Por M. T.* La novela de Julio Cortázar Libro de Manuel es una obra paradigmática en el gran intento de construir un diálogo entre la literatura y la política. Para acercar al lector a su contenido traemos aquí unos apuntes, para seguir pensando a 40 años de su primera edición.
Esto no es un libro. Quien lo toca está tocando a un hombre, dijo el poeta Walt Whitman. Libro de Manuel (1973), novela de Julio Cortázar, es aquello que dijo el norteamericano, y es más, es una puerta sobre una generación, la de los años 60 y 70, un continente, América Latina, un país, Argentina, y una ciudad, París, siempre.
Es el intento declarado de convergencia entre literatura y política, una de las travesías mayores de la escritura, golpeada de urgencias personales y sobre todo colectivas, una búsqueda que tal vez pueda pensarse en la clave en que Leónidas Lamborghini la definió: La política es una piedra de molino atada a la literatura pero hay que saber flotar.
Pero ¿qué literatura?, y ¿qué política? En este libro aparece nuevamente la inmensa calidad literaria de Julio, la del autor de El perseguidor, Rayuela y Todos los fuegos el fuego, para nombrar sólo algunas de sus obras anteriores a Libro de Manuel. Vuelven en él con la misma audacia diálogos como aquellos entre La Maga y Oliveira, lo extraordinario en el cotidiano de La autopista del sur, la palabra de Julio, inconfundible.
Esto discrepa con una crítica que desató esta novela: el resentimiento en la dimensión literaria de la obra, algo de lo cual habló el propio autor y definió como la posición liberal, qué lástima, un tipo que escribía buenas novelas, ahora se mete en un libro que es un brulote. Es que la perspectiva política de Cortázar molestó, incomodó a muchos que pretendían de él solo grandes novelas o cuentos, y no posicionamientos a favor de Cuba, el socialismo como perspectiva ideológica, la revolución sandinista en años posteriores (que dio nacimiento a otro libro imprescindible: Nicaragua tan violentamente dulce), y la incansable lucha contra las dictaduras en Argentina y en el continente.
Por eso seguramente Libro de Manuel no suele ser rescatado en su justa dimensión en las reconstrucciones de la obra de Cortázar, porque interpela, denuncia, y para eso basta leer la postdata escrita el 7 de septiembre de 1972: ¿Olvida? ¿Quién olvida? Una vez más entra en juego el masaje a escala mundial de los mass media. No se oye, no se lee más que Munich, Munich. No hay lugar en sus canales, en sus columnas, en sus mensajes, para decir, entre otras cosas, Trelew.
La política atraviesa la novela desde las primeras páginas, y al preguntarnos ¿qué política?, podríamos responder: la de una generación, pero bajo los ojos de Julio, preguntando, discutiendo con izquierdas, peronismos, procesos históricos. Ahí los tenés a los muchachos, los estás viendo jugarse, y entonces qué; si llegan a salirse con la suya (…) entonces pasará una vez más lo de siempre, endurecimiento ideológico, rigor mortis de la vida cotidiana, mojigatería, no digas malas palabras compañero, burocracia del sexo y sexualidad a horario de la burocracia, todo tan sabido.
¿Es esa la perspectiva real de Cortázar?, ¿no es acaso una provocación?, ¿una necesidad de traer la palabra crítica para aportarla a un horizonte común? En la novela el autor tiene una voz pero no es esta, sino la de Andrés, un personaje a veces en primera persona y otras en tercera, que desde el punto de vista humano y político no provoca demasiada admiración, sino casi lo contrario. Una voz entre las diversas que hablan a lo largo de la novela, que traen debates, perspectivas, metodologías de lucha, las preguntas de una época, que a su vez nos interrogan.
Porque Julio forma parte de una generación, tanto de escritores como de militantes, aunque no falte quien intente quitarle autoridad por haber vivido gran parte de su vida en París, (En este tiempo hay quien dice que lo único que cuenta es el lenguaje de las ametralladoras. Yo te voy a repetir (…): Cada uno tiene sus ametralladoras específicas. La mía, por el momento, es la literatura, afirmó en 1973) y en sus pasos puede leerse el recorrido ideológico que atravesó por ejemplo Rodolfo Walsh, y una búsqueda: ¿cómo combinar la política y la literatura?, ¿es posible sin que ambas terminen perjudicadas?
Sobre este aspecto Libro de Manuel ofrece posibilidades, ensayos: intercala, superpone, trae al mundo exterior la “realidad”, en forma de recortes de diario, pone en boca de lo cotidiano discusiones, reflexiones. La política es el telón de fondo, el escenario principal, pero se entrecruza con las relaciones humanas, la música, la sexualidad, pierde protagonismo para regresar abrupta o encubierta. ¿Es que acaso se puede compartimentar y ordenar en un libro lo que en la vida aparece como aquello que Leónidas Lamborghini definió como mezcolanza?
Pero también está la ficción, la magia. Es que Julio trae la política, y hablamos de la lucha armada, bajo animalitos peludos, La Joda, rompe, acerca desde otro lugar, algo que él mismo reconoció incomodó a sectores de la izquierda: Ya verás vos, que muchos de nuestros compañeros de ruta, nuestros camaradas, van a decir que un tema tan terrible como es el de la tortura, tan serio (…) no se puede tratar como en mi libro, de la manera fantasiosa, absurda, llena humor y pingüinos.
La política interpela en este libro, al igual que ella misma es interpelada, tanto en sus contenidos como en las formas en que se nos es presentada. ¿La política revolucionaria no admite las risas, las sexualidades, la crítica, hasta la burla, de sí misma como un gran espejo que nos pregunta? ¿La política debe repetir su mismo lenguaje en la literatura? ¿Sólo así puede ser protagonista o invitada de honor de una novela, un cuento o un poema?
La política decíamos atraviesa toda la novela, entra por la vida de los protagonistas, por los recortes de diarios, pero también sale del propio libro, o mejor dicho éste se adentra en la vida de aquellos que son noticia a lo largo de las páginas: Una de las cosas que más me ha conmovido es que con el dinero de ese libro las madres de muchachos que estaban presos en las cárceles de la Patagonia (…), los abogados pudieron con ese dinero alquilar una serie de autobuses, de autocares, y llevarse a las familias a visitar a los presos. ¿Comprendes? Es decir, el libro continuaba, continuaba en la vida.
Libro de Manuel puede ser pensado entonces como una búsqueda, esa palabra que parece describir de la mejor manera a Julio Cortázar, un hombre que recorrió el camino de las rupturas, en la literatura, la política, rearmándolas para volver a desarmarlas, llevándolas hasta lo nuevo que se hace viejo con el tiempo y nuevamente debe ser cuestionado, con la certeza de que los protagonistas son los lectores, los pueblos. Cortázar nos ofrece herramientas para pensar, soñar, cuestionarnos, empujarnos a que nosotros también intentemos, busquemos.
*Marco Teruggi, autor del poemario Siempre regreso al pie del árbol, del blog americasurrealista.blogspot.com, y licenciado en sociología.