Por Carlos Echeverri*. Sacate la pelusa del ombligo del rock nacional y echale una ojeada al rockandroll latinoamericano. ¡Marcha te hace la tarea! Tres décadas, tres bandas, tres notas, un país: Chile.
Aprovechando la reciente movida futbolera y la fiebre integracionista del continente latinoamericano, reseñaremos musicalmente a uno de los países más cercanos a la Argentina geográficamente, pero más lejano culturalmente: Chile.
Las razones de esa distancia resultan confusas. Probablemente, Argentina, la pionera e intérprete del mejor rock latinoamericano, haya caído en el embrujo de reforzar tanto su potente escena local, que se quedaron sin referentes cercanos. Cualquier rockero latinoamericano tiene las suficientes nociones para ubicarse dentro del espectro del rock argentino. Lamentablemente no ocurre a las inversa. Es hora de llorar sobre la leche derramada y exclamar dramáticamente rasgándonos las vestiduras: “¡No conozco una mierda de rock latinoamericano!… ¿Y? ¡Me importa un carajo!” Entonces voce coloca un capítulo de Game of Thrones o Breaking Bad y se olvida… o, reflexiona: “Capaz me estoy perdiendo de algo”. Y allí, las reseñas sobre el rock trasandino que Marcha publicará, en tres entregas, le pudieran ser útil.
Las tres grandes bandas del rock chileno son: Los Prisioneros, en los 80; Los Tres en los 90; y el caso Lucybell. En esta primera entrega hablaremos entonces de Los Prisioneros.
Los Prisioneros
Sencillamente es la banda más contestataria e irónica del rock latinoamericano. Protagonizaron unos de los momentos cumbres del rock en español en los años 80. Canciones como “El baile de los que sobran”, “Sexo”, “Tren al sur”, “Muevan las industrias” y “Estrechez de corazón” se convirtieron en himnos para toda una generación sudaca.
Pero Los prisioneros no solo son un testimonio de una época, son la crónica (escuchar “La voz de los ochentas”). El añadido de esta particular banda es que contribuyó a delimitar la identidad del rock latino, de hecho, “We are sudamerican rocker” fue la canción elegida por Mtv Latinoamérica (el de aquellos tiempos) para iniciar su programación en el 1993. “Elvis, ¡sacúdete en tu cripta!”. El estreno del canal fue lanzado con esta declaración de principios.
Temas como “Latinoamérica es un pueblo al sur de EEUU”, “Maldito Sudaca” o “Por qué no se van (del país)” desplegaban con frases demoledoras y sarcásticas, verdades incómodas que nos hacían reflexionar. Sus letras nos increpaban de manera directa y apelaban a nuestro ingenio: “¿Por qué los ricos tienen derecho a pasarlo tan bien si son tan imbéciles como los pobres?”.
En “Pa pa pa”, dedicada a la paz mundial, así como en los elogios de “Lo estamos pasando muy bien” al sistema neoliberal que imponía la dictadura chilena, y “Corazones Rojos”, una rola bastante jugada que trata(ba) en términos escabrosos el papel de la mujer en la sociedad, nos encontramos con canciones en clave totalmente satírica, es decir, que querían decir lo contrario de lo que dicen, ¿o no?
En “¿Quién mato a Marilyn?”, “La cultura de la basura” y “Mentalidad televisiva”, entre otras, exponen su peculiar sentido del humor, pero canciones como “Amiga mía”, “Estrechez de corazón” y “Para amar” no dejan que los encasillemos tan fácilmente como una banda inconforme. Sus temáticas pueden variar aunque no así el carácter realista y visceral de sus interpretaciones.
Mientras el rock en español trataba de disfrutar su cuarto de hora con consignas melosas y pegadizas, Los prisioneros colocaban el énfasis en el mensaje, las letras cobran tal importancia en la obra que la música queda relegada a un segundo plano. ¿Entonces el legado más importante de los prisioneros está en sus perspicaces líricas? Diríamos que sí, no sin anteponer un par de peros
Prisioneros de sí mismos
Amigos desde el colegio San Miguel, la primera alineación se cobijó bajo el nombre de los Vinchukas, simulando a los escarabajos The Beatles. Luego, influenciados por The Clash, la propuesta se tornea en el punk, new wave, el rockabilly y algo de reggae. Participando en concursos colegiales y motivados por una amigo que les ofrecía un espacio en su programa radial, se animan a grabar, sin ninguna experiencia técnica, su primer cassette: La voz de los ochentas. En base al éxito del boca a boca y a pesar de la escasa capacidad de distribución, las copias se agotan.
El sello EMI los contrata para el año 1985 y reedita el álbum, con esta empresa editarían sus posteriores trabajos. Sin embargo, problemas puntuales afectarían constantemente y a lo largo de toda sus carrera los trabajos en estudio. Diferencias internas de la banda, y a veces con los técnicos, llevarían a suspender y postergar en ciertas ocasiones las grabaciones. En el fondo la industria chilena de ese entonces no estaba preparada para asimilar y grabar Pop o Rock, la prensa prestaba más atención a lo que sucedía en Argentina o España y la dictadura todavía mantenía a Chile en el oscurantismo. Todo esto, sumado a la inexperiencia y las discrepancias antes señaladas -entre ellas la insistencia del grupo en mantener una independencia creativa frente al sello y las imposiciones comerciales- conspiraron para que el sonido no estuviera a la altura del talento de la banda. Salvo el último trabajo: Corazones rojos.
Corazones Rojos se graba en los Ángeles, EEUU, bajo la producción de Gustavo Santaolalla. El álbum recupera esa búsqueda planteada en el Pateando Piedras (1986), solo que esta vez no se quedaría en el New Wave sino que se afincaría decididamente en el Synth Pop. Letras más románticas e íntimas también caracterizarían el álbum. El sonido: el mejor de todos.
El grupo se disolvió en 1992 y nació la leyenda. En la mitología popular chilena quedaban: La voz de los ochentas (1984), Pateando piedras (1986), La cultura de la basura (1987) y Corazones Rojos (1990). En el 2001 se reúnen y en el 2003 editan Los Prisioneros, y Manzana (2004) (1), pero esta ya es otra historia.
Mención aparte también merece Jorge González, quien sin duda alguna es el referente de la banda. Fue el compositor y productor por excelencia. Su brutal sinceridad y posturas políticas de izquierda le ha costado la estigmatización de polémico y problemático dentro de los medios masivos chilenos. Experimentó con la música electrónica algún tiempo (Los Updates), de hecho, publicó un álbum llamado Jorge González y las congas pensantes, que fuera precursor de los primeros experimentos en Latinoamérica de fusión de Cumbia con Electrónica. Se mantiene como solista y su carrera está activa con cinco álbumes en su haber. Los prisioneros son la banda más inteligente y honesta de Latinoamérica, la primera banda en serio del rock chileno. Si no estás familiarizado con la agrupación una buena opción es Ni por la razón ni por la fuerza, una recopilación doble que hace un retrato más o menos fiel de la agrupación hasta el 92.
(1) Se refiere sólo a las grabaciones en estudio.
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