Por Noelia Leiva. En uno de los talleres más concurridos de las jornadas, las participantes reclamaron el cierre de los prostíbulos. No son inocentes: denunciaron la complicidad policial y política frente a los secuestros de jóvenes y adultas. Y entendieron la prostitución como el mercado de explotación que alimenta la trata.
Zonas liberadas para el para el secuestro de niñas, adolescentes y adultas; personas que se ganan la confianza de la posible víctima para entregarla más tarde, promesas engañosas de empleo, policías que permiten la violencia; concejales, intendentes y hasta gobernadores que tejen redes de corrupción para que todo ocurra. Con las particularidades de cada localía, los relatos compartidos durante el taller “Mujer y Trata” del 29° Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) realizado en Salta tuvieron puntos coincidentes. Y ya sabidos de memoria por las militantes.
El sábado último por la tarde, mientras muchos contingentes recién llegaban a la provincia norteña, la cantidad de gente en ese espacio ya permitía desdoblar la reunión en dos grupos. En ambos, la sensación que rondaba era que las historias se repetían. La organización barrial y de los movimientos de mujeres resultó clave para la prevención y la erradicación de la trata, en mecanismo patriarcal que avasalla derechos. Es que, en muchos casos, cuando se difundieron rápidamente las fotos de una chica desaparecida se pudo dar con ella. O cuando un vecino o vecina recordó la patente del auto al que la vio subir, o detectó una actitud extraña en su acompañante, o la alertó sobre el tono dudoso de una propuesta laboral demasiado prometedora.
Una vez más, las complicidades de las fuerzas de seguridad –las mismas cuyas representantes femeninas fueron ‘invitadas’ por primera vez a la mesa del Encuentro y tuvieron que irse- fue remarcada en cada exposición, o porque no hubo celeridad en la propuesta o porque llevan sobre sus espaldas la sospecha de liberar las zonas para los secuestros. Aunque también se detectaron casos de trata para someter a la persona al trabajo esclavo o casos de tráfico de órganos, el eje de discusión fueron los delitos de explotación sexual.
Prostitución como grillete
Que en la situación de prostitución subyace la condena patriarcal que consume cuerpos femeninos como objetos y que, por lo tanto, no es un trabajo, fue la premisa clara que resultó del taller. En el camino del abolicionismo, resaltaron que los clientes son prostituyentes y, entonces, cómplices más o menos conscientes de las redes de sometimiento que alimentan a privados, prostíbulos y whiskerías.
Por ese motivo, reclamaron el urgente cierre de todos los espacios donde se ejerza la prostitución, que en esencia no están habilitados por la ley y asumen categorías clandestinas para funcionar. Señalaron que existen alrededor de 1200 prostíbulos con al menos diez mujeres en cada uno, sólo en Buenos Aires. Como cantó la marcha del Encuentro el domingo último, “¡no están perdidas!/ ¡no están perdidas!/Están desaparecidas/ para ser prostituídas”.
El aumento de las penas mínimas para los tratantes y proxenetas y el fin de la complicidad de los poderes fue otro de los pedidos fuertes que acompañaron las conclusiones del taller, leídas el lunes, en las últimas horas del ENM. Allí, las historias cobraron nombre y apellido y, al clamar por algunas, las 40 mil mujeres pidieron la aparición con vida de todas: que vuelvan sanas y salvas Yamila Cuello y Delma Mercado, junto a las víctimas de trata.
Las herramientas
Pese a la complicidad del poder gubernamental en el secuestro de las chicas más el funcionamiento de los prostíbulos o las redes de venta de mujeres, recurrir a los instrumentos del Estado es todavía el camino a seguir para dar con el paradero de la persona buscada, asumieron varias de las participantes del taller.
En muchos barrios de todo el país, la naturalización de la ausencia repentina y continua de las vecinas de la comunidad asociado al temor de involucrarse lleva a que no se accione rápidamente la búsqueda. “Muchas madres piensan que van a volver al día siguiente porque se quedaron en la casa de alguien”, describió una de las participantes, integrante de un equipo psicopedagógico del sur del Gran Buenos Aires. Lejos de ello, consideraron que debe radicarse de inmediato la denuncia y acudir a la Justicia si la Policía no avanza o, como es frecuente, siquiera acepta a registrar la demanda de la búsqueda de paradero.
Para el territorio, propusieron fortalecer los vínculos de comunicación para advertir a las posibles víctimas de movimientos sospechosos o lugares ya identificados como liberados para los proxenetas. La organización codo a codo ayuda a encontrarlas y a contener a las familias en ese momento tan doloroso. En una palabra, hacer sentir que cada mujer no es un objeto de uso y descarte, menos cuando se juntan y recobra valor una de las sentencias más fuertes del feminismo: “Si tocan a una, nos tocan a todas”.