Nicolás Zyssholtz. Exceptuando al Arsenal, los clubes más importantes de Inglaterra son propiedad de millonarios extranjeros. Pero los hinchas no se quedan de brazos cruzados y se organizan para preservar la pasión.
El ruso Roman Abramovich dio el puntapié inicial en el año 2003, cuando compró el Chelsea FC y lo convirtió de un equipo de mitad de tabla que solo había sido campeón una vez en 1955, en el mejor equipo de Inglaterra; todo en base a la fortuna que había amasado gracias al petróleo luego de la caída de la Unión Soviética. Como en los tiempos de la Guerra Fría, rápidamente los estadounidenses quisieron competir con el ruso, y así fue que los dos clubes más importantes del Reino Unido pasaron a manos de multimillonarios norteamericanos, que ya invertían en béisbol y fútbol americano, dos de los grandes negocios deportivos de su país: Malcolm Glazer y Tim Werner adquirieron la mayoría de las acciones del Manchester United y el Liverpool, respectivamente.
En último lugar aparecieron los petrodólares árabes, siendo el caso más reconocido el del Manchester City, club que había vivido siempre a la sombra del gigante de la ciudad, el United, hasta que fue comprado en 2009 por un jeque emiratí y a base de billetera formó un equipo de jerarquía que busca conseguir la tercera Premier de la historia de los Ciudadanos –el último título fue en 1968-.
Pero hubo un caso anterior que sirvió como antecedente por lo extremo de la situación. El Wimbledon F.C. era un equipo histórico de las ligas inglesas, ubicado en el barrio del sur de Londres reconocido por el famoso torneo de tenis; su mayor logro fue la FA Cup de 1988. Su decadencia empezó con el milenio: descendió de la Premier en 2000 y quebró en 2003, lo que derivó en la compra por un consorcio que tenía como dudoso objetivo construir un estadio para 30000 espectadores en la ciudad de Milton Keynes. La mudanza se produjo en 2003, el club dejó Londres e incluso cambió su nombre en 2005 por el de Milton Keynes Dons.
El caso del Wimbledon fue un disparador de algo que, en aquel momento, parecía imposible en Inglaterra y en su fútbol. Los hinchas no se quedaron quietos mientras les sacaban al club de sus amores, y decidieron fundar un nuevo club, el AFC Wimbledon, y bajo la propiedad colectiva de un fondo de inversión conformado por hinchas. El club comenzó una serie meteórica de seis ascensos que lo ubica, en esta temporada 2011/12, en la llamada League Two (cuarta división). Mientras, los MK Dons finalmente tuvieron su estadio para 20000 personas, aunque nunca pasa de las 5000 los días de partido; los hinchas del Wimbledon se quedaron con su nuevo club, y sueñan con volver pronto al lugar donde supieron estar hace no tanto tiempo.
Este ejemplo fue luego imitado por hinchas de los dos “gigantes”: en 2005, tras la venta del Manchester United, nació el FC United of Manchester, que en sus estatutos se define como una organización sin fines de lucro y elige sus autoridades por votación directa de los socios –hecho que nos resulta totalmente natural en Argentina, pero prácticamente único en Inglaterra-. EL FCUM ya subió tres categorías y está actualmente en la séptima división. Por su parte, en 2008 un grupo de simpatizantes del Liverpool que se oponían al aumento que el nuevo dueño dispuso en el precio de las entradas fundaron el AFC Liverpool sobre bases similares a las del FC United, y acaban de conseguir su primer ascenso pasando a la novena división.
La compra, venta e inversión en clubes de fútbol ha sido uno de los grandes negocios para los especuladores financieros en los últimos años en Europa, y principalmente en los nombrados casos británicos. Los tres casos que aquí se narran prueban una vez más que el fútbol, como fenómeno popular, no está al margen de la política y asoman como una muestra más de rebeldía.