Por Ana Clara Barboza. El pasado viernes, en el Pabellón Amarillo de la 39º Feria Internacional del Libro, en el “Café Ámsterdam” tuvo lugar “Ni con el pétalo de una rosa”, un panel sobre violencia de género. Un tema innovador en esta exhibición, que fue presentado de manera tímida, casi inadvertida, reflejando paradójicamente lo que sucede en la realidad.
El “Café Ámsterdam” es eso. Un café. En el medio de uno de los últimos pabellones de la feria, sin puertas cerradas, rodeado del murmullo de la gente que va y viene por los pasillos, que se empuja por llegar antes, de madres que gritan a sus hijos para no perderlos de vista, de niños que lloran, de amigos y amigas que pasan conversando, de gente que aprovecha ese espacio para sentarse a descansar o a tomar algo.
Ese fue el contexto de la charla que tuvo como coordinadora a Mariana Carbajal, representante de la Sociedad de escritoras y escritores argentinos (SEA); y como invitadas a Diana Maffía, licenciada en Filosofía por la UBA, ex diputada de la Ciudad de Buenos Aires, Fabiana Tuñez, coordinadora de la Casa del Encuentro y Gabriela Cabezón Cámara, escritora y periodista, autora del libro “Beya. Le viste la cara a Dios” que cuenta la historia de una víctima de trata. Resulta casi irónico -pero para nada sorprendente- que una temática como la violencia de género, se haya debatido de la misma manera con la que se desarrolla en la sociedad: invisibilizada.
En medio del caos, lenguaje, violencia, trata y género fueron expuestos por cuatro mujeres con fuerte trayectoria en el tema. Carbajal abrió y cerró con una fuerte crítica al Poder Ejecutivo y Judicial, en la que los catalogó como una “pata renga”. Marcó que si bien se avanzó con la sanción y reglamentación de la Ley 26485 de Protección Integral para prevenir, sancionar, y erradicar la violencia contra las mujeres, esta todavía no representa una prioridad lo cual se ve reflejado en la falta de presupuesto y de políticas públicas de prevención y ayuda.
Maffía remarcó el enorme paso que implica que en esa ley se hable sobre la violencia simbólica y psicológica, y la remoción de los patrones socioculturales que sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres, ya que pone de manifiesto que la invisibilidad sistemática en el lenguaje es una forma de violencia. Estableció la importancia de avanzar en un cambio cultural, en una política feminista que subvierta las relaciones de poder en el discurso, desnaturalice la gramática y rompa el espejo que plantea que en el lenguaje se expresa “la naturaleza de las cosas” para poner de manifiesto que hay un sujeto que enuncia y ese sujeto tiene género.
“El machismo es un sistema sociocultural que nos oprime a varones y a mujeres, pero que las víctimas directas terminamos siendo nosotras, por eso es que tenemos que trabajar para este cambio cultural”, agregó Tuñez, y criticó fuertemente a los medios que aún reproducen un estereotipo machista y patriarcal al poner a la mujer como un objeto de pertenencia, y dan vuelta la cara frente a casos de víctimas de femicidio. El año pasado sumaron 255, según los informes del Observatorio de Femicidios “Marisel Zambrano”, que impulsa la Casa del Encuentro. Agregó que 4 millones y medio de mujeres en nuestro país son perjudicadas por alguna de estas formas de violencia, lo que representa un 10% de la población. Denunció también que más del 80% de las mujeres que son introducidas en el circuito de la prostitución fue por no haber contado con igualdad de oportunidades, y detrás de cada una hay un proxeneta, que se está beneficiando de su explotación. “Por eso cuando hablamos de trata estamos hablando también de violencia de género, aunque nadie ve nada, o a nadie le convenga ver nada,” concluyó.
En esa misma línea se expresó Cabezón Cámara, con una intervención más corta pero más dura al poner las cartas sobre la mesa. Comparó la situación de una víctima de trata con la de un desaparecido en la ESMA y no titubeó en decir: “Me parece una tremenda hipocresía y tremenda hijadeputez tratarlo de otro modo, y es muy grave que nuestros organismos de derechos humanos no se ocupen de eso con la misma intensidad. El Estado se tiene que ocupar de hacer lo que hay que hacer y es allanar todos los prostíbulos, que la policía sabe donde están, y buscarse otra manera de hacer caja”.
Las tres invitadas recalcaron la importancia que un debate sobre violencia de género se pueda dar en un lugar como la Feria del Libro, ya que ayuda a visibilizar temáticas que hasta hace unos años no hubiese sido posible. Sin embargo, las tres reconocen también que queda mucho por hacer.
Están las leyes, los libros, las cifras, personas que luchan día a día por derribar las desigualdades que oprimen a las mujeres. Incluso están las charlas en un lugar tan reproductor del sistema como lo es esta feria. Sin embargo, el paso decisivo que tiene que dar el Estado está “trabado”. En ese sentido, no sorprende que una charla sobre violencia de género se dé en esas condiciones, en un espacio mínimo y rodeado de un murmullo de gente que mira en otra dirección, pasando casi inadvertida y reproduciendo una lógica de “te doy pero nunca lo suficiente”.
Si el Estado es el que hace la vista gorda, el camino por el cambio cultural no será fácil. Si no existen políticas públicas coherentes en una misma dirección que se ocupen de dar una respuesta y una solución concreta, difícilmente el murmullo que opaca y desconoce estas cuestiones se apague.