Por Pablo Gandolfo. Estados Unidos obtiene derrotas en su política exterior a lo largo y ancho del mundo y los desafíos se multiplican a una velocidad llamativa. Griesa pretende ajustar las tuercas y en lugar de reverencia cosecha travesuras. En su etapa declinante, al mas taura cualquiera se le pianta.
El gobierno argentino demostró en los 11 años que lleva gobernando, probada vocación de zigzagueo (o inconsistencia), con preponderancia de política concreta a la derecha y gestos para la tribuna en la izquierda. No siempre claro, algunas veces también fue al revés.
Es materia debatible si el bocado fue mas amargo o mas dulce. Lo que no se presta a discusión es que el gobierno, que carece de estrategia en grado absoluto, tanto en el orden interno y mucho más en la política internacional, no tuvo ninguna intencionalidad de aportar a la construcción de un orden mundial distinto.
Ahora bien, así como la política estadounidense en Ucrania condujo a Rusia a solidificar su alianza con China (una verdadera tragedia para EEUU), la disputa con los fondos buitres está empujando a Argentina a participar de iniciativas con los BRICS, con una asiduidad mayor a la del zigzagueo habitual.
En pocos meses se sucedieron las visitas de Vladimir Putin y Xi Jinping con los acuerdos correspondientes; el paso de Cristina por Fortaleza para la cumbre de los BRICS y un eco que resuena señalando a la Argentina como próximo integrante; la votación en la ONU para regular las reestructuraciones de deuda y los discursos en Naciones Unidas en un tono extrañamente duro en temas hipersensibles para la Casa Blanca como el terrorismo, Irán, Siria y el Hezbollah (el zigzagueo allí se cumplió perfectamente votando con Estados Unidos en las resoluciones).
En su paso por Argentina, Xi Jinping firmó el acuerdo más importante al habilitar un swap para respaldar las agonizantes reservas del Banco Central.
Menos estratégico pero simbólicamente muy relevante, Putin firmó un acuerdo para introducir a la cadena Russia Today, uno de los mejores medios informativos del mundo, en la Televisión Digital Abierta. De ese modo, esa señal logra un alcance potencial en el país mucho mayor al de la CNN.
Decenas de acuerdos de tónica similar, que pudieran molestar a la potencia del norte, fueron firmados y luego cuidadosamente cajoneados o boicoteados desde el propio gobierno durante estos 11 años. Hubiera podido suponerse que ese mismo destino tendría ese acuerdo, pero no fue el caso. En menos de 2 meses, ayer se realizó el anuncio oficial en teleconferencia con Vladimir Putin, quién es por estas horas para el Departamento de Estado, la encarnación en versión terráquea de Belcebú. ¡Y el gobierno argentino aparece impulsando semejante cosa!
Todo esto ocurre, cuando la hoja de ruta programada por el gobierno meses atrás iba en dirección inversa: arrojarse en brazos de Estados Unidos y el sistema financiero mundial, honrar el statu quo y atraer dólares para campear la llegada a diciembre de 2015. Para eso arregló pagarle a Repsol todo lo que pedía y al Club de Paris más de lo que pedía. Si bien la disputa de fondo culminará pagándole a los fondos buitres lo que piden (a quién nos desafíe apostamos 10 a 1 que ese será el ominoso final) ese camino fue momentáneamente interrumpido por los fallos de Thomas Griesa.
Con buenos motivos, el gobierno argentino está enojado por la postura estadounidense que permite a un oscuro juez municipal de Nueva York manejar la política exterior de la declinante pero aún mayor potencia mundial. Griesa ajusta las tuercas, y arroja a la Argentina, más allá de su voluntad, en los brazos de Rusia y China. Lo interesante, es que 10, 15 o 20 años atrás, estas travesuras hubieran sido impensables. No es un gobierno revolucionario quien se pianta. En la etapa declinante del imperio, cualquier cacatúa se cree con la pinta de Carlos Gardel.