Por Guido Carlana. Las paritarias de este año abren un difícil escenario para la clase trabajadora y ponen a prueba su capacidad organizativa frente a los aumentos que se ubican por debajo del encarecimiento de la canasta básica.
Por primera vez en diez años, el 2013 significó una pérdida del salario real promedio de los trabajadores argentinos, con una paritaria que se ubicó por detrás de la inflación real. A este panorama se le suma una reciente devaluación que afecta directamente los ingresos del conjunto de los trabajadores. Se asiste, así, a un complejo escenario de cara a las paritarias. La disputa por el salario ya no se centra en su recomposición, sino en evitar un retroceso de la economía de los hogares.
La paritaria docente es el puntapié inicial que sienta la pauta sobre la cual discute su salario el universo de los trabajadores registrados. Después de dos años de aumentos cerrados unilateralmente, este año el gobierno nacional dictó la conciliación obligatoria y trasladó el
problema a las provincias, que aún hoy no logran llegar a un acuerdo para comenzar las clases. Intentó antes cerrar un acuerdo por 18 meses y colocar dentro de la oferta el concepto del presentismo, que atado a la recomposición resulta -por lo menos- extorsivo. Los gobiernos provinciales de todas las facciones políticas han coincidido en que no preveen aumentos por encima del 25%. Por lo que la situación en el sector público es aún más crítica, especialmente frente a que en diciembre último las fuerzas represivas obtuvieron aumentos de hasta un 80%.
Durante los últimos años las diferentes formas de precarización laboral en el sector público implicaron discusiones y negociaciones aisladas por sectores de trabajo, esto garantizó que la política de fragmentación y heterogenización hacia el interior de la clase trabajadora por parte del Estado fuera efectiva. Esta división no está expresada sólo en la existencia de cinco centrales obreras, sino que opera desde cada lugar de trabajo con diferentes salarios y formas de contratación que condicionan la pelea de conjunto y la identificación como clase.
Desde ahí comienza la clave para logar unificar la disputa por el salario de los trabajadores de salud, educación y del sector público en general, todos atravesados hoy por una situación crítica.
Es necesario poder dar esta pelea de conjunto, ya no sólo por el salario, sino por la defensa de los puestos de trabajo y por fortalecer la herramienta gremial de los trabajadores, que es el derecho a organizarse.
Esto sin mencionar el grueso de trabajadores no registrados o bajo relación de dependencia encubierta, que con suerte recibe el impacto de las paritarias a destiempo dada la dificultad que tienen para ser reconocidos como trabajadores y la imposibilidad de discutir en una mesa central sus condiciones de trabajo, siendo perseguidos y hostigados sin costo alguno por parte de los gobiernos de turno.
Frente a los representantes de las diferentes fuerzas políticas que buscan posicionarse como los candidatos que garantizarán la seguridad y defensa de los intereses de la clase dominante hacia 2015, han surgido diferentes expresiones de base que avanzan en la recuperación de juntas y comisiones internas. La convocatoria reciente de Sobrero y el “Perro” Santillán hacia un encuentro sindical combativo puede sentar los primeros pasos para abrir un proceso que ponga por delante los derechos de la clase trabajadora y plantee reivindicaciones pendientes.
Si estos procesos son acompañados por organización y movilización desde las bases se podrá hacer frente a la disputa por derecha por parte del gobierno nacional y de los gobiernos provinciales, para transformar la indignación y la vieja idea de que nada puede cambiarse. Para que la clase trabajadora se organice y ponga en agenda la discusión por sus condiciones de trabajo, la defensa de sus derechos y el fin de la precarización laboral. La cumbia del obrero “se canta bajito, hasta que se funda en un sólo grito”.