Por E. Baigorri, E. Erbetta y F. Larsen. Cuando se habla del estallido de diciembre de 2001 se suele hacer referencia a la recuperación de empresas como ‘respuesta’ a la crisis. Mitos, verdades y perspectivas, de las fábricas bajo control obrero contados por sus protagonistas.
El sentido común imagina una realidad y la historia lo refuta con otra. Aunque las empresas recuperadas en muchos casos fueron consecuencia directa de las profundas crisis económicas, con la autogestión como herramienta de los trabajadores para salir adelante, estas experiencias ya existían en el país antes del resonante ‘que se vayan todos’ de diciembre del 2001.
Asì lo demuestra el tercer relevamiento de Empresas Recuperadas, realizado en el marco del Progama Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires en 2010, que revela que el 14 por ciento de las 205 recuperadas registradas hasta el año pasado se conformaron antes de la crisis que terminó con el gobierno de Fernando De la Rúa. Según este informe, la opción de los trabajadores por la autogestión creció exponencialmente entre 2001 y 2004 alcanzado cifras que rozan el 60 por ciento. Hoy, a diez años de la crisis, las recuperadas tienen un poco de aire. En este nuevo mapa, los desafíos se adaptan a los nuevos tiempos: aquellos trabajadores que entonces no se reconocían como iguales hoy batallan juntos y no están dispuestos a relegar ni un centímetro de sus conquistas.
La modificación de la Ley de Concursos y de Quiebras, sancionada a mediados de este año, es la llave que se esperaba para abrir muchas otras puertas. Si bien desde algunos espacios no se toma como un avance, otros entienden que sentó un precedente para devolverle a la autogestión el lugar de dignidad que durante tantos años tuvo vetado. Sigue pendiente la necesidad de un marco regulatorio claro que permita, entre otras cosas, el acceso a sistemas de financiamiento tradicional para que las cooperativas puedan percibir créditos, cosa que hoy parece una utopía. Lógicamente, esta barrera levanta otras, como la imposibilidad de renovarse tecnológicamente, lo que deja a las recuperadas fuera de la competencia en un mercado que cada vez aprieta mas.
De norte a sur
Hacía cinco años que en Nequén había nacido el movimiento piquetero cuando, en octubre de 2001, 240 trabajadores en una fábrica de cerámicas de la capital provincial encaraban la pelea que daba comienzo a una de las historias más emblemáticas de autogestión obrera: la de la Cooperativa Fa. Sin. Pat (Fábrica Sin Patrón), el nombre con el que sus trabajadoers rebautizarían a la ex Zanón. Omar Villablanca es Secretario General del Sindicato Ceramista y trabajador de la cooperativa. En diálogo con Marcha, recordó que ya en 1998 la comisión interna empezó a denunciar el vaciamiento y que finalmente, en el 2001, ante un nuevo atraso salarial, la fábrica fue abandonada por la patronal: “Siempre tratamos de ir por los caminos legales y la primera respuesta que tuvimos fue la represión. Ahí nos dimos cuenta que no estábamos solo peleando contra la patronal, sino que estábamos peleando contra un poder político aliado con estas patronales, porque en cualquier caso el procedimiento es y sigue siendo el mismo: endeudamiento, vaciamiento y cierre de las fábricas”. La historia de la ex Zanón empezó en la ruta, donde el camino de los ceramistas se cruzó con el de otras experiencias de organización popular: “Nuestro reconocimiento tiene que ver con la producción y la política, con trabajar y no olvidarnos de donde venimos. Nunca nos centralizamos en vernos solamente como trabajadores de una fábrica recuperada”, evalúa Villablanca. “Nosotros hemos crecido como trabajadores, hemos crecido en la conciencia y nos hicimos ambiciosos también -señala Villablanca- porque no solamente nos conformamos con tener nuestra fábrica sino que también consideramos que hay que empezar a ocupar espacios políticos”.
En Jujuy, la cooperativa minera MTL La Brava empezó cuando en 2004, un grupo de ex trabajadores de una sociedad anónima que se dedicaba a la extracción de sulfato de sodio en Tumbayá, se organizó junto con el Movimiento Territorial de Liberación. Como en el caso de Zanón, los problemas habían empezado en 1998 y para el 2000 el predio estaba deshabitado e inactivo después de que se presentara la quiebra y se vaciara la empresa. Hoy, después de haber conseguido una ley de expropiación que les permitió adquirir esas 5 hectáreas, 30 trabajadores se dedican a la producción de briquetas que comercializan en toda la provincia. “Lo que más hay que valorar es la experiencia que uno adquiere trabajando así”, asegura Gloria Burgos, vocal de la cooperativa, cuando tiene que pensar en los sentidos de la autogestión. “Trabajamos para nosotros y eso nadie nos lo va a quitar”, remata.
“Impa en el 2001 ya había recorrido 3 años de recuperación”, cuenta uno de los referentes de la fábrica de Almagro, Eduardo Murúa. “El 11 de diciembre del 2001 movilizó exigiendo al congreso que suspenda todas las ejecuciones y fue violentamente reprimida. El 19 y 20 participamos de la pueblada y el 20, mas organizados, participamos de la batalla que se dio en el Congreso de espaldas a Once”, recordó para Marcha. Impa se convirtió rápidamente en uno de los símbolos de la autogestión porteña y hoy es uno de los centros de producción cultural más importantes de la ciudad. “El vinculo entre la autogestion y el estallido de 2001 lo tenemos que buscar en la situación económica del país de fines de los noventa y la alta tasa de desocupación, un 35%. El 2001 lo que produce es la visibilidad de esta lucha, a la vez que se corta la cadena de pagos en la economía y hay un crecimiento exponencial de las quiebras, que produce también un aumento de ocupaciones y recuperación de empresas. Este método de lucha nuevo, el de ocupar, resistir y producir, se instala definitivamente en la clase trabajadora”, concluye Murua.