Por Leonardo Rodríguez. Un recorrido por la política cultural de migrantes bolivianos y bolivianas e hijos de migrantes residentes en Buenos Aires. Libros, películas y otras expresiones artísticas en torno al trabajo y la gastronomía boliviana en la capital argentina.
“La cultura le ganó al mundo globalizado”, sintetiza Fernando Martínez, director del documental ¿Por que quebró McDonald’s en Bolivia?, un recorrido por el país del altiplano a través de su comida. Casi en sintonía con la propuesta del documental, un grupo de migrantes bolivianos y bolivianas e hijos de migrantes residentes en Buenos Aires, nucleados en torno al colectivo Simbiosis cultural, responsable de la editorial Retazos, se propuso explorar la gastronomía boliviana en la capital argentina.
Fruto de esta inquietud nació el libro Se cocina Bolivia en Buenos Aires, donde cinco mujeres explican cómo desarrollan las prácticas culinarias de su país en Argentina. La recepción de recetas para preparar exquisitos o exóticos platos fue, en un principio, la motivación, pero rápidamente pasó a ser el pretexto. Finalmente, la búsqueda de condimentos, raíces y ciertas semillas o la combinación inesperada de verduras u hortalizas reconocidas terminaron dibujando el camino por los orígenes de estas mujeres y por la historia de sus pueblos, con la intención manifiesta de que un viaje por la alimentación de un determinado colectivo migrante permita también vislumbrar su situación en el país que muchas veces han elegido -en otras no han tenido opción- para cobijo. Posteriormente, en honor la idea de la que partió el proyecto, cada entrevistada eligió dos recetas para compartir con sus lectores.
Qué hay detrás de un aroma o de unos colores, qué ligazones, qué dolores, qué alegrías, de comer sentado en la máquina de costura, o gastar sandalias cargando las ollas hasta el puesto en la feria. Cómo se constituyen espacios, desde los inocultables en la calle y en los restaurantes típicos hacia los clandestinos puertas adentro, hasta con quién se comparte el plato, de dónde se han heredado los sabores que van de mano en mano entre abuelas y nietas con la marca de la identidad, muestra una mirada que excede a la mesa. Porque en la comida está también el quién: quiénes somos, para que la distancia (en kilómetros y en tiempo) no convierta a la nostalgia en un agujero que se va a haciendo cada vez más grande.
La editorial Retazos es parte del Colectivo Simbiosis Cultural, conformado por una mayoría de bolivianos o hijos de bolivianos, que trabajaban en talleres textiles, una de las principales ocupaciones para el inmigrante boliviano en Buenos Aires. Su primer libro, No olvidamos, cuenta el incendio del taller clandestino en la calle Luis Viale 1269 del barrio de Caballito, en 2006, donde fallecieron cinco niños y un adulto, y que fue decisivo para pensar e interrogar no sólo al habitante de la ciudad de Buenos Aires en general sino al interior de la colectividad. El taller contaba con habilitación del Gobierno de la Ciudad de 2001 para el trabajo de cinco máquinas. Pero detrás de las rejas que impedían la entrada o la salida, salvo a las telas, vivían hacinados cuarenta costureros y costureras. “Ni en Bolivia vivía así”, recordará más tarde Lourdes, una de las mujeres que salvó su vida de la catástrofe.
Con dos años de trabajo y diez publicaciones, los libros de Retazos están confeccionados con cartón y fotocopias al estilo de los de la editorial Eloísa cartonera, pero sus portadas están forradas de pedazos de telas de colores y texturas diversas. “Por eso Retazos, que están unidos, porque son los desechos de costura que se dejan en la calle Avellaneda o en cualquier calle donde ves un montón de pedazos de tela amontonados: es el símbolo claro de un taller textil que anda escondido por ahí, escondido aunque los retazos sean tan visibles”, relata Geraldine Peñaranda, integrante de Simbiosis.
“Al interior de la colectividad es complicado decir que la manera en que trabajamos no está bien. Porque la primera reacción es que le estás quitando el pan a alguien por estar hablando de estos temas. El cómo venimos, el por qué venimos, el cálculo que se hace al venir, cómo se va transformando -continúa Geraldine-, porque primero vienes por un tiempito, te matas trabajando tal vez un año entero y te volvés, cálculo que obviamente en el transcurso se va deformando porque primero te dicen ‘en un año te voy a pagar cien dólares por mes’, pero te pagan menos, a veces no pagan, te cobran el pasaje con el que te trajeron, y las circunstancias ya no son tan fáciles y te conviene quedarte trabajando más tiempo”.
Y ese tiempo es el tiempo de tu vida y te vas afincando, criando a tus hijos e hijas, y tu valija cultural incorpora las costumbres de tu nueva casa y sobre ella también descargas tus pequeños tesoros y ya la ciudad, como vos, no son la misma.