Después de una escalada de violencia que lleva varios muertos y de un éxodo de 33 familias desde que empezó el año, el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, anunciará -junto al intendente de la Matanza, Fernando Espinosa- el envío de 160 gendarmes para militarizar, junto a otros dos barrios, la villa San Petersburgo.
El domingo 13 de abril, a las diez y media de la mañana, una patrulla de Gendarmería detuvo su marcha junto a Gladys, una vecina, en la calle Gaboto, a la entrada de la villa San Petersburgo, en la localidad de San Alberto, partido de La Matanza.
“Deciles a los pibes que miren bien el color de esta patrulla, no es azul” -le avisó uno de los gendarmes- “ahora vamos a andar nosotros por acá; deciles que se acabó la joda”. Después siguieron camino, doblaron por Rucci y ya no se los vio.
Media hora después estalló la guerra. Duró doce horas. Y dejó dos muertos, dos heridos y hubo 143 disparos.
La mañana del lunes empezó el éxodo. 33 familias -de las poco más de 500 que ahí viven- dejaron San Petersburgo. Como ya había pasado un mes antes, cuando una banda fuertemente armada mató de 108 tiros y decenas de puñaladas a Javier “el Tuerto” Villagra y aterrorizó a vecinos, amigos y familiares durantes las horas siguientes. Esa vez 30 personas dejaron sus casas, el barrio. Los familiares de Villagra le ponen nombre y apellido a la banda.
“Los pocos chicos que vinieron a la escuela”, señaló en charla con Marcha Cristina, directora de una de las escuelas de la zona, “jugaban a la payana con los casquillos que juntaban por el camino”.
San Petersburgo es uno de los barrios más picantes de la Provincia de Buenos Aires. 34 tiras con 16 casas por tira. Pasillos angostos por los que no camina ni la policía provincial ni la vecinal.
Hace años que hay una interna entre Los de Adelante y Los del Fondo, divididos apenas por una calle, pero también por la historia y los negocios. En la batalla del domingo 13, miembros de estas dos bandas que acababan de dejar la cárcel se enfrentaron una vez más. Hubo un muerto por bando: Carlos Bazán, de 41 años, y Ramón Gómez, de 48.
Los de Adelante son los que llegaron con el planeado Núcleo Habitacional Transitorio -para un máximo de dos años- en 1971, durante la dictadura de Onganía. Los del Fondo fueron instalándose después, de una manera más desorganizada.
“Adelante es más común el robo y en una época los secuestros”, señaló Tito, vecino y remisero, “en cambio en El Fondo, el negocio es más el robo y el desarme de autos. Pero con el tema de los desarmaderos hay una disputa territorial, también”. “Unos tienen más relación con el punterismo político y los otros son más producto de la marginalidad”, agregó Pablo Pimentel, miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
Hace unos años el puntero político del barrio, el Gordo Lizarraga, acusado por algunos vecinos de narco y de proteger -y proveer de armas- a jóvenes delincuentes del barrio, tuvo que irse después de que lo tirotearan y prendieran fuego el club que usaba como base de operaciones.
Desde entonces, el incendio de casas como forma de echar a alguien de San Petersburgo se hizo más y más común. También los éxodos. Hay, tanto en tanto en el Fondo como Adelante casas vacías, incendiadas y algunas demolidas.
“Las familias se van a lugares donde a veces van a estar peor, pero lo hacen porque tienen que salvar la vida”, sostuvo Cristina.
“Hay quienes tienen su casa vacía”, contó a Marcha un vecino de 30 años que siempre vivió en El Fondo y trabaja en una de las cooperativas de la zona, “y están viviendo en la calle con sus hijos porque no tienen a dónde ir, pero no pueden volver. Da bronca”.
El de las últimas semanas fue el éxodo más masivo. Y la policía dejó de entrar al barrio.
“A mi me dan una nueve y ellos me tiran con FAL”, repiten los policías. “Ellos tienen el poder de fuego, no nosotros”.
Mientras tanto, hace una semana apenas, a poco más de un mes de la masacre y del éxodo, cerca de las ocho de la mañana los padres de San Petersburgo tuvieron que salir corriendo a buscar a sus hijos a la escuela entre las balas, cuando un nuevo tiroteo rompió la mañana.
-“En cuanto venga Gendarmería las familias van a empezar a volver”– nos dijo Marcos, que lleva más de 40 años en el barrio.
Gendarmería ya tuvo control territorial sobre San Petersburgo en el marco del Operativo Centinela en 2011, pero se retiró cuando el Ministro del Interior decidió concentrar la seguridad en las estaciones de trenes.
Marcos agregó: “La Gendarmería actúa de una manera más violenta, por eso los respetan. Después de las diez de la noche no queda nadie en la calle. Si ven un grupito de pibes sentados en la calle los sacan a patadas. ‘Vamos, vamos, a casa’, les dicen y los agarran a patadas. Incluso a nosotros mismos, todos tipos grandes, gente de trabajo: estábamos en la canchita un domingo a la tarde, jugando a la pelota, tomando unas cervecitas, y nos vinieron a echar de mala manera”.
Viviana, docente en una de las escuelas del barrio desde hace 25 años, coincidió con Marcos: “Sólo con Gendarmería van a volver las familias que se fueron y los chicos a la escuela”.
Será entonces a partir de este jueves cuando algunos de los 160 gendarmes que estarán asentados en tres bases en el distrito (una será San Petersburgo), de a cinco o seis en cada una de las camionetas nuevas compradas a tal fin por el municipio, vuelvan a patrullar las calles del barrio.