Por Leonardo Candiano. Con Umbral en las calles, su cuarto disco, María y Cosecha comienza una serie de recitales en los que refuerza su identidad folklórica latinoamericana. Marcha te lo cuenta en un diálogo con la cantora del grupo, María de los Ángeles Ledesma.
María y Cosecha lleva quince años recorriendo el sendero de nuestra música popular latinoamericana con igual profesionalismo que independencia. Con cuatro discos a cuestas -incluido su flamante Umbral, editado de manera independiente-, hoy viernes 4 de abril se presentan en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti -Av. Del Libertador 8151- a las 21:00 horas, y ya preparan su participación en Café Vinilo -Gorriti 3580, también desde las 21:00- el domingo 27 de abril, antes de iniciar una gira que los llevará al interior del país.
Liderados por la cálida voz de Chiqui Ledesma, y con Matías Furió en percusión, Pedro Furió en guitarra y cuatro venezolano, Pablo Fraguela en piano y coros y Sebastián “Taty” Calá en contrabajo, difuminan con sus cuidadas composiciones e interpretaciones las fronteras de nuestra patria grande y también las sonoridades genéricas. El inicio de este álbum con un tema de Luis Alberto Spinetta -que incluso da título al mismo-, es una síntesis de sus búsquedas y desarrollos.
En Umbral se destacan la encomiable versión de “El cigarrito”, de Víctor Jara, la “Zamba del pañuelo”, de la clásica dupla Leguizamón-Castilla, la dulzura de “Tuna” -perteneciente a la joven compositora Laura Vallaco- y el aire litoraleño que nos llega con “La fiesta grande”, con la participación de Teresa Parodi.
Pero el disco es aún más que eso, en su camino encontramos las tranquilas chacareras “Madre noche” (de Pepe Nuñez) y “Responso por chacarera” (de Eduardo Andrade), la música del Brasil con la versión de “Mambembe”, de Chico Buarque, “Azúcar de caña” -con un eximio acompañamiento de Carolina Cohen en cajón, conga bongó y campanas-, “Ay, soledad”, de Chacho Muller, y el sonido porteños de “Desde el olvido” -con la voz del Negro Falótico, cantor del Sexteto Mayor-. El joropo instrumental “Venezuela 4279” nos lleva al límite norte de Sudamérica, y en esta canción -como en la también instrumental “Gatienzo”- podemos reconocer los atributos musicales y compositivos del grupo, pues la primera pertenece al pianista Pablo Fraguela y la segunda al contrabajista Sebastián Calá.
En diálogo con Marcha, la cantora de María y Cosecha, Chiqui Ledesma, nos habló sobre este disco, el desarrollo del grupo y el vínculo que observa entre el cantor y su comunidad. Aquí se los mostramos.
Salió el cuarto disco de María y Cosecha, Umbral, ¿qué podés decirnos de este nuevo álbum?
Umbral es un disco en el cuál abordamos un repertorio de autores latinoamericanos, dentro de los que podemos escuchar temas clásicos y autores referentes -como a Teresa Parodi, Chacho Muller, la dupla Castilla/Leguizamón, Falú, Nuñez, Chico Buarque, Víctor Jara o Negrín Andrade-, y a creadores nuevos como Laura Vallacco, Taty Calá, Pedro Furió y Pablo Fraguela.
Se pensó en trabajarlo no solo desde el quinteto original, sino agregando arreglos de cuerdas, vientos, con invitados de lujo, como nuestra querida Teresa Parodi, el Negro Falótico, Hernán Crespo en el acordeón y Carolina Cohen -del excelente grupo De tal palo- en percusión. También participa el cuarteto de cuerdas formado por Quique Condomí, Claudia Sereni, Lujan Ricci y Nayla Beltran, y el quinteto de vientos de Martín Rur, Leandro Paganini, Francisco Hici, Miguel Hornes y Juan Canoa.
Todo esto estuvo bajo la dirección artística, grabación y mezcla de Mariano Fernández, de Sombra cine música, que es el productor que viene acompañándonos en los últimos dos trabajos discográfico y que, en Otra vuelta, el disco anterior, fue nominado por su labor a los Grammy Latinos.
¿Cómo caracterizás Umbral en relación con el camino iniciado en 1999 con Miradas y seguido con Esencia (2006) y con Otra vuelta (2010), los discos previos?
Ya pasaron 13 años del primer disco que grabamos. Siento que hay un crecimiento en todos los aspectos debido al tiempo y al trabajo minucioso y consciente. El hecho de que sigamos tocando y atravesando distintas épocas de nuestras vidas ha transformado este proyecto en un espacio donde podemos volcar lo que más nos gusta hacer y de la manera más legítima de cómo queremos sonar musicalmente.
Si bien todos tenemos otros proyectos y los chicos de “Cosecha” también trabajan como cesionistas con distintos artistas, este espacio es nuestro, por eso lo cuidamos desde lo humano, lo personal y lo profesional. Los discos y la sonoridad del grupo fueron creciendo con nosotros y son el resultado de mucho trabajo y estudio.
Este es un disco folklórico que arranca con un tema de Spinetta que incluso le da título, ¿cómo observás la hibridación del folklore con otros géneros como el rock, por ejemplo, algo que se ve bastante en autores folklóricos jóvenes?
Mi generación ha escuchado desde la infancia los distintos géneros de nuestra música popular. Así como nosotros hacemos folklore y fusionamos con otros géneros, también los artistas identificados con otros géneros han escuchado el folklore y lo fusionan con lo suyo. Sino mirá Calle 13, Fito Paez, el mismo Charly… Estoy segura de que es muy saludable esta apertura que se está dando sin sectorizar a la música popular de nuestra Latinoamérica, respetando éticas y estéticas dentro del arte.
María y Cosecha hizo de la música popular latinoamericana su identidad, ¿qué los llevó a estas búsquedas, a ampliar la mirada folklórica hacia la patria grande?
Considero como vos bien decís, que esta es nuestra patria grande, la que soñaron nuestros padres, la que nos enseñaron los referentes “Del Nuevo cancionero” (Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez, Oscar Matus, entre otros). Concebirnos como un todo nos ayuda a reconocernos en el otro. Llegamos a esta manera de mirar la música por elección propia, ya que todos tenemos formación académica. Aunque por años nos hayan negado el “ser latinoamericano”, lo llevamos en la sangre orgullosamente. Por eso “nos” elegimos todo el tiempo y nos emocionamos con nuestros creadores.
En una entrevista te oí decir que la elección del repertorio es colectiva en el grupo. Por otra parte, este disco fue editado en forma independiente, y álbumes previos de ustedes fueron editados por la UMI. Hay una decisión muy firme por buscar trabajar colectivamente por un lado, con la menor jerarquía interna posible, y de manera independiente por el otro, ¿es una elección a conciencia?
Nos gusta trabajar grupalmente, aprendemos mucho uno del otro, nos escuchamos, nos reconocemos, nos reímos y a veces también nos peleamos. Hace 15 años que todos los martes nos juntamos a ensayar. Tomar mates, contarnos nuestros sueños y elegir el repertorio forma parte de ese espacio de encuentro “espiritual” entre amigos queridos.
Para elegir qué tocar vamos sugiriendo temas, escuchando, opinando, y así van naciendo arreglos y temas nuevos. Es un trabajo lento pero muy productivo y positivo.
Una parte de la versión que hacen de “Mambembe”, de Chico Buarque, habla de cantar en boca del pueblo, ¿te sentís representada por esa idea de que el cantor popular puede ser una especie de vocero social? ¿Cómo entendés esa relación entre un cantor y su comunidad?
Somos solamente un vehículo para trasmitir el sentir de la gente, sus pasiones, sus alegrías y sus penas. Y el tema de Chico Buarque sintetiza la pasión y la emoción de elegir este camino de decir la vida en la canción. Esta manera de ver el mundo desde la música, desde el arte. Esta herramienta tan valiosa como la palabra y el pensamiento cantados. Hay otra frase en la canción, por ejemplo, que dice “Durmiendo en las calles, no es nada, no es nada, y este mundo es todo mío”. Y claro que sí, el arte no sabe de exclusiones ni discriminaciones, por eso, lo cultural es la herramienta fundamental para el desarrollo social, “la llave para cambiar la realidad”.