Por Lucas Morello. Después del paro del pasado 10 de abril la fichas dentro del PJ empiezan a moverse más rápido y las dificultades de cara a una interna que pretende abarcar todo el 2014 son un desafío difícil de descifrar para quienes pretenden alejarse tanto del kirchnerismo como de la oposición por derecha.
Todo paro es político
Si tuviéramos que mencionar a los principales ganadores de las jornadas de huelga del pasado 10 de abril las respuestas serían contundentes: Moyano, Barrionuevo y por encima, casi espiritualmente, la figura de Massa salen fortalecidos después de haber demostrado parte importante de su arsenal a la gestión K.
Pero no es sólo la capacidad de influir en los principales gremios de transporte lo que marca la fortaleza demostrada por los principales convocantes al paro (garantía principal de la contundencia de la medida); fue la impronta política de haber podido interpelar el descontento económico reinante en buena parte de la sociedad frente a las limitaciones que atraviesa actualmente el modelo K, en una medida de fuerte impacto.
El paro está enmarcado en una situación más que compleja para la clase trabajadora en la Argentina: reñido cierres paritarios y pisos bajísimos propuestos por las patronales, niveles de inflación cada vez más altos, en fin, la pérdida más importante del poder adquisitivo del salario en los últimos diez años. Toda esta situación no puede entenderse como el motor de la medida de fuerza, aunque sí lo haya sido para una fracción mínima del sindicalismo alineado con la izquierda para convocar al mismo.
Todo paro es político, y todo contexto determina las acciones que en la coyuntura se manifiestan. Si por hacer un caricaturesco acercamiento al materialismo histórico tendríamos que decir qué relación tuvo la medida del 10 con la lucha de clases, podríamos decir que lo que pasó el pasado jueves se asemejó más a un paro de diferentes patronales a un Gobierno que a un paro de trabajadores a las patronales. Los laburantes que pararon por su bolsillo pudieron hacerlo lamentablemente porque tanto los intereses de la burocracia sindical empresarial, y los de un sector privado que presenta una de las parálisis más grandes de los últimos años (un crecimiento por debajo del 6% menor que en el 2012) hicieron jugar sus cartas en disputa con la gestión Gubernamental de cara al panorama 2015.
El paro del 10 parecería ser entonces uno de los primeros grandes batacazos del 2014 impulsados por la derecha peronista para delimitar el terreno de cara a una sucesión que dista mucho de desarrollarse ordenadamente a pesar de los deseos oficialistas.
La larga marcha… hacia el 2015
El tiempo es “Interna” y la interna el panorama que resta hacia el 2015. Las encuestas que se amontonaban en las puertas de las redacciones de los medios hegemónicos para salir el 11 de abril ya dieron sus primeros veredictos: Massa, Scioli y Macri acortan su brecha y se siguen paso a paso. Dentro del PJ se empiezan a dar diferentes señales, tanto lealtad indiscutida a la presidenta como de apertura a los posibles sucesores, como lo declaró Gioja.
Por su lado, el sueño del progresismo y la supuesta centroizquierda se evapora en una Carrio que resurge entre flores a Macri y elogios a Binner. Desde el oficialismo se espera una salida que no dificulte una transición ordenada que pueda sostener en los próximos 18 meses la capacidad de Cristina de seguir imponiendo reglas de juego. El problema se torna mayor cuando para atacar a la oposición de derecha y sus reales intereses a la hora de generar contraofensivas contra el Gobierno, no pueden dejar de mencionarse los principales problemas estructurales que hoy marcan el agotamiento del modelo kirchnerista de “contención social”.
Los márgenes del discurso por izquierda del Gobierno nacional se van achicando mientras el descontento por abajo frente a la crisis económica sean cada vez mas receptivos a las medidas anti Casa Rosada. Mientras por la senda derecha la cuestión sigue siendo quién va encarnar y embanderar la aniquilación del proyecto kirchnerista, dentro de las filas oficiales el problema es si se disputa un transición prolija o se adelanta la jugada para patear el tablero. El problema es que, aunque aun haya sectores más progresistas dentro del kirchnerismo que anhelen que ese “patear el tablero” implique una radicalización del proceso kirchnerista, lo que se ha construido hasta ahora en materia de organización política implica preocuparse primero por cómo sostenerse en el lugar antes que pensar en por qué y para qué se está en donde se está. El modelo se rompe entonces por su eslabón más débil, en lo que hay que hacer para no perder el poder, más que en un “modelo” que necesita el poder para consolidar un supuesto proyecto nacional y popular.
Confrontación por arriba y contradicciones por abajo
La actuación de la izquierda en el Paro genera aún muchos debates, la problemática mayor que se presenta, mas allá de lo que pasó aquel jueves, es cómo la izquierda se parará y se posicionará en una disputa de los de arriba que parece presentará aún más escenarios complejos como los del pasado 10 de abril. Si bien no podemos caer en la crítica de que adherir a un paro que haya convocado la burocracia sindical es un error y una contradicción en sí mismo, tampoco podemos partir que la delimitación del “qué hacer el 10” sólo debía despejar este embrollo. Es cierto que a lo largo de la historia del sindicalismo los paros convocados por la burocracia han podido ser capitalizados por el descontento popular y por el accionar de las masas dando vuelco importantes en la vida política, desde los paros del 69’ hasta los del 79’. Sin embargo el contexto del 2014 y el ánimo popular dista mucho de ser el de las vísperas del Cordobazo o el de un descontento antidictatorial. Entonces ¿En donde se pone el acento del análisis, cual es la contradicción principal que se analiza?
Detrás de la sucesión hacia el 2015 se pone en juego el reacomodamiento de un sector de la oligarquía en el poder, y esto va más allá de si el kirchenrismo gana o no la pulseada. El problema no reside tanto en qué sector termina repartiendo las cartas, sino más bien, cuál va ser la fuerza que le permita repartirlas, de donde viene esa fuerza. La izquierda esbozó de cara al 10 de abril más de un argumente válido de por qué había que parar, de hecho muchas organizaciones que presentan una no despreciable inserción dentro del movimiento obrero planteaban genuinamente el descontento de muchos laburantes de base que empujaban a adherirse al paro. Pero las fotos no mienten: la izquierda se alineó con los sectores más a la derecha para darle un golpe al Gobierno, y así jugó con la camiseta de los trabajadores mejor o peor puesta, en un partido donde los dos equipos eran de las “patronales” (y hasta a veces con auspiciantes parecidos). Como lo señalábamos en un comienzo, la efectividad del golpe que Moyano-Barrionuevo-Massa dieron es haber podido capitalizar de cierta manera parte del descontento de una franja importante de la población, un descontento que sigue sin abonar a un proyecto que sepamos que en un futuro no vaya en contra de los interese populares.
Los cortes terminaron de alguna manera abonado tanto al discurso oficial que los expuso como los principales causantes de que la gente no llegara a sus trabajos como de los carcamanes sindicales que denigraron la conducta “antisocial” de la izquierda. Los cortes fueron un intento de generar una respuesta independiente de la disputa que el paro encerraba, pero no se puede negar que terminaron jugando en esa misma disputa. El kirchnerismo ha sido capaz de poner en aprietos más de una vez a los sectores de izquierda y progresistas con sus medidas, hoy el desafío de cara un escenario más que complejo de cara al 2015 es cómo poder interpelar un descontento popular delimitándose claramente de los sectores más reaccionarios de la Argentina e interfiriendo en las contradicciones y limitaciones que el kircherismo no ha resuelto ni parecería estar dispuesto a resolver.
Sería difícil pensar que un brete como este pueda pensarse con la misma lógica que lo piensan desde arriba, la de cómo llegar a las elecciones en el 2015, en vez de pensar cómo acumular experiencia popular que pueda abonar un panorama pos 2015 a favor de una alternativa superadora al modelo actual, y no por derecha.