de los partidos políticos más poderosos, el Copei y la Acción Democrática, firmado en 1958 luego de que el pueblo venezolano derrocara la dictadura de Pérez Giménez. Este pacto tenía por objetivo mantener la sostenibilidad y constitucionalidad tras el retorno a la democracia, pero en la realidad abrió paso a un virtual bipartidismo, y el nacimiento de la IV República, el proceso de extranjerización y entrega de la soberanía económica y política a los Estados Unidos, con la conocida utilización de la abundante renta petrolera en beneficio de la oligarquía, sostenida por una represión constante.
Durante los años siguientes al pacto puntofijista, el boom petrolero le generó grandes rentas a la oligarquía venezolana, que lejos de distribuirla en todos los escalones de la sociedad, no dudaba en concentrarla entre unos pocos. Sin embargo, la economía empezó a estancarse, por lo que se optó por devaluar la moneda venezolana en 1983, y tras esto se adoptaron medidas anti-crisis que generaron gran descontento entre los venezolanos. Sería en 1988 cuando Carlos Andrés Pérez, candidato de la Acción Democrática, retomaría el mando del poder y adoptaría drásticas medidas de apertura económica, recetadas por el FMI. Algunas de estas medidas fueron el incremento de servicios como agua, teléfono, gas y luz, aumento del 100% de la gasolina durante tres años, eliminación de los aranceles de importación, liberación de precios de todos los productos exceptuando algunos pocos de la canasta básica, etc. Medidas drásticas para una población donde casi el 70% de los niños estaban por debajo del nivel de pobreza y casi el 14% de la población total estaba en la indigencia, según datos del propio diario El Universal.
Las protestas no tardaron en llegar. Miles de venezolanos salieron a las calles durante dos de los días más convulsionados de la historia del país. No se registraron cifras oficiales de la represión, pero nunca se habla de menos de 4000 víctimas de la brutalidad militar. La consecuencia directa de la manifestación fue la posterior ruptura del partido Acción Democrática, el rechazo del paquete de medidas y la destitución años después de CAP tras un juicio político.
Sin embargo, una de las consecuencias más significativas fue el intento de golpe de Estado de febrero de 1992.
El entonces Teniente Coronel Hugo Chávez se sublevaba contra Miraflores, articulando allí, en esa pieza de la historia, los hechos del Caracazo en el pensamiento político del pueblo. A partir de allí en los pasillos de los barrios de Caracas, en las aulas, en los puestos de trabajo se empezó a hablar de política. De legitimidad. De la falta de legitimidad. De Chávez. De un Teniente Coronel que aceptó pagar por su rebeldía en el cuartel San Carlos, pero jamás arrepentirse de ella. Tras su liberación dos años después, Chávez emprendió su largo camino hacia la final conexión entre un líder popular y su pueblo. Finalmente en 1998 se presenta a elecciones al frente del Movimiento V República. Yurlén Roldón, venezolana internacionalista y diplomática, cuenta que cuando vio por primera vez a Hugo Chávez Frías aquel año electoral de 1998 “sintió estar viendo a la historia a la cara”.
Finalmente el MVR -dentro del frente Polo Patriótico- ganó las elecciones del 1998 con el 56% de los votos. Hugo Chávez asumió ese dos de febrero con una Venezuela con el 80% de la población bajo la pobreza. Hoy en día ha bajado a menos del 10% de acuerdo a cifras reconocidas internacionalmente. Tras el mencionado juramento sobre esa “moribunda constitución” convocó a una Asamblea Nacional Constituyente donde se establecen elementos centrales para la construcción del Poder Popular. Luego de ser redactada y aprobada por el 71,78% de los votantes, se incluyeron derechos históricamente ignorados, como el derecho a huelga, la inclusión constitucional de la figura de consejos comunales, el referendum revocatorio (al que Chávez se sometió y salió victorioso), los derechos del niño, la prohibición de la esclavitud y servidumbre, el derecho a una vivienda “adecuada, segura, cómoda, higiénica, con servicios básicos esenciales”, etc. Elementos básicos en la constitución de cualquier nación soberana, han sido ignorados históricamente por gobernantes adictos a la servidumbre de los poderes de facto, generalmente extranjeros.
Podríamos mencionar numerosos datos, cifras, hechos concretos alrededor de los logros del gobierno bolivariano. Pero algo es claro, y se destaca por su influencia fuera de los límites de la propia Venezuela: se vuelve a poner sobre la mesa el debate sobre un conjunto de países que formen un todo y tracen un destino en conjunto. La geopolítica es una pieza fundamental en este engranaje que, desde 2006, denominamos Socialismo del Siglo XXI. La cooperación entre los países sudamericanos, con Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador a la cabeza, supone una revancha histórica tras años de hegemonía neo-liberal. Sin embargo, lo más loable, lo que sin dudas resalta de estos 14 años de gobierno, con un golpe de Estado en 2002 incluido, valientemente enfrentado y derrocado por el pueblo en 48 horas, es el haber revivido la historia. Ese fin que ya habría miserablemente pronunciado aquel pobre agente del tecnocracismo neoliberal que es, o fue, no importa, Francis Fukuyama. Hugo Chávez volvió a parir esa historia. Nos devolvió esa otra vía que es el socialismo, y con sus manos y la de todos volvió a construir una alternativa ante el patronato ilegítimo de la oligarquía y el mercado. El pueblo venezolano, con Hugo Chávez, volvió a insertar a la economía, sin la primacía del mercado, en la historia, y someterla a la voluntad de los humildes. Hugo Chávez, en estos 14 años, nos demostró que los pueblos todavía podíamos volver a tomar el cielo por asalto.