Por Federico Larsen. ‘Chicha’ Mariani, fundadora de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, cuenta cómo llegó al testigo clave que confirmó que su nieta está viva. Su visión sobre Madres y lo hecho por el gobierno. Las idas y vueltas de una luchadora de 85 años.
Pocas semanas pasaron desde que María Isabel Chorobik de Mariani, ‘Chicha’, logró obtener el testimonio de un ex conscripto que participó del ataque a la casa de la calle 30 de La Plata, en 1976, de donde los militares se llevaron a su nieta, Clara Anahí. Ahí murió su nuera, Diana Teruggi, en lo que fue un verdadero bombardeo a cargo del Batallón de Infantería de Marina y el Regimiento 7 de La Plata. Pocos meses después, también fue asesinado su hijo Daniel. La niña, de tres meses, fue objeto de todo tipo de conjeturas. El gobierno militar primero negó que hubiese menores durante el operativo, luego aseguró que la nena había muerto calcinada.“Después de 35 años no me explico de qué estoy hecha, que mi corazón pudo aguantar semejantes escollos en la búsqueda de Clara Anahí”, explicó Chicha, que desde aquél entonces sigue buscando a su nieta. “Los militares inventaron toda clase de cosa. Y tuve que ir buscándola y desmintiendo. Algunos vecinos declararon, con muchísimo miedo, que les habían contado que la nena estaba viva. Pero nadie dijo nunca que lo vio. Y mientras tanto se reforzaban las versiones de que la nena había muerto”. El 16 de abril pasado, en Bolivia, declaró Juan Carlos Elso, ex futbolista de Gimnasia y Esgrima de La Plata y soldado conscripto durante la dictadura militar, que participó del ataque. Fue el primero, en 35 años, en admitir que vio a la nena salir con vida del ataque a la casa. “Yo creo que muchísima gente le creía a los militares. Ahora no hay duda. Pero de ahí a encontrarla falta mucho camino. Salvo que la gente hable”.
-¿Cómo llegó usted a ubicar a Elso?
-Hacía muchos años que yo sabía que había un soldado o dos que habían visto todo. Hasta que hace seis años apareció un muchacho en la casa, y contó que él había estado durante el ataque. El muchacho no dejó nombre ni dirección, pero yo sabía que existía alguien que sabía todo. Desde ese día nos dedicamos a buscar, sabiendo que era futbolista y que estaba en exterior porque se fue después del ataque. No podía soportar la idea de ese horror, temía que lo mataran a él porque sabía. Hasta que el 10 de diciembre último, día de los derechos humanos, durante la vigilia que hacemos todos los años ahí en la casa, vino un chico muy joven que le contó a una de las guías que el tío de él había visto mientras sacaban a la nena viva. Ahí, se me empezó a enderezar todo. El muchacho un encanto, dispuesto a colaborar porque dijo que tenía un peso inmenso en su corazón y no podía vivir así. Y habló. Dijo que la pasaron a quince centímetros de él, envuelta en una sábana de color fucsia y con adornos verdes. Y al fin alguien dijo la verdad. E hizo un llamado a los soldados de esa época para que cuenten lo que saben, porque saben. Después de eso, yo dormí tres días.
-Pero hubo muchos más soldados que participaron del ataque
-Yo había pedido el allanamiento del regimiento 7 de La Plata para tener la lista de soldados que participaron del ataque, y era justo el papel que faltaba. Pienso hacer un llamado muy importante, salvo que algo se interponga, a todos los soldados de esa época. Este muchacho, Juan Carlos, dice cuando llegaron al regimiento todos los soldados, mientras comían, comentaban que cómo era posible que con semejante ataque a esa casa la nena haya salido viva. Es decir que todo ese grupo sabe que la nena salió viva. Nunca ninguno dijo nada. Este muchacho se hizo bautizar antes de declarar. Eso me dio como un shock. ¡Qué fuerte ha sido para él! Dice que tenía un peso enorme en el corazón y no vivía tranquilo. Las hijas le dijeron que si quería ser el padre que ellas siempre tuvieron, el que las aconsejaba, él tenía que decir toda la verdad. Y lo hizo. Se convirtió, se hizo bautizar y declaró. Dice que ahora está en paz, que cumplió con lo que debía hacer en la vida. Ojalá otros sigan este camino.
-¿No hay posibilidad de que el estado intervenga para que declaren?
-Esa es la crítica que le hago al gobierno actual. Yo valoro mucho lo que han hecho los Kirchner. Pero no buscaron. Tienen todo en las manos para hacerlo. Así como se ha allanado ahora la casa de Videla, y no creo que hayan encontrado nada de valor, eso se podría haber hecho hace treinta años. Nilda Garré, que estuvo ahí en el nido, pudo haber ordenado sacar todo, leer todo, estudiar todo. Y no se ha hecho. Yo pedí hace unos tres años el allanamiento de la SIDE, porque ahí hay información. No lo hicieron, y cuando preguntamos dijeron que tenían que consultar con la señora de Carlotto. Y no pregunté más nada. Ese es el único reproche que tengo para el gobierno. Hay cosas que quedan sin hacer, y que ya no van.
-Sin embargo muchas cosas cambiaron en los últimos años
-Hoy hay una mayor apertura. Nosotros presentamos un pedido de investigación de todas las adopciones dadas entre 1976 y 1983, y cayó en manos del juez Oyarbide. Y dimos los nombres de varios jueces pidiendo que se los saque de la justicia y se investigue qué niños dieron, a quienes y porqué. Ha hecho un gran trabajo Oyarbide. Tiene una habitación con carpetas de las adopciones de esos años de todos los juzgados menos uno: el de la doctora Pons. Hubo jueces que nosotros sabemos que les dejábamos una carpeta a la mañana y la mandaban entera a la SIDE a la tarde. Ha habido pocos buenos jueces y un montón de malos jueces. Etchecolatz tuvo un ataque de nervios en el juicio por el circuito Camps y rompió todo. Están viendo que las mentiras salen a la luz. El mismo libro de Videla es un ejemplo. Yo creía que era una patraña pero ahora veo que está diciendo la verdad. Pero que la diga entera. No se en que va a terminar todo eso, pero ya que está hablando, que diga adonde terminaron los niños por ejemplo. Que ellos tienen las listas, yo estoy segura que sí.
-En su momento usted deslizó la idea de que Clara Anahí podría ser la nena adoptada por Ernestina Herrera de Noble
-Por muchísimas razones yo pensé y pienso que podría ser Marcela Noble. El hecho de que hayan hecho tal tramoya me hace pensar que puede ser. Finalmente se hizo un análisis que para mí tiene una trampa en algún lado y seguimos igual.
-¿Cómo ve hoy que la sociedad está asimilando lo que ha pasado?
-Yo tuve mucho temor de que después de todo el silencio que se hizo en las casas, por miedo a que a los hijos le pasara algo, iba a haber un olvido inducido. Y me equivoqué. Porque la juventud está muy pensante. Muy involucrada en la democracia, la justicia y el porvenir. Con el miedo no se saca nada. Digan lo que digan los políticos yo creo que fueron las madres las que dieron el puntapié inicial para la democracia. Hebe de Bonafini, tan cuestionada a veces, fue tan valiente en ese momento. Yo he visto acciones casi heroicas de ella. De meterse en una casa recién allanada sin saber qué había adentro para ofrecer ayuda. A veces se pone insoportable, en dictadora, pero es una mujer admirable. Yo sigo buscando. Estoy ciega, aunque todavía veo un poquito de luz. Pero la ceguera parece que me ha despertado una intuición muy grande, y voy justo donde tengo que ir. Y estoy acertando en muchísimas investigaciones.
-¿Cómo llegó a fundar Abuelas?
-Yo creía que sólo Clara Anahí estaba desaparecida, por lo tanto me culpaba a mí misma de no saber buscar. Hasta que un día una empleada del juzgado de menores me dijo que estaba muy sola. Yo pensé que se refería a que mi marido estaba en Italia, hasta que me di cuenta que lo que me estaba diciendo era que había más señoras buscando a niños. Ahí me contacté con Alicia de la Cuadra y Eva Márquez de Castillo Barrios, las dos con hijas embarazadas y desaparecidas. Fue un impacto tremendo saber que había por lo menos doce señoras más buscando sus nietos. Y nos movimos adonde pudimos. Fuimos muchísimas veces al Vaticano. Con un buen rechazo de la Iglesia. Cuando asumió Juan Pablo II, de Cracovia, de donde era mi padre, tuve esperanzas. Con Alicia una vez pedimos audiencia y nos dieron un lugarcito en la plaza donde iba a pasar el Papa. Esa creo que fue la desilusión más grande de mi vida. Hicimos una pequeña pancarta que decía ‘Le Nonne di Piazza di Maggio’. Cuando se acercaron uno de los hombres de negro que iban siempre con él le dijo algo al oído, entonces se dio vuelta a saludar del otro lado, nos pasó y luego se volvió de vuelta. Fue un tremendo desprecio. Esa fue la iglesia para mi.