Por Tomás Astelarra. Recursos naturales, decisiones políticas y contradicciones en los gobiernos de izquierda y progresistas en Latinoamerica, algunas de las problemáticas que Raúl Zibechi aborda en esta entrevista.
En los últimos años, Raul Zibechi se ha transformado en una de las voces más claras en los ámbitos que intentan describir el devenir de los movimientos sociales en Latinoamérica. Periodista y conferencista internacional, sus libros cubren temas como el zapatismo, los movimientos piqueteros y antiextractivistas, y las revueltas sociales que a principios del siglo XXI derrocaron gobiernos, en busca de otras opciones políticas y económicas.
– Tanto el gobierno de Evo Morales como el de Rafael Correa en Ecuador, que mantienen un discurso de protección de la madre tierra, han comenzado a estar involucrados en proyectos extractivistas que se justifican con la posibilidad de usar estos recursos para mejorar la situación social en sus países. ¿Cómo ves esta contradicción?
– El extractivismo es parte del modelo financiero y se expresa en muchos aspectos: soja, minería a cielo abierto. Es parte de un modelo de acumulación financiera que beneficia la caja fiscal de los gobiernos de izquierda o derecha, pero genera una fuerte polarización social. Un pequeño sector adquiere gran dinamismo y otro sector más amplio se enfrenta a dificultades mayores. Además, el tipo de empleo es para la mayor parte de la población precaria. Este modelo funciona mientras los precios de los commodities sean elevados. Pero ya sabemos que es un modelo que hace agua. Pero una cosa es la crítica y otra es cómo salimos de este modelo. No hay una receta, un mecanismo claro para resolver esta problemática. Es importante que si no podemos salir del modelo, al menos no digamos que esto es lo bueno. Bolivia siempre fue un país minero, antes era una minería de socavón y ahora una minería a cielo abierto. Esto hace muy difícil que los bolivianos puedan tener conciencia de muchos problemas. El gobierno de Evo Morales se ha planteado los límites que tienen las multinacionales. Por ejemplo, han hecho enormes esfuerzos para la industrialización del litio, pero el saber del litio lo tienen ciertas multinacionales, sobre todo japonesas, entonces hay un cuello de botella difícil de superar. Por otro lado, han hecho algunos avances en la industrialización del gas, petroquímica, cerca de Brasil. Es un proceso bien interesante e importante. Hasta ahora, Bolivia exportaba el gas en bruto y ahora tiene la posibilidad de empezar a exportar el gas procesado. Las petroquímicas brindan una cantidad de productos como abonos. Hay una apuesta interesante. Todo esto es difícil, como pasa en Argentina, porque al no tener una petrolera nacional, estás en una relación de dependencia con las multinacionales, que lo que menos les interesa es que se rompa esa relación de dependencia.
– Por otra parte, surgen nuevas elites empresarias locales que a veces pueden ser tan explotadoras como las multinacionales.
– En cualquier régimen, incluso en un régimen revolucionario, que no es el caso, surge un reacomodo en la clase dominante, que no es el grueso del pueblo boliviano. En Bolivia tenemos la tradicional burguesía de Santa Cruz, agroganadera. Ahora hay otros sectores, que no serían la burguesía, pero tienen comportamientos corporativos, como se evidencia en el TIPNIS. Tienen dinero y apuestan a ser contratistas del gobierno, son una presión sobre el gobierno. Hoy en América Latina tenemos dos peleas: una pelea antiimperialsita, como Brasil, Venezuela o Bolivia, que buscan crear la Unasur y generar un polo autónomo de los países del norte, con alianzas de todo tipo, incluso con países complicados como Irán. Y el segundo es el conflicto de clases. No siempre marchan de la mano. Si Brasil toma medidas como el control de internet, yo aplaudo, pero eso no tiene nada que ver con la lucha de clases. Brasil busca la soberanía energética y construye empresas que están afectando a sectores populares. La situación actual es lo suficientemente compleja para que no se manifieste un aplauso o condena cerrada. Argentina, a través de YPF, está a favor del fracking. Yo estoy totalmente en contra, pero entiendo que es la única respuesta posible ante el problema de la vulnerabilidad en el tema energético, y que entonces el gobierno argentino me diga que no tiene más remedio.
– Estos problemas también están ligado al consumo. En Bolivia se ve un aumento bastante importante del consumo.
– El consumo ha crecido en todos los países, no solo en Bolivia, se ha multiplicado de una manera escandalosa. La gente quiere consumir. No soy consumista, no tengo auto, pero no puedo pedirle a todo el mundo que viva como vivo yo. El consumismo no es culpa de los gobiernos o del imperio, es mucho más complejo, porque el consumismo impacta o se vincula a deseos muy profundos del género humano. Aunque yo no lo haga, no soy quién para criticar, porque tendría que pelearme con mi hermano, mi hijo. Estas cosas hay que encararlas con mucha calma, porque es una cuestión cultural y no puedo prohibirle a nadie el consumo.
– ¿Y cuál es la función de los movimientos sociales en este proceso?
– Los movimientos sociales tienen un sentido de defensa de los intereses populares y la movilización para defenderlos. Algunos se pueden sorprender que lo movimientos sociales de Bolivia tengan críticas al gobierno. Eso es lo normal, porque en un gobierno, aunque sea de izquierda, no deja de haber lucha de clases, entonces los gobiernos hacen su juego y los movimientos sociales también. El gobierno quiere dividir a la Conamaq (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasyu de Bolivia) para tener más poder. Es parte de una disputa en la cual participan dos partes, el gobierno y los movimientos sociales. No hay que olvidar que la lucha de clases no se terminó porque esté Evo en el gobierno. Es necesario que siga habiendo esta tensión y disputa, que no se dé como que están resueltas las cuestiones. Los gobiernos no aceptan la independencia ni la autonomía de los movimientos, porque lo que desearían es que todos apoyen a los gobiernos, y eso no es así. Claro que Evo se calienta. Es necesario ver esta doble dinámica: la de clase y la antiimperialista. En el gobierno de Evo no todos los intereses de los trabajadores están manifestados. Hay que seguir defendiendo, no vamos a bajar los brazos porque hay un gobierno amigo. Si hoy aflojáramos en el conflicto de clases, mañana, cuando haya otro gobierno, tendríamos a los movimientos sociales totalmente desarmados. La lucha de clase no la encabeza Álvaro García Linera, la encabezan los sectores populares.
*Esta entrevista es parte de una serie de charlas sobre el “proceso de cambio” que vive Bolivia y que forman parte de la investigación para el libro “La Bolivia de Evo Morales (crónica del país de las mamitas)” que se editará se editará este año como parte de la colección Cuadernos de Sudestada.