Por Sebastián Saade. Es muralista, vive en La Plata, la compone, la llena de imágenes. En primera persona, Lumpen Bola contó a Marcha un poco de su historia, esa en donde pintar se transformó en un estilo de vida.
Lumpen Bola es un reconocido muralista en La Plata. Al recorrer la ciudad es difícil no encontrar alguna de sus obras en cualquier esquina. En una de las paredes internas de su casa de Los Hornos, un mural de la artista mexicana Frida Kahlo espera ser terminado. En un rincón, unos lienzos pintados con un estilo soviético ironizan sobre los líderes comunistas. Su historia con el arte se inició como autodidacta, aunque también tomó clases en un taller de pintura dictado por Agustin Sirai y Pablo Morgante durante siete años. Hasta lanzar su oficio de manera unipersonal, formó parte de los grupos SienVolando, Mutantes y Magenta, además de participar en una decena de exposiciones y concursos.
Los murales de su primera etapa están emparentados con la cultura rock. El Flaco Spinetta, Luca Prodan y Jimmy Hendrix son algunos de los que fueron retratados por Lumpen Bola. El aporte que lo destaca es que no se queda en un retrato. En su obra se observa la impronta necesaria que luego le da vida a las paredes. Dependiendo de qué trabajo se trate, predominan los colores estridentes, el juego con la profundidad y el espacio.
En este diálogo en primera persona con Marcha, Lumpen Bola contará quién es, de dónde viene y algunas anécdotas que ayudan a reconocer su arte.
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Cuando arranqué a pintar lo quería hacer como estilo de vida. Después se fue dando otra situación. Vivía en Olmos y allí hubo un conflicto grande en la fábrica MAFISA. Estaban metidos familiares míos. En ese conflicto fue convocado el grupo Sienvolando, que hacían intervenciones, y me invitaron a pintar las paredes.
Era la primera vez que pintaba en una pared. Me gustó la idea. Me volvieron a invitar después de esa intervención y comencé a participar como miembro activo. Las intervenciones que hacíamos eran más sociopolíticas. Lo único que queda de aquella época es la cara de Julio López en plaza Moreno. Después se hicieron muchas pintadas por Kosteki y Santillán. Se intervino la estación donde los mataron para uno de los aniversarios de las muertes. Esa fue una de las cuestiones que me pasaron como experiencia y ver que se pueden mostrar otras cosas a través del arte. Y tuve la necesidad de mostrar lo que hago. Ya venía participando de concursos de pintura. Me anotaba en los concursos de Edelap, Mumart, etc. Nos inscribíamos 530 personas, y 35 quedábamos seleccionados. Más allá de que tenía la posibilidad de estar siempre en los concursos, llegar al primer puesto o a vender un cuadro era súper difícil porque siempre ganaban los mismos.
El que me abrió la cabeza fue Andres Cernelli, que hizo la estatua del Che Guevara con las llaves. Recuerdo que una agrupación de izquierda lo trajo a la facultad de Bellas Artes. Me invitaron a la charla y a exponer unos cuadros. Al finalizar la actividad me acerqué a él, le mostré mis cuadros y me invitó a su taller. “Vos agarrá tus cuadros, los metés abajo del brazo, andá a una plaza y te van a empezar a invitar a todos lados”, me dijo Cernelli.
Cuando empecé a pintar en dimensiones grandes no podía llevar los cuadros. Muchas veces en el bondi el colectivero me decía “Flaco, tomate un flete”. Ahí salió la idea de que los soportes sean las paredes. Si lo hacíamos en Sienvolando, por qué yo no lo podía hacer de esta manera. La gente se empezó a copar y dije “Esto lo quiero llevar como un estilo de vida”.
El último proyecto grupal en el que trabajé fue Magenta, que coincidió con la aparición del Facebook y las redes sociales. Nos contactábamos con gente de Venezuela, de Colombia, gente que estaba en Capital, que ya estaban en toda la movida. Organizamos un par de fiestas con plata que había quedado de SienVolando y con lo recaudado se compró material que se le dio a los pibes para que vinieran a intervenir. Se hizo una intervención en un solo día de 150 personas en toda la ciudad de La Plata. Ahí fue que arrancó esta experiencia de forma más masiva. En un momento tuve la idea de intervenir el barrio La Loma y que la obra pase, no por murales en sí, sino por la intervención del barrio. Que la gente venga a ver las cosas que estaban ahí. Cambiarle un poco la cara al barrio, que La Loma sea el de los murales.
Mi metodología de trabajo tiene que ver con hacer una lectura del campo visual, más allá de cómo corren las calles. Es ver qué hay cerca. Una vez pintamos a Manu Chao atrás de la escuela San Martín, de La Loma. Busqué la pared y me di cuenta que todas las noches ahí estaba un grupo de pibes fumando un porro, tomando su cerveza. Ni bien estábamos pintando nos enteramos que en los cinco departamentos de al lado vivían cinco familias de policías. Y los pibes seguían ahí todas las noches. Habíamos hecho un Robocop que estaba con una pistola, con la frase “¿Qué pasó? ¿Qué pasó? La policía llegó. ¿Qué pasó?, la policía mató”.
Otra de las grandes satisfacciones de este oficio fue haber conocido al “Mono” Cohen (Rocambole). Yo llegué a él por una conocida suya. Lo que hizo de bueno fue proyectar fotos de mis murales en un recital de Skay Beilinson. Con el tiempo entablamos una amistad y me ofreció dar talleres en la Universidad de La Plata, en la parte de extensión durante tres años seguidos.
He pintado en Bariloche, en el norte del país, en el interior de la provincia de Buenos Aires. En San Miguel del Monte me contrataron de la Secretaría de Cultura para el aniversario de Eva Perón. Me pidieron presentar un boceto para un mural en el edificio de la Subsecretaría de Acción Social, que casualmente queda en la calle Eva Perón. Se me ocurrió a hacer a Eva artística. Al llegar me di cuenta que en el pueblo eran todos rosistas. Pensé en usar los colores típicos para convencerlos, fondo azul, flor del ceibo y una frase de Eva: “Renuncio a los honores pero no a lucha”. La marca personal que impongo a mis trabajos es que cuando escribo una frase, invierto la N. Al entregar el boceto estaba con la frase bien hecha, pero cuando me encuentro frente a la pared se modifica, la pared es la que manda.
Me pagaron el primer cheque, compré los materiales, fui a San Miguel del Monte y en una semana se hacía la inauguración. En dos días lo pintamos con un amigo. Pongo la frase y le doy vuelta la N. Me vinieron a ofrecer de Cultura un taller, y quedó el otro cheque para la otra semana. Pasaron un par de días y me llama la chica que me había contactado, llorando.
-Por favor, tenés que venir a cambiar la frase.
– ¿Qué paso? -le dije-. Si yo te avisé que las letras iban así.
-Sí, pero en el boceto no estaban así. Hicieron una lectura soviética. Me van a echar, me dijo la chica.
-Por ser vos lo cambio, porque tuviste la mejor onda, le respondí.
De ahí me declararon persona no grata en San Miguel del Monte. El taller no se realizó, pero a su vez el Concejo Deliberante sacó una resolución declarando el mural monumento histórico municipal.