Por Alejandro Brandel. La semana pasada se difundieron nuevos datos sobre el comercio exterior de la Argentina durante este primer cuatrimestre. Junto a los controles a la compra de divisas, un tema clave para el gobierno.
Las exportaciones en abril sufrieron una caída del 6% comparado con el año pasado, sumando 6.686 millones de dólares. Las importaciones también sufrieron una caída del 14%, y sumaron 4.861 millones de dólares. Al ser más fuerte la contracción de las importaciones que las exportaciones, el saldo comercial favoreció a la Argentina, con un mayor superávit respecto al 2011, de 1.827 millones de dólares.
El ritmo del comercio internacional está disminuyendo por la crisis económica que está afectando fuertemente a Europa y Estados Unidos. Las previsiones del gobierno son que el vendaval pase para mediados de 2013, esperando que se recuperen los índices de crecimiento y de superávit comercial que se venían sosteniendo.
Desde el año pasado hubo muchas expectativas sobre lo que se venia en la economía, y como suele pasar, nadie acertó en los pronósticos. Pero con ya casi cinco meses del año cumplidos, la política del gobierno para enfrentar la crisis económica comienza a vislumbrarse.
Uno de los objetivos principales es retornar a los mercados de crédito internacionales. Para lograrlo tiene que cumplir con los pagos que adeuda, sobre todo con el Club de París. Por este motivo se desplegó una política para restringir la salida de dólares del país, tanto por giro de dividendos de las empresas al exterior como por las pequeñas compras minoristas que hace la clase media argentina. Y no solo se restringió la salida de dólares, sino que para lograr mayores niveles de liquidación de la divisa estadounidense se apunta a lograr mayores diferencias entre las exportaciones y las importaciones.
Por ese motivo, a pesar de que nunca es una buena noticia la caída del comercio exterior, el gobierno puede ver como la política de restricción a las importaciones aplicadas por el ministro de comercio interior, Guillermo Moreno, da sus frutos al ampliar el superávit comercial. En lo que va del año, el saldo comercial fue de 4.795 millones de dólares, un 57% más que en el mismo periodo del año pasado.
Si esta política es capaz de generar un verdadero proceso de sustitución de importaciones debería ser motivo de una nota mucho más extensa. Sólo es posible remarcar que no existen indicadores que demuestren que los que se deja de importar se este empezando a producir en el país. A pesar de la muy fuerte política hacia pymes e industrias argentinas de la ministra de Industria, Débora Giorgi, a través de financiamiento a bajas tasas, es dudoso, por ejemplo, que la caída del 37% en las importaciones de bienes de capital esté siendo sustituida por empresas nacionales.
Esta semana, la secretaria de Comercio Exterior, Beatriz Paglieri, aseguró en una conferencia de prensa que “el superávit fiscal y comercial son dos pilares para este gobierno. A mí me toca sostener el balance comercial”. Y afirmó que el objetivo del gobierno para este año es lograr un superávit comercial de 10 mil millones de pesos.
Con los dólares en su mano, el gobierno se propone también controlar el tipo de cambio, ya que una devaluación, con el nivel inflacionario existente, dispararía aún más los índices. Fuentes oficiales señalaron más de una vez que el tipo de cambio actual mantiene competitiva a la industria para la exportación.
Son estos lineamientos en la política económica lo que se puede esperar del gobierno para lo que resta del año. Toda medida que ayude a mejorar la balanza comercial puede ser llevada a la práctica, como la obligación de las empresas mineras de liquidar los dólares en el mercado local la estatización de YPF, ya que Repsol no sólo giraba sus dividendos al exterior sino que había comenzado a importar combustibles. .
En este marco, una desaceleración del PBI es completamente esperable. Dado el contexto antes descripto, no es esperable que el objetivo de la política económica actual sea mantener un ritmo de crecimiento a los niveles que lo hacía.
En resumidas palabras, evitar una devaluación, mantener en estos niveles la inflación o poder reducirla, aumentar la brecha de superávit fiscal para el pago de la deuda, el retorno a los mercados de créditos y, por último, intentar mantener los niveles del empleo es lo que espera el gobierno en materia económica, hasta que pase el temblor.