En una tensa cumbre entre los 27 jefes de estado de la UE, se llegaron a acordar una serie de iniciativas que profundizan la integración económica y política del continente. Surgen nuevas relaciones de fuerza en el bloque.
Dentro de la cúpula que dirige hoy la Unión Europea, comienzan a darse los primeros visos de un cambio en la relaciones de fuerza. La llegada de Francoise Hollande al poder en Francia, empujado por todo el arco progresista europeo y los países en crisis, trajo nuevas perspectivas para el viejo continente que se plasmaron en el último Consejo Europeo celebrado en Bruselas el pasado fin de semana. Contrariamente a lo que venía ocurriendo en los últimos meses, la mandamás europea, la canciller alemana Angela Merkel, debió cambiar su postura más de una vez durante el encuentro ante la embestida de sus pares de otros países.
Entre los principales acuerdos logrados, se destaca la ratificación del ‘Pacto de Crecimiento’, caballito de batalla de la campaña presidencial de Hollande que se concretará en los próximos meses con un fondo inicial de 120.000 millones de euros. Esto significa que los 27 países miembros podrán financiar iniciativas que tengan como fin la creación de empleo, especialmente en las áreas de infraestructura, transportes y banda ancha a través de proyectos piloto financiados por el Banco Europeo de Inversiones. Este pequeño avance -es decir, dedicar el 1% del PBI europeo a financiar el crecimiento sin ajuste, y no al sector financiero- se dio tras largas discusiones que vieron a los mandatarios italiano y español librar una larga batalla para que sus colegas garanticen estabilidad en los mercados con respecto a sus respectivas deudas públicas. Es que por más que la UE disponga de planes para el crecimiento, la situación de algunos países es sumamente crítica. En España, por ejemplo, el congreso acaba de aprobar los Presupuestos Generales del Estado de 2012, que prevén una reducción del PBI del 1.7%, y más de 630 mil desocupados para fines de este año. Con una tasa de desempleo cercana al 24%, España necesitará mucho más que un pacto europeo para aliviar la crisis social.
Otro de los acuerdos negociados en la madrugada del viernes fue el de avanzar hacia la unión bancaria, otorgando al Banco Central Europeo la potestad de ‘supervisor’ del trabajo de los distintos bancos nacionales que ya no deberán enfrentar solos el pago de la deuda pública. Este es uno de los puntos más importantes de lo sucedido en Bruselas. Se trata, en la práctica, de una verdadera renuncia a la soberanía económica nacional en pos de la integración continental. Obviamente esto deja en offside a los líderes de las principales potencias económicas, lideradas por Alemania, cuya reticencia al acuerdo fue explícita desde un comienzo. Sin embargo, el mapa político europeo comenzó a cambiar en los últimos meses, y encontró en la última Cumbre un espacio para hacer más real la división de fuerzas que ya se venía oliendo hacía tiempo. El bando del ajuste perdió uno de sus principales peones, el ex presidente francés Nicolás Sarcozy, y encontró su principal opositor en Hollande. De esta manera, si bien ciertos resultados políticos -como la victoria conservadora en Grecia- pudieron aliviar de alguna manera a Merkel y sus socios, en la pulseada entre crecimiento y ajuste comienza a ganar el bando liderado por el francés, apoyado por buena parte de la opinión pública europea y los países más afectados por la crisis económica.
Pero el avance más significativo de la reunión se dio al aprobar los documentos presentados por los presidentes del Consejo, de la Comisión, del Eurogrupo y del Banco Central, sobre la integración político-económica de los 27. Esto quiere decir que en un plazo de seis meses se deberán discutir los proyectos concretos para crear un Tesoro común y la mutualización de los préstamos a los países de la Unión. De concretarse, la UE se convertiría, en los hechos, en la principal potencia financiera pública del mundo, una suerte de estado federal, aunque aún haya fuertes resquemores en admitirlo de esa manera públicamente.
La cumbre de Bruselas puede signar un antes y un después en el avance tanto de la crisis europea como de la integración continental. Se sentaron las bases para el fortalecimiento del bloque desde el punto de vista de los mecanismos internos de funcionamiento, especialmente en el ámbito económico. Ahora queda la oficialización de los acuerdos y la disputa por el capital político que éstos conllevan. Una pelea que se prevé muy dura, y en un periodo que, aunque Europa parezca haber recobrado cierta calma, no paran de sonar las alarmas de default en varios países miembros. Mientras tanto, millones de europeos deben enfrentar el drama de la desocupación y la flexibilización laboral, mientras los líderes recomponen el sistema financiero y piden paciencia.