Por Tomás Astelarra. Entrevista al periodista Boris Miranda, autor del libro La última tarde del adiós, crónica sobre la denominada Guerra del Gas desarrollada en Bolivia durante el año 2003, uno de los máximos hitos del actual proceso histórico del país del altiplano.
“Quería contar la historia desde los propios protagonistas y por eso hice más de setenta entrevistas en diversos lugares que fueron claves en los hechos de octubre del 2003. Después con algunos de los protagonistas pude llegar a la pregunta de si realmente estaban dispuestos a morir. Y la verdad que sí. Hubo un gran heroísmo, una organización popular que fue espontánea y fue mucho más allá de los dirigentes. Porque incluso muchos de los dirigentes terminaban presos, pero eran automáticamente reemplazados, porque las decisiones se tomaban en cientos de asambleas en todo El Alto”, explica Boris Miranda, autor de La última tarde del adiós, publicado por la editorial Ventarrón Ediciones.
Miranda es de familia de periodistas, trabajó en el diario La Prensa y fue uno de los fundadores del diario Página 7. En el 2012 publicó La Mañana después de la Guerra, acerca del conflicto entre el gobierno de Evo Morales y la Media Luna. “Hubo un momento que el vicepresidente García Linera llamó la noche negra, en que la mayoría de los ministros pensaban en renunciar. El gobierno estaba totalmente derrotado. Ahí se vio la fortaleza de los movimientos sociales, del Pacto de Unidad, que salieron a apoyar al gobierno y marcharon a Santa Cruz para retomar las instituciones tomadas por las fuerzas de la oposición”, cuenta al respecto de este trabajo el periodista que actualmente es parte del consejo editorial de la revista independiente El desacuerdo, y que sitúa la Guerra del Gas como el principal momento en los procesos que van de la Guerra del Agua (2000) hasta el fin de la oposición de derecha en el 2008.
“Hay tres factores que son importantes en el 2003. Primero que la fecha marca el pico de explosión de un período que empieza en el 2000 con la guerra del agua y termina en el 2008 con el enfrentamiento entre el gobierno y la oposición en Santa Cruz en que hay una reestructuración de las elites políticas del país. Segundo, que ese mismo día, en ese helicóptero no solo se marcha el Goñi Sánchez de Losada, sino también un montón de partidos y dirigentes políticos, como Jaime Paz Zamora, Tuto Quiroga, Carlos Sánchez Berzaín, que nunca más volvieron a tener impacto en la vida política del país. En tercer lugar ese mismo día marca el principio de la idea autonómica de la oposición. Ese mismo día Rubén Costas (gobernador de Santa Cruz) hace una conferencia de prensa donde lanza el tema de la autonomía”, explica Boris.
La última tarde del adiós relata día a día los eventos del Octubre Negro, comenzando por la paliza que algunos comunarios del pueblo de Sorata quisieron propiciar al ministro de Defensa del Goñi Sánchez de Losada, Carlos Sánchez Berzaín, apodado “El Zorro”, en pleno operativo de rescate de turistas nacionales y extranjeros frente a los bloqueos que se propagaban por todo el altiplano. Durante la acción murió Demetrio Curaca, de 62 años. Poco después, el avance del convoy por el histórico pueblo de Warisata acabaría con la vida de Marlene Rojas, de 8 años, una niña cuyo único crimen fue asomarse a la ventana de su casa. Eran los primeros de los 62 muertos de la Guerra del Gas.
“No estoy con aquellos que dicen que las víctimas eran pobres indefensos. Claro que estaban armados, organizados, determinados. Pero tampoco voy a caer en la posición de aquellos que dicen que ambas partes fueron culpables. El despliegue del gobierno y todo el aparato represivo del estado frente a un puñado de mauseres, cartuchos de dinamita y hondas, fue criminal”, explica Miranda.
En su crónica se describe minuciosamente el cinismo y el empecinamiento en mantenerse en el poder por parte del gobierno, su desprecio por la vida de los habitantes de las periferias de La Paz. También su ceguera frente al inevitable fluir de los acontecimientos, sin poder entender la determinación de aquellos rebeldes a los que ellos acusaban de terroristas y que poco a poco empezaron a ser apoyados por otros sectores sociales, la clase media paceña y finalmente hasta el propio ejército.
Ahí estaban los herederos de un pueblo donde confluían años de exclusión, pero también de formación, desde el sindicalismo minero a las guerrillas y las fuerzas políticas. Como por ejemplo el Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK) del “maku” Felipe Quispe, que desde la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) dirigió parte de los levantamientos. También las lecciones que muchos dirigentes de El Alto recibieron de Marcelo Quiroga Santa Cruz, el líder socialista desparecido por la dictadura de Hugo Banzer. Los diferentes métodos de organización de los bloqueos como los planes Pulga o Siquitiqui (hormiga colorada), el uso de piedras contra los postes de luz para advertir la llegada del ejército o las pintadas de blanco en las puertas para identificar las casas de los oficiales, que finalmente cansados de tanta absurda y criminal represión comenzaron a apoyar anónimamente a la población rebelde de El Alto. Finalmente, el 17 de octubre, la cúpula del ejército anunció al gobierno que dejaría pasar la marcha de la Central Obrera Boliviana. Recién entonces, el Zorro lloró. Era la Tarde del Adiós. Sánchez Bersaín sabía de su exilio, el de su presidente, y de todos los partidos que habían pactado esos veinte años de política neoliberal en Bolivia.
“A través de la investigación pude entender muchas cosas, como que la agenda de la guerra del gas no fue impuesta por dirigentes ni ongs u otras organizaciones, sino que fue surgiendo de las propias bases mientras los hechos se iban desenvolviendo. También que mucha gente que participó en estos hechos se siente hoy abandonada. Muchas veces mas que contar la historia quieren aclarar que muchas reivindicaciones de la agenda del gas no se han llevado a cabo, que mientras el gobierno acapara la victoria de esos tiempos ellos han sido descuidados, y que realmente todo lo que está pasando no se traduce tanto en sus bolsillos. Mucho creen que el presidente fue el que llevo a cabo la Guerra del gas y no fue así”, concluye Miranda.