Por Darío Farcy. En esta segunda entrega, un análisis de cómo en las últimas décadas la economía social y solidaria es una herramienta para satisfacer las necesidades populares y una de las piezas fundamentales de la integración productiva regional.
El proyecto de la Economía Social y Solidaria
a. Nivel Sudamericano
La Economía Social y Solidaria (ESyS) es fundamentalmente un proyecto económico y político; en donde las practicas de obtención del sustento para reproducir la vida se encuentran de la mano de una concepción solidaria en cuanto su distribución y una perspectiva de cambio de las relaciones sociales imperantes en nuestra sociedad. Como menciona José Luis Coraggio, “la articulación sería en el repensar las relaciones económicas que se dan frente a una lógica del capital, de mercantilización creciente (esferas públicas y privadas), y de la búsqueda del máximo beneficio” Y agrega que “la economía solidaria pone a las personas y a su trabajo en el centro del sistema económico, otorgando a los mercados un papel instrumental al servicio del bienestar colectivo”
Cabe destacar que la principal figura adoptada es la cooperativa, por su fuerza económica y por la cantidad de personas que pueden legalmente sustentar. Este tipo de prácticas son económica y socialmente muy comunes a nivel mundial, encontrando su principal desarrollo en la actualidad en países como Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay y Bolivia.
En el caso de Bolivia las cooperativas mineras representan gran porcentaje de la producción anual de este sector, llegando a facturar anualmente 595.411.174 de dólares y empleando a más de 65.000 asociados como señala el Ministerio de Minería de Bolivia. Por su parte, Venezuela cuenta con 61.856 cooperativas activas y 2.003.121 socios de las mismas, y en algunos sectores cooperativos los volúmenes de facturación llegan a los 100 millones de dólares anuales según Delgado Bello. En el caso de Brasil el volumen de exportación de toda la economía social en el año 2013 fue de 6 billones de reales, con una participación del 2,5% de total de las exportaciones de ese país y con un balance comercial positivo como informa la cooperativa de las Américas.
b. Situación en Argentina
Las cooperativas en todos sus formatos tienen una larga historia de más de cien años y contribuyen fuertemente al sostenimiento de la economía del país. Actualmente existen cerca de 20.000 cooperativas, y de ellas más de 13.000 son Cooperativas de Trabajo según datos del INAES de 2011 y del CAC de 2012. La cantidad de asociados asciende a 10 millones de personas. A su vez, el 80% de la electricidad rural es brindada por cooperativas y uno de cada dos argentinos consume productos de cooperativas según el informe de CICOPAde 2011. Para entender estos números de una forma más amplia y buscando su incidencia real, debemos hacer foco en que la racionalidad de este modelo no comparte los valores o objetivos de la racionalidad capitalista. Como dijimos antes, el modo de utilización del capital se basa en resumirlo a su valor de uso originario; es decir, una herramienta socialmente válida para poder lograr objetivos. Sin que por esto se pierda su condición de relación humana como fuerza de trabajo objetivada. Allí radica que siempre se intenta que su utilización esté subordinada a las necesidades humanas y de su entorno.
El movimiento cooperativo en la Argentina, encuentra sus comienzos en el sector agrícola en donde a fines del siglo XIX se fundaron diversas organizaciones con el objetivo de ayudar a los productores a poder comercializar sus granos y productos de una forma más justa en un mercado altamente concentrado como lo era el agroexportador.
A partir de la década del 50 comenzaron a formarse los grupos del “Movimiento Rural”, como un desarrollo ulterior de la “Acción Católica Argentina” por acercarse a la problemática rural y una de las principales herramientas utilizadas para defender los derechos de los campesinos fue la fundación de cooperativas. En la década del 60 el proceso se profundizo y expandió políticamente junto a otros movimientos de lucha en toda la Argentina, resultando en la fundación las Ligas Agrarias y los Movimientos Campesinos en los años 70 (proceso similar a lo sucedido en Brasil con el Movimiento de los Sin Tierra). Las cooperativas, una vez más, junto a las ferias francas, fueron herramientas fundamentales con las cuales estructurar la producción, la distribución y la comercialización al interior de estas organizaciones populares.
Mientras que las empresas cooperativas en los sectores urbanos aparecen en los años 30. A diferencia de lo que comúnmente se piensa, la aparición de la forma cooperativa en las ciudades va acompañada del fenómeno de las empresas recuperadas; empresas como CITA, IMPA y COCTAL.. Es así como se profundiza, tanto en el campo como en la ciudad, la organización de los trabajadores bajo formas solidarias y democráticas. Esa herencia será clave para la existencia de una resistencia obrera a los años de la transformación neoliberal, y luego permitirá el nacimiento y desarrollo del gran movimiento de Empresas Recuperadas por sus Trabajadores (ERT) en los años 2000. Hoy en día este sector cuenta con 350 y emplean 25.000 personas.
En su conjunto el movimiento cooperativo emplea directamente a 300.000 personas según CICOPA, del Ministerio de Desarrollo de la Nación, la EsyS en total genera 1.300.000 puestos de trabajo Estos datos coinciden con las estimaciones que hace el sector sobre representar al 10% del PBI de la Argentina.
Comparativamente con otros sectores de la economía del país, la Economía Social y Solidaria es intensiva en trabajo. Por ejemplo, el capital financiero en la Argentina solo emplea a 104.663 trabajadores y trabajadoras, y manejaba para el 2008 anualmente el 5.3% del PBI del país.
Es por esto que entendemos que el sector de la economía social y solidaria tiene una importancia fundamental para la sociedad argentina en términos económicos y sociales. Debemos a su vez sumar que en nuestro país, al igual que en el resto del mundo, las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) emplean al 70 por ciento de los trabajadores.
Teniendo en cuenta que el objetivo político de la Economía Social y Solidaria es la concreción de un modo de producción en donde las relaciones sociales estén basadas en la democracia “real” para poder satisfacer la reproducción ampliada de la vida. Podemos decir que los números antes mencionados a nivel argentino no nos permiten establecer fehacientemente la predominancia de esta realidad, sino más bien que el sector tiene una capacidad estructural para sobrevivir en situaciones de crisis y recuperación económica.
Esta capacidad de sostenerse radica justamente en que este proyecto pone a disposición de las personas que lo integran las herramientas necesarias, generando prácticas no depredativas. Redundando en relaciones solidarias con el objetivo de la mejor utilización de los recursos disponibles. Y justamente estas relaciones solidarias pueden coexistir con la acumulación capitalista, lo que si no puede hacerlo es la propiedad social de los medios de producción. Si la ESyS, propone una sociedad diferente y antagónica al capitalismo, entonces debe poseer herramientas para disolver la relación antagónica de trabajo y capital.