Por Josefina Mastropaolo. Mundialito, documental uruguayo-brasileño dirigido por Sebastian Bednarik, nos lleva al Uruguay de 1980 donde la historia de la organización de la Copa de Oro se entrelaza con la del Plebiscito Constitucional propuesto por la dictadura militar en el poder desde 1973.
Los cometas, esas especie de estrellas, que no son estrellas pero tienen esas largas cabelleras luminosas como si fueran cabelleras de estrellas; los cometas (mientras existen) están siempre. Recorriendo su órbita, cada cierto tiempo aparecen en el escenario celeste que alcanza a divisar nuestros ojos -eso que nosotros, de puro cortos de vista, llamamos “el cielo”-, y pasan y vuelven a pasar. Pero puede suceder que algo interfiera con su órbita y el cometa no aparezca por “el cielo” nunca más. No por eso dejará de existir, pero nosotros y, peor, nuestros astrónomos perderemos toda posibilidad de volver a verlo. Por eso los momentos en que un cometa pasa cerca de la tierra y el sol lo ilumina y lo vemos deben ser aprovechados como momentos únicos si queremos conocerlo, porque hay una serie de combinaciones que se produjeron y que pueden no repetirse. Las memorias se parecen en algunas cosas a los cometas. Las memorias existen siempre pero no siempre están disponibles, una serie de combinaciones tiene que darse para que se nos hagan presentes, para que las podamos ver. Y si le perdemos el tiempo a la memoria a veces hay que esperar una generación entera para que la podamos recuperar. Y puede que eso no vuelva a pasar.
Mundialito es un documental uruguayo estrenado en 2010. Promete contarnos una historia pero nos engaña, porque nos cuenta dos historias que podrían contar otra más, lo que en una suma simple terminaría dando tres. Y tal vez esa sea la apuesta.
Cuenta la historia de la Copa de Oro, un evento deportivo organizado por la FIFA en 1980 para celebrar los 50 años de los campeonatos mundiales de fútbol del que participarían todos los equipos campeones desde 1930. Cuenta la historia de la organización, algunos pormenores, la visión de los jugadores, de los organizadores y de otros actores. La otra historia que cuenta es la de Uruguay en 1980, la historia del plebiscito que los milicos perdieron un mes antes del evento y que demostró la falta de legitimidad que la dictadura militar tenía ante la mayoría de la sociedad (aunque la tuviera para otros), las formas de la resistencia popular, la vida de los presos políticos en la época, las pasiones y las solidaridades que despierta el fútbol. Presenta reflexiones acerca de la forma en que los eventos deportivos de esta naturaleza funcionan como una especie de medidas compensatorias dentro de regímenes dictatoriales altamente represivos, muestra cómo los mega-eventos de estas características operan una modernización compulsiva en formaciones nacionales que no están, pero que merecen estar, o es necesario que estén, a la altura del desarrollo.
Uruguay salió campeón de la Copa de Oro, en una final 2-1 contra Brasil, una especie de segundo Maracanazo pero esta vez en su cancha. Y a pesar de que en la época, por lo que se dice, aquello fue una alegría, el Mundialito parece no ser algo que los uruguayos tengan muy cargado en la memoria. Cuando terminó el partido, en lo que sería la vuelta olímpica, digamos, el pueblo enfervorizado salió a cantar: se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar. A diferencia del Mundialito, la dictadura no parece ser una experiencia para la que los uruguayos no tengan lugar en la memoria, sin embargo, durante muchos años, no parecían existir, en general, asuntos pendientes con ese proceso.
En los últimos años y de a poco (ojo que esto es visto por gente que mira desde afuera), parece que algunas cosas se hubieran movilizado. Parecería que algunos asuntos pendientes había y que ahora hay condiciones de proyectar sobre ellos rayos de tenue luz.
En los últimos años también Uruguay volvió a jugar al fútbol en la cancha grande. Sépanlo las jóvenes generaciones: apenas pasaron un tiempo en las gateras y no les corresponde el premio revelación. Es que son, para los otros, parte del fútbol de estrellas y, para ellos mismos, parte de las estrellas del fútbol. El fútbol es, para los uruguayos, el gran escenario de construcción de mitos, señala Gerardo Caetano en el documental, es decir, un escenario de construcción de las historias que los explican, que les dan sentido y que les dicen quiénes son y de dónde vienen.
El Mundialito no es muy recordado porque recordarlo sería recordar la dictadura y, tal vez por eso, estrenar Mundialito en 2010 sea como aprovechar el tiempo del cometa. Entonces, tal vez se cuente la tercera historia, porque recordar, producir memoria, es siempre construir una narrativa sobre el presente. Y tal vez sea esa la sensible apuesta de los realizadores.