Por Pedro Perucca. El documental Tierra Sublevada: Oro Impuro, de Pino Solanas, propone un recorrido por la depredación de bienes naturales de Nuestra América desde la conquista hasta nuestros días.
Confesémoslo de movida: No había visto Tierra sublevada 1: Oro Impuro, el documental de Fernando “Pino” Solanas estrenado en 2009. Qué se yo, veníamos de su seguidilla documental Memoria del saqueo (2004), La dignidad de los nadies (2005), Argentina latente (2007) y La próxima estación (2008); Pino acababa de ser electo diputado en la Ciudad de Buenos Aires… Bueno, que no daban muchas ganas.
Cuando, hace unos días circuló la noticia de la prohibición de Oro Impuro en la Universidad de Tucumán (ver nota aparte), me empezó a crecer la culpa de no haberla visto. Así que decidí aprovechar el impulso de curiosidad que siempre generan los intentos de censura (mecanismo básico humano que a esta altura del partido los censores deberían tomar en cuenta) para ponerme al día.
Yendo a la película prohibida, en una carta pública con motivo del estreno, Pino la sintetizaba de la siguiente manera: “En los años 90 las políticas neoliberales entregaron el petróleo y la minería a las corporaciones. Usando sustancias tóxicas y métodos extractivos depredadores, contaminaron las napas de agua y el medio ambiente. La tierra reaccionó frente al maltrato: los cortes de ruta y las asambleas de los ambientalistas hicieron nacer una nueva conciencia por la salvaguarda de la vida y la recuperación de los recursos minerales”.
En concreto, se trata de un recorrido en diez capítulos por la depredación de bienes naturales de Nuestra América desde la conquista hasta nuestros días, pasando por la definitoria década de los 90 en la que a sugerencia del Banco Mundial se reforman de las legislaciones mineras para facilitarle recursos a las multinacionales y nuestro país resulta el alumno modelo de esta política. Allí tendremos el gusto de volver a ver a Menem hablando de las virtudes de las privatizaciones o podremos recordar que muchas de las leyes de reforma minera del país llevan la firma del futuro gobernador de San Juan, José Luis Gioja.
Hola, soy Pino Solanas, tal vez me conozcan de películas como…
Por otro lado, la película es más o menos como uno podía llegar a esperar. Pinos everywhere.
Pino con boina, en semipenumbras, investigando casos de corrupción en tres computadoras al mismo tiempo; Pino con sombrero de cowboy tomando apuntes sobre las luchas sociales desde su camioneta, Pino en helicóptero sobrevolando una mina a cielo abierto, Pino escribiendo poesía en su block de notas y alejándose hacia el atardecer.
Y sus elecciones documentalísticas tampoco ofrecen ninguna novedad: una voz en off (la voz de Pino Solanas) que te va explicando las cosas que se van viendo, cabezas parlantes para aportar los datos técnicos necesarios, tomas conmovedoras de niños amenazados por la contaminación, etc.
Pero en un momento medio que uno se empieza a calentar igual. Porque sí, la película será todo lo clásica que quieras, pero a pesar de haber empezado a verla medio relajado, más o menos sabiendo a qué atenerse en cuanto a los desastres de la megaminería en el país en general y en cuanto a Pino Solanas en particular, igual el tipo (uno) se va indignando.
El film de Solanas acumula dato tras dato, cifra tras cifra, indignación tras indignación.
Sí, las mineras que se llevan millones sólo tributan un 3% formal de regalías que al momento de pagar se convierte en menos de un 1%.
Sí, lo que tienen que pagar se establece en base a unas declaraciones juradas armadas por la misma empresa sin el control real de nadie.
Sí, el triturador de piedras de la mina Bajo la Alumbrera consume tanta energía como la ciudad de Catamarca.
Sí, se consumen y contaminan millones de litros de agua por día que luego acaban volviendo a las napas sin tratamientos adecuados.
Sí, la Barrick Gold se ha quedado con una franja de la cordillera entre Argentina y Chile que en la práctica funciona como un país independiente y tiene potestad sobre las vertientes de ambos países.
Sí, decretos de Néstor y de Cristina han afianzado y fomentado el saqueo y la impunidad de las megamineras.
Sí, los 1600 millones de dólares que declara exportar Bajo la Alumbrera, por ejemplo, le permiten comprarse muchos amigos: políticos, jueces, abogados, académicos, maestros, policías y meros matones.
Sí, las universidades reciben financiamiento millonario de las mineras y tienen más de un motivo para intentar prohibir que sus estudiantes vean Oro Impuro.
Indignados del mundo, uníos.
Y ya a esta altura medio que empieza a no molestar que Pino aparezca cada dos por tres en plan Ken Brockman para preguntarle con voz indignada al funcionario de turno: ¿Pero cómo puede ser que tal cosa? Porque, claro, será el ABC de los derechos ciudadanos pero los negociados son tan escandalosos que el mero ABC alcanza para hacer tartamudear a más de un personaje. Y por eso está muy bien que Pino muestre, por ejemplo, al por entonces subsecretario de minería de la Rioja, Abel Nonino, atarantado frente a la asamblea en defensa del Famatina. Verlos tartamudear siempre sirve.
Está bien, cuando muestra los triunfos de las asambleas anti minería Pino no puede evitar enfocar a muchos niñitos felices, a algunas sabias ancianas indígenas y a un par de abnegados maestros de la Puna. Pero, más allá de las tentaciones exotistas y amaneceristas, lo cierto es que últimamente sí se han registrado una serie de triunfos importantes en la lucha contra el saqueo de las multinacionales mineras, se han visibilizado algunas redes de corrupción (logrando incluso la renuncia de jueces y gobernadores implicados) y los encuentros ambientalistas (como el de la Unión de Asambleas Ciudadanas, UAC) son, según Norma Giarraca, “uno de los fenómenos de organización social más importante de los últimos años”.
También queda claro, quizás a contramano de la veta más legalista de Pino, que los triunfos lo han sido gracias a un protagonismo social muy extendido y a una lucha sostenida incluso por la vía de la acción directa y los “escraches” a los jueces cómplices de las mineras o los cortes de ruta intransigentes votados en asamblea, aún sabiendo que habría que enfrentar a los matones de las empresas (esta práctica, tan habitual en la minería como en los agronegocios, es la misma que acaba de costarle la vida a Cristian Ferreyra).
En fin, que muchas de las cosas que cuenta Oro Impuro pueden ser sabidas (y para el que no las conozca, viene muy bien el descubrimiento) pero en su acumulación y, sobre todo, en su impune grosería logran indignar aún al espectador más avisado. Es que, realmente, son unos zarpados.
Así que sí, habrá que ver Oro Negro, la segunda parte de esta Tierra Sublevada (estrenada hace unos meses), donde el otrora director de Los Hijos de Fierro se mete con los negociados en el terreno de los hidrocarburos argentinos, un tema que conoce íntimamente, para seguir indignándonos y preguntándonos, con voz de Pino Solanas: ¿Pero cómo puede ser?