Si la norma es que el espionaje y la injerencia de potencias imperiales se realizan en el más silencioso sigilo, por estos días la intervención contra Siria muestra todo lo contrario.
En forma cada vez más pública y abierta, los gobiernos extranjeros financian a grupos opositores, quienes siguen sembrando terror en la nación árabe.
El gobierno de Gran Bretaña mostró el miércoles dos caras de la realidad que atraviesa el país. Mientras la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) reveló que en la nación existen cada vez más riesgos de que la recesión económica se profundice, el canciller británico, William Hague, declaró públicamente que la administración del primer ministro David Cameron decidió enviar 2,23 millones de dólares a la oposición siria, con el objetivo de “aumentar la presión y el aislamiento” contra el gobierno del presidente Bashar Al Assad.
En los últimos dos años, la idea fuerza de los gobiernos europeos, junto a Estados Unidos, parece ser la misma: a mayor crisis financiera interna, mayores recortes al presupuesto social y millones de dólares para las invasiones. En 2011, cuando las naciones del viejo continente caían como un dominó debido a la debacle económica, sus gobiernos no dudaron en desplegar tropas y recursos para, en apenas 8 meses, derrocar a Muammar Al Gaddafi en Libia. En esa ocasión no importaba que en Europa los niveles de desempleo se dispararan enloquecidos o que los salarios se congelaran, porque el objetivo era claro. Con la actual crisis siria de telón de fondo, la fórmula europea se repite y unos pocos la cuestionan.
Al anunciar el financiamiento a la oposición siria, donde conviven mercenarios y miembros de Al Qaeda, Hague justificó que la ayuda permitiría detener una supuesta “guerra civil”. Pero el canciller británico no se inmutó al decir que, pese a la entrega de dinero a grupos armados, el gobierno de Cameron busca “lograr la realización del plan” de paz impulsado por el enviado de Naciones Unidas, Kofi Annan.
El propio Hague había reconocido ante el Parlamento británico que en febrero y marzo pasados, expertos de su país visitaron Siria y constataron que los ataques a la población son realizados con la ayuda de grupos terroristas vinculados con Al Qaeda, hecho reconocido también por el secretario general dela Organizaciónde las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, en mayo de este año.
En marzo, el canciller británico ya había declarado que la administración de Cameron puso a disposición de la oposición siria unos 600 mil euros, que se sumaban a otros 500 mil enviados en los últimos ocho meses. Esa vez la justificación fue que el dinero se destinará “para apoyo práctico no letal” ya que su gobierno busca en Siria “una alternativa creíble” al Ejecutivo de Al Assad.
“La oposición está trabajando duro para desarrollar una visión unificada para un proceso de transición a una nueva Siria que recoja las aspiraciones del pueblo. Les apoyamos para que puedan llevar a cabo esa visión”, aseveró Hague en ese entonces.
Estados Unidos, las potencias europeas y las monarquías del Golfo Pérsico no han detenido la maquinaria de financiamiento hacia territorio sirio. Una muestra de este modelo se efectuó a principios de junio, cuando en Doha (Qatar) fue creado el denominado Fondo Sirio Empresarial, con 300 millones de dólares destinados a sostener a los grupos opositores. El proclamado titular de ese organismo, el empresario Mustafa Al Sabag, expresó que el dinero recaudado “procura llevar a cabo un papel efectivo para que triunfe la revolución siria”, como califican a las acciones violentas de los irregulares.
La administración siria ha denunciado el financiamiento extranjero en reiteradas oportunidades. El gobierno ruso no se cansa de repetir que existe una abierta injerencia contra Siria. Desde China, el Ejecutivo ha manifestado decenas de veces el peligro que conlleva respaldar las acciones violentas de los opositores y permitir una futura intervención extranjera. Posturas similares tienen Irán, Líbano, Venezuela y Cuba. Pero hasta ahora el silencio sobre estas denuncias por parte de la dirección dela ONU y de las potencias occidentales dejan ver que a las palabras y declaraciones se las lleva el viento, mientras el dinero fluye hacia territorio sirio como un río torrentoso.