Por Ana Felker desde España. La indignación y el reclamo por los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos recorren cada rincón del mundo. Aquí, un relato del “Siluetazo por Ayotzinapa” que se realizó en Barcelona, inspirado en una acción de protesta durante la dictadura argentina.
La acción se realizó en la Plaza del Ángel y buscó sumarse a las manifestaciones de solidaridad con los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en el estado mexicano de Guerrero, desaparecidos desde el 26 de septiembre. Protestas en múltiples lugares del mundo que, entre la rabia, la tristeza y el miedo, observan la violencia que vive México. De eso se trata: unir voces y esfuerzos, hacer presión al gobierno mexicano para que tome acciones, no sólo para resolver este caso sino para desarraigar la impunidad y la corrupción del propio Estado. Desde sus policías hasta el Ejecutivo.
Llorar en público
Los rituales ditirambos fueron expulsados de la República platónica por primitivos, excesivos, supersticiosos. Pero también porque al gritar, llorar, maldecir en público, se expresaba una indignación colectiva que hacía cimbrar cualquier columna.
Con el surgimiento de la tragedia griega como la conocemos ahora, la debacle de un héroe se convirtió en el resultado de una imprudencia suya ejercida contra los dioses. Castigado por no obedecer, el héroe debía resignarse a su destino trágico. Hoy llorar es un acto individual o privado como sucede en los funerales, pero nos faltan ritos para llorar las heridas compartidas. Nos faltan porque no los ponemos en práctica lo suficiente, porque las herramientas están ahí y son poderosas.
Durante la dictadura argentina, en su último periodo en el ´83, se realizó una intervención artística para manifestarse contra la sistemática desaparición de personas por parte del régimen militar: el “siluetazo”. Siluetear es poner el cuerpo sobre un papel, cartón o sobre el suelo para que un compañero marque tu contorno y con él, la ausencia de una persona.
Habíamos leído sobre ello y nos habíamos impresionado por las imágenes de aquella época. Sin embargo, no fue hasta poner en práctica esta pedagogía de la resistencia que lo experimentamos en su dimensión real.
La idea de la actividad surgió de tres mexicanos y dos argentinas. El fin, juntar nuestros afectos y nuestros saberes y sumarnos a la #AcciónGlobalAyotzinapa. Lo único que necesitábamos era reunir a 43 personas para que cada uno representara a un estudiante normalista. Comenzamos a mandar correos y dar impulso a lo que todavía es una guerrilla mediática que opera en las ciudades del mundo que se han sumado con al reclamo “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”
En cada mail asignamos un estudiante junto con sus gustos y sus características relatadas por familiares y amigos, obtenidos de la página http://ayotzinapasomostodos.com/. Desde ahí y más atrás venía la solidaridad guerrillera. En dos días ya teníamos a los 43 y más. El 1º de noviembre era el fin de semana de día de muertos, quizá la tradición más famosa de México que se ha contagiado con entusiasmo en lugares tan remotos como Oslo o Reykjavík. Pero en estos días la celebración tomó otra dimensión e incluso en estos lugares se han montado altares en honor a personas asesinadas en México.
En la búsqueda de los normalistas que fueron desaparecidos forzadamente por cuerpos de seguridad del Estado se ha encontrado que el municipio de Iguala, en donde está Ayotzinapa, está plagado de fosas comunes. No hay forma de honrar a los muertos en estos días sin buscar hacerles justicia. Sin embargo, había que distinguir entre ellos y los normalistas, cuyo paradero aún no se conoce y cuyas familias aún reclaman su aparición con vida. No sólo eso, sino que los propios padres y madres, en colaboración con personas de la sociedad civil, crearon una comisión de búsqueda a falta de confianza en los fiscales, quienes han llegado al grado de criminalizar a los estudiantes vinculándolos con el crimen organizado.
En Barcelona, un conjunto de colectivos que trabaja bajo el nombre de Encuentro por Méx-Barcelona montó un altar bajo el título “Pienso, luego me desaparecen” dedicado a todos los estudiantes asesinados por sus gobiernos. Paralelamente, nosotros organizamos el “Siluetazo” en la Plaça del Angels para que los 43 pudieran visitar a sus compañeros de luchas. Si nos separamos, estamos perdidos.
43 personas son muchas, difícil de conmensurar, y por lo mismo difícil de sentir la dimensión justa de la ausencia. La empatía no es gratuita, pero precisamente por eso es que se necesita apoyo. Es como cuando se hace una tanda o cuando la calle está muy oscura y sola y se siente cierto alivio ver que se va poblando. Así fue como nos hemos juntado para exhibir nuestra negación a resignarnos a un destino trágico. Nuestra negación a llorar en privado. Nos juntamos para exhibir nuestra esperanza en un ritual por los compañeros normalistas desaparecidos.
-Ver video del “Siluetazo por Ayotzinapa” realizado en Barcelona