Por Ulises Bosia. La inesperada muerte de Iván Heyn conmocionó al mundo de la política y a sus compañeros y compañeras de militancia. ¿Cómo podemos entender el recorrido de su vida en el marco de los diez años que nos separan del 20 de diciembre de 2001?
Iván Heyn, economista de la UBA y flamante subsecretario de Comercio Exterior con 34 años recién cumplidos, fue encontrado muerto en su habitación del hotel mientras participaba de la comitiva oficial que acompañaba a Cristina Fernández en la cumbre de presidentes del Mercosur realizada en Uruguay. La presidenta le dedicó ayer un homenaje y sus compañeros de La Cámpora lo recordaron como un “cuadro integral, un militante completo, un economista callejero”. Ha pasado muy poco tiempo y las circunstancias de su muerte todavía no están claras, aunque por las primeras pericias todo indicaría o bien un suicidio o bien una muerte por accidente. Queremos en esta nota recorrer algunas circunstancias de su vida a la luz de los últimos diez años de la política nacional.
En tiempos en que la militancia más joven se encontraba desencantada con la política partidaria o institucional, Iván Heyn, junto con muchos otros compañeros y compañeras de las más variadas tendencias políticas, encontraba un ancla para su compromiso en la militancia estudiantil, de corte más local. En la facultad de Ciencias Económicas de la UBA, que cuenta con decenas de miles de estudiantes, la Franja Morada tenía, como actualmente sigue teniendo, su principal bastión. “Tontos pero no tanto” (TNT), la agrupación en la que militaba (fundada por Axel Kicillof, actual Secretario de Política Económica), fue el intento más exitoso hasta ahora para romper con esa hegemonía. A fines del 2001 logran ganar las elecciones para el Centro de Estudiantes, algo que no es sencillo dado el aparato con que cuentan los radicales, aunque Franja Morada nunca reconoce los resultados y en los hechos crea un centro paralelo que se mantiene hasta hoy. Pero la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) sí reconoce el triunfo de TNT y, en un frente con agrupaciones independientes y de izquierda, logran arrebatarle a los radicales la conducción de la Federación, a la que no volvieron hasta el día de hoy. Iván Heyn, que ya en ese momento se consideraba peronista, fue electo en diciembre de 2001 como presidente de la FUBA.
Habían sido años adversos para la militancia, marcados por una derrota de dimensiones sociales enormes a comienzos de la década. Y, aunque ya podían observarse síntomas de una acumulación de fuerzas que más adelante se expresaría en la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de 2001, reinaba un clima hostil. En ese contexto un conjunto de jóvenes había ideado la experiencia de 501, símbolo del sentimiento mayoritario en un sector social que tenía expectativas de transformación de la realidad pero que estaba frustrado por una clase política refractaria a cualquier iniciativa transgresora. Eran los años en que la Alianza de De la Rúa y Chacho Álvarez intentaba aparecer como una alternativa progresista al menemismo, aunque más temprano que tarde demostraba ser esencialmente una continuidad, si bien más frágil políticamente. 501 era una forma de rechazo a los planes neoliberales y a sus representantes políticos. Lo que hicieron fue reunirse el día de las elecciones presidenciales de 1999, tomar un colectivo y alejarse 501 kilómetros de su lugar de votación, con lo cual quedaban eximidos de la obligación de votar. Militantes universitarios como Mariano Recalde, actualmente gerente de Aerolíneas Argentinas y también dirigente de La Cámpora, participaron de la iniciativa, así como otros militantes sociales, culturales y políticos. 501 fue un síntoma de una época.
Con la rebelión popular las cosas cambiaron y se abrió un nuevo momento político en el país. La política se reinventaba en las calles, en las asambleas populares, las fábricas recuperadas y los movimientos piqueteros. Pero la rebelión popular abrió caminos diversos para una juventud que había experimentado el protagonismo directo. Si algunos continuaron organizándose en movimientos populares y políticos de base y en organizaciones sociales, hubo muchos otros que encontraron, con la llegada de Kirchner a la presidencia, una forma de canalizar su compromiso y sus expectativas de entrada al mundo de la política institucional. Ese es el sentido del homenaje de la presidenta Cristina Fernández cuando dice que Iván Heyn “era un joven de los tantos que se incorporaron a la política en los últimos tiempos”. Sin dudas la frase oculta y aclara al mismo tiempo. Si el fenómeno de incorporación de jóvenes a la función pública y a colectivos como La Cámpora es indudablemente real, lo cierto es que Iván Heyn, como muchos otros no se habían incorporado a la política “en los últimos tiempos”, sino que acumulaban diez años de compromiso. Hubo todo una etapa de resistencia al neoliberalismo protagonizada fundamentalmente por la juventud, como trágicamente testimonia la edad de los casi 40 asesinados el 20 de diciembre de 2001. El relato sobre la participación de los jóvenes en la política, actualmente parte del discurso oficialista, invisibiliza esa etapa tratando de generar la ilusión de que la política es solamente lo que pasa en ministerios y parlamentos.
Iván Heyn tomó con determinación el camino que le ofrecía el kirchnerismo, y lo hizo siguiendo un ritmo vertiginoso. Inicialmente se acercó al Frente para la Victoria de la mano de Felisa Miceli, ministra de Economía de Kirchner. Fue asumiendo distintas responsabilidades en la función pública entre las cuales las designaciones más resonantes fueron como gerente de Estudios Macroeconómicos y Sectoriales en el Banco de Inversión y Comercio Exterior, como presidente de la Corporación Puerto Madero, como representante de la ANSES en el directorio de ALUAR, y últimamente como Subsecretario de Comercio Exterior y Relaciones Internacionales, en la que hasta ahora había sido su mayor responsabilidad.
Sus elecciones de vida resumen de alguna manera la de muchos otros jóvenes, pero sin duda no la de todos los que le dan cuerpo y forma a la política en nuestro país. Su muerte, como la de todo joven militante, es un hecho triste de la política nacional.