Por Paula Belloni. La promulgación de la nueva Carta Orgánica del Banco Central dela República Argentina (BCRA) amplía los objetivos y funciones del organismo, pretendiendo poner fin a la institucionalización de las ideas neoliberales sobre la autonomía del BCRA vigentes desde 1992.
La reforma realizada a través de la nueva ley extiende los objetivos del BCRA incorporando al antiguo y único objetivo de estabilidad monetaria otros vinculados con la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social. En línea con los nuevos objetivos incorporados, se establecen 3 grandes modificaciones en el funcionamiento del Banco Central. Por un lado, se elimina la obligación de mantener una relación entre la base monetaria (dinero y los depósitos de la economía) y las reservas internacionales, estableciendo un nuevo límite a partir del cual las reservas de libre disponibilidad podrán utilizarse; por el otro, se amplían las posibilidades de financiamiento del BCRA al gobierno y, finalmente se dispone que el Banco podrá regular y orientar el crédito fijando las condiciones de los préstamos.
Ante estos hechos, economistas conservadores, apelando a viejos preceptos monetaristas, plantean que la nueva ley permitirá financiar al sector público con emisión monetaria. El resultado que se escondería detrás de la reforma es, para estos economistas, fuertes presiones inflacionarias, por ello surge la necesidad de realizar un severo ajuste y para ello es necesario volver a la “autonomía” del BCRA.
Sin embargo, en un contexto de deterioro del resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos (que finalizó el año 2011 con un saldo casi nulo de de tan sólo US$ 17 millones) y déficit de la cuenta capital y financiera (que han dado lugar a una caída de las reservas internacionales), de tendencia hacia el déficit fiscal (que ha cerrado el 2011 con un resultado de tan sólo $4.921, un 80,4% inferior al año anterior) y de proximidad a nuevos vencimientos de deuda, la nueva ley forma parte de un conjunto de medidas de política económica que se han venido implementando para frenar la salida de divisas y mantener las necesarias para “sostener” el crecimiento (diversos controles a la compra de dólares y a las importaciones y ciertas trabas para el giro de utilidades al exterior, etc.)
Lo que ha impulsado la tan apresurada reforma dela Carta Orgánicadel BCRA es, entonces, el agotamiento de las reservas de libre disponibilidad presente desde fines del 2011 junto a los propios límites estructurales del “modelo”, en particular aquellos que conducen al déficit fiscal y comercial manufacturero, con sus repercusiones en la balanza de pagos.
En este contexto, aun cuando un banco central dependiente del gobierno nacional es importante para recuperar la soberanía de las políticas económicas, cabe preguntarse con qué objetivo desea aplicar el gobierno argentino esta política monetaria. Si la misma se reduce a que las reservas de libre disponibilidad que surjan de la nueva disposición se orienten al pago de vencimiento de deuda con organismos multilaterales (BID, CAF, Banco Mundial) y/o para cancelar las deudas contraídas con otros países, como aquellos que se agrupan el Club de París difícilmente se avance en “el desarrollo con inclusión”.
En el mismo sentido, las modificaciones introducidas para regular y reorientar el crédito bajo la nueva ley no son suficientes como para recomponer la inversión productiva de largo plazo como se propone el gobierno, la matriz neoliberal financiera y, en especial, sus repercusiones en el modelo productivo permanecerán vigentes ante la falta de decisión política para reformar la actual Ley 21.526 de Entidades Financieras, creada por José Alfredo Martínez de Hoz durante la última dictadura cívico-militar.
En definitiva, la reforma parece atender más a las urgencias coyunturales que a las tensiones estructurales que muestra el neodesarrollismo. Tensiones que parecen requerir de una “sintonía mucho más gruesa”.
Paula Belloni es Economista y miembro del Centro de Estudios para el Cambio Social.