Por Anna Maria Merlo, desde Francia. Había una vez un proyecto, que algunos definían una utopía, de una Unión Europea que prometía bienestar tras garantizar la paz en el viejo continente, agotado por las guerras intestinas.
Había juntado, con los años, 27 países, con agrandamientos sucesivos extendidos a los países de la Europa del Este. Pero, paradójicamente, justo en el día en que el vigésimo octavo estado -Croacia- firmó el tratado de adhesión para convertirse en miembro a partir de julio de 2013, esta construcción se quebró.
Abatida por ‘momentos viriles’, como cuentan oídos indiscretos que asistieron a las casi diez horas de negociaciones, la Europa de los 27 se escindió en una estructura de ’17+’. Es decir, los 17 países adheridos al euro, presionados por la crisis y las amenazas a la sobrevivencia de la moneda única, aceptaron someterse al rigor de los balances y a las sanciones automáticas para los países transgresores, impuestas desde Berlín y tragadas con esfuerzo por París. La UE entonces no tendrá un nuevo tratado, como hubiese querido la mandataria alemana, Angela Merkel, porque el primer ministro británico, David Cameron, amenazó con vetar la iniciativa en nombre de la defensa de los intereses financieros de la City londinense. Habrá, para marzo, un acuerdo intergubernamental, firmado por los 17 y ‘abierto’ a todos los demás países que quieran entrar. Seis de los que no adoptaron el euro, con Polonia a la cabeza, ya aseguraron su adhesión, porque cuando entraron a la UE aceptaron ‘el paquete entero’, que los llevaría a tener la moneda única una vez en condiciones de respetar los parámetros del tratado de Maastricht. Hungría, en un primer momento muy reticente, atenuó su postura al amanecer. Según un comunicado de la presidencia del Consejo de la Unión, “los jefes de estado y de gobierno de Bulgaria, Dinamarca, Hungría, República Checa, Letonia, Lituania, Estonia, Polonia, Rumania y Suecia evocaron la posibilidad de alcanzar este proceso luego de las consultas con los respectivos parlamentos.” Pero este auspicio queda en la niebla. ¿Dinamarca renunciará al opt out monetario que había obtenido, como Gran Bretaña? ¿Suecia, que renunció a entrar en el euro aún cumpliendo los parámetros de Maastricht y rechazó la moneda única a través de un referendum en 2003, qué hará? Hungría y República Checa siguen dudosas. David Cameron está convencido de que Gran Bretaña no está aislada. “La influencia británica en la Unión Europea será preservada”, afirmó luego de haber tomado una “decisión difícil, pero buena.”
Una Europa a diferentes velocidades está en marcha. Una ‘Europa á la carte’, como subrayó William Hague, ministro de relaciones exteriores británico. Está el núcleo duro del euro, que no puede hacer otra cosa que apretar el cinturón. La participación de los ‘+’, además de los 17, aún está por verse. ¿Qué rol tendrá la Comisión Europea -y la Corte de Justicia- con respecto al nuevo tratado intergubernamental, cuando Londres se obstina a decir que no a cualquier uso de las estructuras comunitarias para gestionar el euro?
Mientras tanto el ‘eurogrupo’ tendrá un secretario permanente. Los 17 se estructuran, solos. Y aún queda definir el rol de la asociación que tendrán el parlamento europeo y los parlamentos nacionales en este nuevo gobierno económico.
Nace entonces una ‘unión de estabilidad en los balances’, es decir una gobernance reforzada para estimular la disciplina en el balance. También se citan ‘el crecimiento’ y la ‘solidaridad social’, aunque no se decidió nada al respecto, además de una ‘más fuerte competitividad’ de la Unión. La ‘regla aurea’ entrará en las constituciones nacionales: existirá la obligación de balances ‘en equilibrio o en excedente’; el déficit estructural anual (que no tiene en cuenta la coyuntura) no podrá ser mayor del 0,5% del PBI. La Corte de Justicia controlará que las constituciones estén conformes a esta ‘regla aurea’, y las sanciones para los transgresores serán casi automáticas, bajo ‘propuesta’ de la Comisión Europea, “a menos que una mayoría calificada de estados se oponga”. La comisión quiere que sus capacidades de ‘intromisión’ en los balances sean “examinadas rápidamente” para poder así obligar a un estado a rever su ley de balance en caso de encontrar violaciones a lo pactado. Los países que reciben ayuda económica, como Grecia, Irlanda y Portugal, estarán bajo su tutela. Se termina reforzando el Banco Central Europeo, porque gestionará el ‘fondo salva-estados’ que a partir de 2012 será sustituido por el Mecanismo Europeo de Estabilidad, con decisiones tomadas a través de una mayoría del 90%, sin tener, sin embargo, licencia bancaria a causa de la negativa alemana. En otras palabras, no tendrá recursos ilimitados y quedará dentro de los 500.000 millones de euros. Los europeos, prestarán 200.000 millones de euros al FMI, que de esta manera podrá seguir invirtiendo en los países con dificultades económicas.