En Tampa, la convención republicana confirmó la fórmula Romney-Ryan para enfrentar a Obama en las próximas elecciones presidenciales del 6 de noviembre. El armado es una mezcla entre sectores de la especulación financiera y lo más conservador de la juventud republicana.
La Convención Nacional del Partido Republicano, reunida en el estadio Tampa Bay Times Forum, consagró el pasado martes al ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, como el rival del demócrata Barack Obama en las elecciones presidenciales norteamericanas que se celebrarán el próximo 6 de noviembre. Una decisión que encierra contradicciones internas y que abre nuevos escenarios de disputa. Cuando sólo habían transcurrido unas horas, representantes del ala más conservadora del partido salieron a explicitar que Romney “está lejos de ser el candidato ideal”, una resistencia que ya era palpable desde las semanas anteriores al congreso de Tampa.
Ya desde la publicación del ‘documento de los 100’, la plataforma en discusión en este momento en la convención, había quedado en claro que las fracturas entre conservadores religiosos y semi-liberales modernistas no se saldaron como quisieron hacer creer. El documento contiene propuestas fuertemente derechistas en temas como inmigración, aborto y relaciones internacionales, un aspecto que restaría confianza ante un electorado cada vez más indeciso y heterogéneo.
Financista de un imperio en crisis
Sin embargo, el principal escollo para la unificación del partido parecía ser él, Romney, que con sus posturas camaleónicas y ciertos guiños al reformismo liberal se había ganado la desconfianza de los sectores ligados al conservadurismo más acérrimo, cuya principal expresión se encuentra en el Tea Party. Mormón -dato importante en la política estadounidense-, de 65 años, Romney hizo su fortuna a partir de 1985, cuando fundó Bain Capital, una compañía de inversiones de capitales de riesgo fuertemente cuestionada por sus prácticas. En los últimos meses, diarios como el Los Angeles Times o el Huffington Post, publicaron sendas investigaciones en las que acusan a Romney y sus socios de haber financiado la fundación de la empresa con dinero proveniente de acomodadas familias salvadoreñas ligadas a los escuadrones de la muerte del país centroamericano. Los demócratas, por su lado, acusan a Bain Capital de comprar y fundir pequeñas empresas en beneficio propio, dejando a miles de trabajadores en la calle. Sea cual fuere la práctica financiera de la compañía, Bain Capital logró acumular una fortuna que según los balances declarados en 2012 llega a unos 66.000 millones de dólares, el trampolín que Romney utilizó para su carrera política.
Ya en 2003, cuando fue elegido como gobernador del Estado de Massachusetts, cargo que mantuvo hasta 2008, había utilizado sus contactos en las altas finanzas para sostener su imágen. Esos mismos contactos le permitieron participar en la carrera republicana de 2008, donde aspiraba ser candidato a presidente aunque terminó perdiendo ante Jhon McCain. Partidario de una inflexible política fiscal para enfrentar la crisis -aunque sus elecciones empresariales y reconocidas evasiones fiscales indicarían un repunte del sector financiero-, Romney puede ostentar un historial poco feliz en cuanto a declaraciones públicas. Ejemplo de ello son las afirmaciones en las que sostenía que EE.UU. debe comenzar operaciones secretas para desestabilizar a Iran, la esperanza de una pronta muerte de Fidel Castro o el apoyo a la idea de una invasión directa en Siria. No obstante, este hombre de las finanzas que se postula para liderar una de las principales potencias económicas mundiales en un periodo de plena crisis, aún no convence del todo a sus correligionarios más conservadores.
A la derecha
Entre los oradores del acto, se destacaron importantes figuras del conservadurismo norteamericano. Entre ellas, la ex secretaria de Estado, Condoleezza Rice, el ex candidato a la presidencia, John McCain, el gobernador de Puerto Rico, Luis Fortuño -que prometió transformar a la isla centroamericana en el Estado número 51 de los EEUU- y la gobernadora conservadora de Nuevo México, Susana Martínez. Sin embargo el discurso más esperado fue el de Paul Ryan, compañero de fórmula de Romney y cara visible del grupo de diputados denominados ‘The young guns’ (los jóvenes pistoleros). Ryan fue el contrapeso impuesto por la derecha republicana para dar su aval a la candidatura de Romney. Fue el evento que más espectativa generó en el día de ayer y Ryan no defraudó. “Acepto el llamado de mi generación para dar a nuestros hijos los EE.UU. que heredamos, con oportunidad para los jóvenes y seguridad para los ancianos, y sé que estamos listos”, fueron las palabras con las que abrió su discurso, en el cual matizó la postura de Romney e intentó presentar una fórmula unida. “Tenemos un plan para una clase media más fuerte, con la meta de generar 12 millones de nuevos empleos en los próximos cuatro años”, agregó. Luego de criticar con dureza la reforma sanitaria impulsada por Obama en 2010, causante de impuestos y obligaciones que “no tienen cabida en un país libre”, Ryan culpó al gobierno demócrata de haber “dado vueltas” durante cuatro años sin resolver los problemas de los estadounidenses, y de haber llevado el país al “fracaso económico”.
Si bien las encuestas posicionan a la dupla republicana cuatro puntos por debajo de la fórmula liderada por el actual presidente -y premio Nobel de la paz- Barack Obama, los operadores políticos conservadores parecen satisfechos por haber logrado demostrar cierta unidad en el partido, algo de lo que hasta los más tradicionales electores republicanos dudan. Ahora queda la tarea del programa. Un punto sobre el cual todo indica que será difícil conciliar posturas.