Por Damián Finucci. El 26 de junio se cumplieron 10 años de la masacre de Avellaneda. José Mateos, fotógrafo de Clarín que cubrió los hechos en el 2002, publicó en el matutino una nota aseverando que las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki fueron inútiles. En paralelo, la Presidenta de la Nación comparó las muertes de los militantes a la de los gendarmes fallecidos en un accidente de tránsito.
A 10 años de la masacre de Avellaneda, donde fueron acribillados dos militantes piqueteros tras un enfrentamiento con la Policía, esta frase recobra un sentido genuino al encontrarnos a uno de los multimedios más importante del país -el mismo que aquel 27 de junio titulara en tapa que “La crisis causó 2 nuevas muertes”- una nota de opinión surgida de la vivencia del fotógrafo que cubrió la masacre diciendo: “Después [de] haber contado infinidad de veces los hechos, me sigo preguntando el por qué del absurdo asesinato de dos jóvenes militantes”.
Por otro lado, el martes, en un discurso difícil de omitir, la Presidenta de la Nación decretaba el duelo por el accidente de tránsito donde murieron siete gendarmes que fueran trasladados a Chubut para intervenir en el conflicto petrolero en curso. Esta lamentación puede ser compartida por las vidas humanas en juego, lo que no se puede compartir, bajo ningún concepto, es la afirmación que hace y que plantea de forma taxativa que antes morían referentes de las organizaciones populares y hoy mueren agentes de las fuerzas de seguridad.
Estas líneas buscan saltar de la indignación que generan estos argumentos al ejercicio de interpretar o repensar dos cuestiones que se pueden desprender de allí.
Por un lado, es importante identificar el rol que tuvieron los medios en la masacre de Avellaneda donde, título al margen, intentaron encubrir el asesinato por la espalda que llevó adelante el ex comisario Alfredo Fanchiotti. El mismo constaba en varias fotos y documentos que quisieron ser silenciados o ignorados por las empresas periodísticas. Importante fue ahí, sobre todo, la labor de los trabajadores de prensa gráficos que no quisieron aportar a la complicidad y se animaron a revelar los hechos. Esa acción permitió esclarecer lo sucedido, a la vez que fortaleció el reclamo de los sectores en lucha. El autor de la citada nota, por ejemplo, siempre se mostró dispuesto a colaborar con la investigación sobre la Masacre de Avellaneda.
Por otro lado, la acción mediática no puede ir separada o escindida de la responsabilidad política de los gobernantes o funcionarios de turnos. En este sentido, que desde la Cadena Nacional se hable y se intente recordar el aniversario de la masacre de Avellaneda -y hasta reivindicar las figuras de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki- cuando en las filas del partido gobernante hay sujetos que han sido protegidos y desligados de sus responsabilidades políticas como Aníbal Fernández o el reciente fallecido Carlos Soria, es una provocación y un cinismo total. Sobre todo cuando dichos funcionarios hablaban -con similitudes- del “peligro institucional” o de acciones armadas “que buscaban muertos para desestabilizar”.
Una vez evaluado estos elementos, resta la discusión en torno a las “muertes” -así en abstracto como se plantea-: ¿Fueron inútiles? ¿Son comparables? A la vista de los hechos recientes y como parte de un colectivo militante, creo que esta clase de preguntas no hacen más que seguir desconociendo estas cuestiones. Porque quienes militamos no nos preguntamos si fue útil la muerte de los compañeros o las compañeras o si el que cayó hoy marca una diferencia con algún otro compañero o compañera caído.
Quienes militamos y nos comprometemos a llevar adelante las acciones para transformar la realidad, asumimos el compromiso de nuestra militancia, lo hacemos hasta las últimas consecuencias, con los riesgos que ello implica. Por eso, detenerse a decir que las muertes “fueron inútiles” o que “hoy caen policías, ayer piqueteros”, no hace más que atacar y desconocer la memoria de quienes retomamos su ejemplo de lucha, de entrega y de compromiso con los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, para seguir avanzando en el camino que ellos empezaron. Por esto es que los sentimos presentes en cada paso que damos.