Por Tomás Astelarra. Entrevista a Eli Suárez, actual líder de la banda de rock under Los Gardelitos. Solidaridad, independencia, rock con identidad y la sombra de Cromagnon.
Después de la muerte de su padre (Korneta) y el alejamiento de Horacio y Martín Ale, Eli Suarez ha quedado como el único sobreviviente de la formación original de los Gardelitos, que no solo es una banda de rock sino también una miniempresa autogestiva que, sin mayores auspiciantes ni grandes socios, ha sabido llenar el estadio de All Boys con 10.000 personas y que hoy convoca entre 1000 y 2000 seguidores en sus conciertos en Buenos Aires, el conurbano y el interior del país. Desde que Eli se ha transformado en líder del grupo, si bien las canciones son las mismas, la forma de trabajar de Gardelitos ha cambiado mucho. Los ensayos son obsesivos y sin muchas sustancias, el entorno más reducido, en los camarines se respira concentración y los shows arrancan en hora, con un set de canciones que pasan sin muchos comentarios y en un clima de contención hacia el público (algo que quizás tenga que ver con lo cerca que estuvieron los Gardelitos de Cromagnon). Los últimos conciertos del grupo también siguen la lógica de tocar con bandas del lugar, cobrar entradas económicas y recolectar útiles o alimentos para organizaciones sociales de la zona. En un bar de Almagro, café de por medio, Eli se sienta a charlar con sensible modestia y con una inocencia que no coincide con sus experiencias y su treinta largos años. Pibe de barrio, con ciertas certezas expresadas con esa simpleza que a veces cargan los líderes indígenas, su voz es la de muchos.
Marcha: ¿A pesar de su masividad siguen siendo una banda under?
Eli Suárez: No tenemos pudor en decir que seguimos siendo una banda under y disfrutamos de eso también. No renegamos de la masividad que podamos tener potencialmente, pero no por eso dejamos de ser under en la concepción de las cosas y en nuestras relaciones. Esto es necesario, sobre todo hoy que el público de rock ha perdido la posibilidad de ver bandas de menor convocatoria. Después de Cromagnon se cortó muchísimo eso. Son muy poquitas las bandas que están surgiendo en este momento. Nahual, te puedo decir. Y el público está estancado, hay que darle una vuelta. También lo estamos haciendo en el interior. En Jujuy invitamos unos chicos de una comunidad aborigen Quebraleña, el grupo la Coquera, que estaban haciendo un cover del tema Querandíes. Se juntaron libros para una escuela de Tilcara. No son muchos los productores que se copan, pero los convencemos. Es solo un prejuicio, tienen miedo de que seas un idealista. Armamos todo con la organización Semillero Rock. La gente colabora mucho y eso está buenísimo. Vos fijate que los chicos nos contaban que en el Teatro de Flores juntamos más comida que en los shows de Manu Chao o de Calle 13.
M.: ¿Y siguen haciendo todo de forma independiente?
E.S.: Lo de la independencia fue más una consecuencia que una decisión o una bandera para levantar. Llega un punto donde te sentís rechazado pero igual querés seguir para adelante con lo que tenés para decir. Y hay que utilizar tu instinto de supervivencia a todo esto que está tan impuesto y empezar a buscar caminos alternativos. Nosotros nunca decimos que no a nada. No decimos que no vamos a trabajar más con una multinacional. Pero hoy por hoy la libertad que estamos teniendo está buena y aparte va avanzando cada vez más esa especie de animosidad con respecto a la música, el sonido y las posturas de las bandas de rock y cada vez te dejan menos margen para expresarte. Porque más que una expresión el rock termina siendo casi como una caricatura de sí mismo. Ha pasado a formar parte de la falta de propuesta general. Está más cerca de despertar un bostezo que un grito de rebeldía. Eso es peligroso para todos.
Fue siempre lo que irradió Korneta en el escenario y en las canciones y es la base de Gardelitos: para diferenciarte del resto simplemente tenes que ser vos mismo. Hay bandas que no disfrutan la música sino que están más pendientes de lo que el éxito genera. Y es bastante triste ver que un músico piense así. Gente que te dice: por qué no le das un sonido más así que es lo que está pegando. Y capaz ni le gusta eso. Pero ellos piensan que te están tirando una como decirte: che, por qué no te pones un negocio de pollo al spiedo que es lo que está saliendo. Y el arte fundamentalmente me parece que fue, es y va a ser lo que uno siente. No sólo es por criticar a las demás bandas. Es también para que no nos pase a nosotros, cualquiera puede tener esas debilidades.
M.: ¿Y el público los sigue a pesar de tantos cambios y de que no hayan seguido el camino de muchas otras bandas de mayor convocatoria?
E.S.: Tuvo mucho que ver con el hecho de que sigamos adelante con el grupo. Es como que te va cargando de una energía que no estaba prevista. A uno a veces le cuesta bastante seguir adelante en una situación así. Pero es como que nos van marcando un camino, eso está bueno. Nos aceptan como somos. No están pidiendo que seamos una copia de los Redonditos o los Ratones. Respetan nuestra identidad. Nos dan libertad a nosotros para jugar con la música. El tema de que el rock se transforme en algo exitoso es un arma de doble filo. Porque también empezó a entrar en una comodidad que puede llegar a ser muy contraproducente con el hecho de generar cosas. Hay que ser concientes de los tiempos que corren. Y a veces te terminas aislando, pero las cosas se van dando para eso. Uno trata de encajar y no encaja. Y no podes forzarlo.
M.: También convocan a un público especial, a veces con fama de bardo, como lo era en su momento el público de los Redondos.
E.S.: La fama de bardo es más prejuicio que otra cosa. Porque los pibes hace varios años que son re tranquilos. Larralde decía que a la gente que es pobre se le dice gente humilde y que una cosa es ser pobre y otra es ser humilde. Pobreza es lo que sobra, humildad es lo que falta, decía el tipo. Te quieren hacer sentir que porque sos pobre hay que bajar la cabeza. Así también cuando quieren te escrachan y te dicen vos por ser pobre sos un bardo.
M.: Últimamente parece que han tomado una postura de contención hacía el público desde lo escénico. No tanta arenga y más mensaje.
E.S.: Siempre existió una actitud, dentro de nuestras limitaciones, de respeto a la gente. La idea de incorporar los trajes al show tiene que ver con eso. Además de ser una especie de homenaje a lo que es la generación de nuestros abuelos y el tango, tiene que ver con una cuestión de respeto. Hemos ido a tocar a Ciudad Oculta o a Villa Jardín, barrios de bajos recursos. Y no porque estemos tocando en una villa vamos a subir con el pantalón roto. El tema de estar más tranqui en el show fue decantando con el tiempo. En un momento estábamos bastante sacados con una necesidad de comunicarnos de forma compulsiva. Fue una etapa pre-Cromagnon, donde estaba esa sensación de estar a punto de explotar. Justamente hay un tema en el último disco que se llama Mezclas Raras, que es el que yo escribí. Es de unos meses antes y habla de esa falta de unión que podemos llegar a tener nosotros como sociedad, o como banda de rock o como movimiento, parte de un todo. Esa actitud de mandar todo a la concha de su hermana, no nos importa nada. Como una especie de abandono de esta generación que está necesitando un lugar y creer que puede existir un mañana. Durante dos mil años se viene acumulando una paranoia sobre el fin del mundo y nosotros terminamos pagando el pato por unos miedos que se vienen arrastrando hace un montón. Y parece que nunca tuviéramos oportunidad de ver un horizonte. Eso produce también como una especie de angustia que se transforma en bronca y sale para cualquier lado. Es verdad que uno termina meando fuera del tarro. Pero tampoco es que uno de la nada salió con esa forma.
M.: ¿Y cómo ves lo de Cromagnon hoy, a la distancia?
E.S.: Quiero remarcar que yo no puedo ser muy objetivo. Mucha gente que estaba ahí tenía la camiseta de los Gardelitos, y conozco a Chabán hace muchos años y conozco a Callejeros hace muchos años también y sé que están pasando un momento jodido. Pero también lo puedo ver desde adentro y tiene una profundidad lo que puedo decir, me toca muy de cerca. Están en juego muchos valores de la sociedad. Mi mayor respeto para con los familiares de la víctimas, pero a mí me parece que con el último fallo se sigue poniendo el foco en lo superficial del tema no en el fondo de la movida. Creo que realmente la responsabilidad recae en los funcionarios y que nosotros como sociedad tenemos que aprender a reclamar lo que corresponde, a apuntar a esta gente que estudió para saber si el lugar esta habilitado y no pretender que un músico también tenga conocimientos técnicos de esas cosas, de si un techo puede generar semejante masacre. Eso no es muy coherente. Nosotros lo expresamos, que a nadie le importa si estamos acá. Esa es la sensación que nos ha dejado, esa referencia es para la clase política y hay una sociedad que no va más allá y que no profundiza en el tema. De pronto pasas a ser un criminal por meter mucha gente en un lugar. Gardel llenaba teatros y llenaba cines. Lo que produjo la muerte de 194 personas y más de 1400 heridos es que ese lugar no estaba en condiciones, que los músicos confiábamos en lo que dijo Omar y que Omar también tiene que estar observado o limitado por ese aparato político, que para eso están. Hemos pecado de inocentes o de ingenuos pensando que nos estaban cuidando personas que no nos estaban cuidando.
Esa sensación de que no les importa nada, ni cuando estábamos, ni cuando dejamos de estar. Estamos pidiendo que nos cuide gente que está generando dolores y también crímenes. Se pone mucho el foco en una bengala, que será un vicio, un error o lo que sea, pero obviamente eso tiene que ver con que hoy por hoy no tenemos muchas opciones por estar tan marginados de todo. Y ese era el lugar que teníamos para expresarnos, como lo hacíamos en la cancha o en una movilización política, con banderas, con movidas.
La negligencia es del poder político y como sociedad seguimos pidiéndoles más policía y más seguridad cuando sabemos que ellos son los criminales. Así es lógico que pase lo que pasó, pero en este momento da la sensación de que hay una herida que está abierta y que no se va a cerrar. ¿Pero hasta qué punto le importa a los tipos o les va a importar dejar al descubierto una relación enferma que existe entre la clase política y el pueblo. Sabemos que no les importamos. Y es muy triste ver que mucha gente no se da cuenta de esa situación y dicen que la culpa la tiene el cantante.
M.: De hecho, Cromagnon le ha servido a los políticos para cerrar espacios y voces.
E.S.: Ha servido para criminalizar al rock, para marginarlo cada vez más, para dejarlo excluido. Si bien el rock es contracultura, como pensamiento está cada vez más al margen y hay una sociedad que avala eso. Yo he escuchado a gente decir que está bien, que de última eran unos negritos que pedían un peso pa´ la birra, que no servían para nada. O he visto a un músico de rock popular muy importante diciendo: yo me quiero sacar de encima a la villa. Es parte de lo mismo, que es dividir, cuando el rock se supone que rompe barreras sociales, generacionales y culturales, que tiene una tendencia a atravesar esas fronteras.
Ahí te replanteas como se fortalece la corrupción de los aparatos políticos con Cromagnon. Como decía el Cabra: esto ha favorecido a los monopolios y a la corrupción, esto ha facilitado que todo sea cada vez más oscuro y más jodido y no creo que esté mejorando. Por eso es importante la lucha que tiene la Unión de Músicos Independientes (UMI) para que haya lugares dignos para tocar, para dejar claro que si agarras una guitarra no es que agarras un arma, para que se reconozca al rock como parte de la cultura porque somos trabajadores.
En ese sentido ha sido muy determinante todo esto porque te pone dos opciones: o haces las cosas lo mejor que podés y empezás a hacer un examen existencial, a ver lo que te sirve y lo que no, o tenés el otro camino, que es terminar en cualquier lado y quedar consumido por tu propio oficio, por tus propios berretines y debilidades.
A los golpes estamos aprendiendo. De la peor manera, pero estamos aprendiendo. Como decía el Indio: el rock siempre se ha desarrollado en lugares no muy propicios. Ahora estamos haciendo las cosas lo mejor posible, lo otro fue una cuestión de necesidad, no de negligencia. Haces las cosas como podes dentro de los recursos que tenés. Hoy también hay un montón de limitaciones con las habilitaciones y con todo un manejo que hay detrás del negocio del rock, pero las bandas nos tenemos que poner a la altura de las circunstancias. Hay muchos que se quedan en el tiempo y piensan que Cromagnon es algo que le paso a una sola banda.
M.: Vos mantuviste un lazo con los Callejeros y con el Pato Fonanet. ¿Cómo los ves?
E.S.: Vi hace poco a los chicos de Callejeros porque nos invitaron a hacer unos temas en Santa Fe. Hacía mucho que no nos veíamos y los pude ver al día de hoy con una mirada limpia. Creo que Pato conserva esa inocencia que el tiene y, digan lo digan, eso tiene que estar.
“Ser un hombre sin dejar de ser un niño”, como decía el Che Guevara. En esencia sigue siendo la misma persona que yo conocí. Eso me deja con calma, más allá que hay todo un show que montado alrededor. Hay que luchar por mantener esa esencia.
Es enorme el apoyo que tienen de la gente. Y, más allá de eso, también reconozco que si bien Omar no tiene seguidores ni gente que esté con el, tampoco es un criminal. Y lo mismo con Raúl. Como te decía, hay otra cuestiones con Cromagnon que son mucho más serias y que para mí no están resueltas pero que no nos animamos a encarar. Cromagnon es una metáfora de lo que nos pasa como pueblo, nosotros sabemos quien es el responsable pero siempre paga el pato el más perejil. Es como el “no te metas”, salvando las distancias, como resabios de ese miedo. Sabemos lo que está pasando y sabemos que no está bien, pero preferimos pensar que le pasa a Callejeros. Pero nos pasa a todos. Y está bueno establecer esa empatía con la gente. Nosotros en los shows siempre mencionamos a muchas bandas y cuando mencionamos a Callejeros se hace un silencio. Igual los seguimos mencionando. La idea es que no volvamos a cometer los mismos errores, la idea es tener una concepción mas humanizada de las cosas. Pero hay gente que quiere ver a alguien preso, no importa a quien. Con todo el respeto por los familiares, una cosa es la justicia y otra es tener una especie de revancha con algo que nunca te va a alcanzar, porque ese dolor no se llena con nada. Pero podes compartir ese dolor, porque nos paso a todos como sociedad. Hacernos cargo y ver las miserias que está dejando a la luz esta sociedad más allá de que los pibes no vayan a volver. Está bueno que quizás esto también, de una manera espantosa, pueda servir para que un montón de pibes estemos mas atentos a la realidad social y política que vivimos y a las acciones que emprendemos. Nos hace tomar conciencia a los golpes de que hay que hacerse cargo de una realidad más dura de lo que imaginábamos. Es como perder la inocencia.
Yo veo eso y para mí es una idea de que quizás pueda ser ingenua o romántica hoy por hoy pero prefiero muchas veces esa fantasía de poder cambiar las cosas a esta mentira de acomodarte y decir: para que vas a cambiar si de última tampoco la vas a pasar mal. Si sos músico y vivís de esto, para qué te vas a calentar escribiendo una letra si con un par de melodías pegadizas ya está.
En el Champaquí había un dibujito con una frase en idioma indígena que decía: si yo soy feliz y mi hermano no es feliz, entonces yo no soy feliz. Eso es algo que hace falta a nivel humanidad. Esta bueno ir juntos.
Foto: http://www.losgardelitos.net