Por Fernando López. Según la Organización Internacional del Trabajo cuatro millones de trabajadores mueren anualmente en el mundo en situaciones laborales. Para Luis Ramírez se trata de un “genocidio”. Una breve charla con el autor de Accidentes de Trabajo: “El impuesto de sangre” de la clase trabajadora.
Luis Enrique Ramírez es abogado especializado en Derecho del Trabajo, egresado de la Universidad de Buenos Aires en 1969. Es vicepresidente ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboristas (ALAL) y vicepresidente de la Asociación de Abogados Laboristas (AAL), profesor en varias universidades nacionales y asesor sindical.
Desde que se sancionó la Ley de Riesgos del Trabajo en 1996, brindó siempre una visión crítica poniéndose en el lugar de las víctimas. Además de haber sido un actor clave para el reconocimiento gremial de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP), fue también partícipe del armado de la Comisión Interna del diario Clarín -disuelta en 2000 por Noble y Magnetto con 117 despedidos y que en 2012 pudo ser reconformada-.
El trabajo y los riesgos
Entre los presentes había trabajadores del subte, invitados de agrupaciones e incluso gente del Cuerpo de Trabajadores de DOTA (la empresa más grande de colectivos, una de las dueñas de la Línea 60). Entre ellos estaba César Palacios, abogado de la AGTSyP, que destacó la “claridad que tiene el libro para explicar el lenguaje legal a los trabajadores”.
Todos participaron de la presentación de Accidentes de Trabajo: El impuesto de sangre de la clase trabajadora, la última publicación de Luis.
– De acuerdo a la visión de tu libro los datos sobre accidentes laborales son realmente alarmantes.
Desde el capitalismo hacia hoy se cometió un genocidio: un sector social, la clase trabajadora, que paga con su vida por un fin determinado, producir. Solo para graficar, un dato que es urgente, la Organización Internacional del Trabajo dio a conocer que cada 15 segundos un trabajador muere por siniestro laboral, unos dos millones por año en el sector formal y otros dos millones más en el informal.
– Entonces la noción del accidente es por lo menos polémica.
Estamos frente a una derrota cultural, que es llamar “accidente” al siniestro laboral. ¿Por qué? Porque un accidente es admisible, y se puede dejar pasar. Si en una fábrica un obrero pierde la mano el juez no mete preso al empresario. Ahora, si un taxista atropella a un peatón le cae todo el peso de la ley al trabajador.
– ¿El código penal distingue esa situación?
En cierto sentido sí, además hay jurisprudencia. No hay necesidad urgente de modificar el Código Penal para condenar a empresarios negligentes por lesiones culposas u homicidios.
– ¿Qué pasa con las ART?
Las ART explotaron por la filosofía menemista de entregar la seguridad social a privados. El ejemplo son los accidentes laborales in itinere, que son los que ocurren camino o de regreso al trabajo, si se tiene múltiples empleos, o si uno estudia o tiene un familiar directo enfermo en cierto sentido se está cubierto. Pero para que puedan ser reconocidos no tiene que haber desvíos en el camino, como por ejemplo ir a tomar algo a la salida de un bar.
– ¿Y las enfermedades generadas por el trabajo?
Hay un listado mezquino con las enfermedades que deberían estar, como las hernias inguinales, várices y otras. Por suerte se hizo una modificación y se las incluyó, aunque hace ocho meses que se espera la firma de la presidenta. Además está el tema de las comisiones médicas, ya que las ART van con un aparato médico y judicial importante, mientras que el damnificado va solo y no le dicen que puede ir con un doctor y abogado.
Reconocimiento entre laburantes
El secretario general de la AGTSyP, Roberto Pianelli, contó que a Ramírez lo conoció en Rosario durante un conflicto y que luego compartieron paneles y programas de televisión. “Es un orgullo que labure con nosotros. Es de lo mejorcito que hay acá y en Latinoamérica porque tiene muchísima experiencia y estuvimos sorprendidos. Los abogados del sindicato pudieron trabajar en otros más poderosos, pero vinieron con nosotros por la aventura”, aclamó el gremialista y le entregó una placa en agradecimiento a lo hecho por el sindicato.