Por Marco Teruggi. Ayer comenzó un día histórico en Guatemala: la primera audiencia para juzgar por genocidio al ex presidente golpista Efraín Ríos Montt y su jefe de inteligencia, José Rodríguez Sánchez.
La organización de derechos humanos HIJOS Guatemala, manifestó a través de un comunicado que: “El inicio del juicio por genocidio es un momento histórico que como sociedad guatemalteca nos abre la posibilidad de generar en lo urbano un debate sobre lo sucedido en los 36 años de guerra y sus consecuencias en el país”.
Es que Ríos Montt es parte de los largos años de terrorismo de Estado que sufrió el pueblo guatemalteco. Una historia que comenzó con el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz en 1954 y se convirtió en conflicto armado entre 1960 hasta los acuerdos de paz firmados en 1996 entre el Estado y las organizaciones armadas nucleadas en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Una historia que tuvo como saldo final 250.000 muertos.
Estos acusados son juzgados por los actos cometidos entre marzo de 1982 hasta agosto de 1983, período en que Ríos Montt gobernó el país luego de derrocar al general Romeo Lucas García. Los hechos con los que la fiscalía los acusa son: asesinato de al menos 1.771 personas de la etnia maya Ixil, que residían en las comunidades de San Juan Cotzal, San Garpar Chajul y Santa María Nebaj en la zona del Quiché, un lugar recordado como “el Quiché rebelde”.
El fiscal Orlando López explicó en el juicio cuáles serán los argumentos que expondrá para demostrar los delitos de genocidio y de crímenes de guerra con que se imputa a los acusados. También se refirió a los sobrevivientes y a las víctimas del pueblo Ixil, agradeciéndoles “por haber esperado a que este día llegara para que se hiciera justicia, se inicia hoy una de las fases más importantes en relación a los hechos que ocurrieron hace 30 años”.
La agrupación HIJOS Guatemala afirmó acerca de este momento que se abre que: “Es un juicio que como sociedad nos permite discutir sobre el racismo, el clasismo, y cómo el poder se ha valido históricamente de la fuerza para imponerse como trató de hacerlo con el pueblo Ixil”.
La historia de la guerra en el “país del maíz” tuvo con el Gobierno de Ríos Montt el inicio de una nueva estrategia para combatir a las fuerzas insurgentes agrupadas en la URNG: la de la tierra arrasada. El Estado contó con un apoyo militar y económico del Gobierno de Reagan en los Estados Unidos, quien encabezaba las contrainsurgencias en los países de Centroamérica, específicamente en Guatemala, El Salvador -contra el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional-, y Nicaragua -contra el gobierno popular del Frente Sandinista de Liberación Nacional-.
La estrategia de la tierra arrasada fue un método de contrainsurgencia que se valía de la idea de que al no poder el Estado terrorista destruir a las organizaciones guerrilleras entonces debía terminar con las bases de apoyo de la URNG. Si la URNG era el pez en el agua, retomando aquella idea de Mao Tse-Tung -ahora contra el pueblo-, entonces debían quitarle el agua. Esto significó el exterminio de aldeas enteras, violaciones, torturas, asesinatos en masas, un genocidio.
La base de apoyo de la guerrilla estaba compuesta centralmente por los pueblos mayas. Esto significó entonces la masacre de las poblaciones, la formación por parte del Estado de las denominadas “aldeas modelos”, que eran centros de detención donde reunían a los sobrevivientes. Se cruzó entonces la guerra contra la URNG con el intento de terminar con las comunidades mayas -su cultura oral, su economía comunal, su cosmovisión-, “racismo y clasismo” como sostiene HIJOS Guatemala.
El comunicado de esta agrupación plantea por último que este juicio que se inicia sirve “así mismo, para comunicar quiénes son los sobrevivientes del genocidio y las razones de por qué lo sucedido, por qué del despojo, por qué de las desapariciones, por qué de la violencia”.
Se trata entonces de un juicio largamente esperado por los sobrevivientes, por el pueblo guatemalteco y las diferentes organizaciones populares. Tal vez el número de 1.771 casos para una historia que cuenta con 250.000 muertos pueda parecer menor. Pero es la oportunidad de comenzar a tejer un camino de justicia, de reconocer que existió un genocidio, de pensar los próximos pasos en el camino de memoria, verdad y justicia. Un recorrido que deberá ir de la mano con el reconocimiento de los derechos de los pueblos mayas, de su cosmovisión, de comenzar a saldar las deudas sociales que al día de hoy siguen pesando sobre el “país del maíz”.
Marco Teruggi es autor de http://americasurrealista.blogspot.com/