Por Hugo Huberman*. Todo crece, todo se reproduce, hasta lo peor de nosotros. Eso hacen las organizaciones de varones de Nuestra América que insisten en una figura de comportamiento para encubrir la violencia: el SAP.
Veo con asombro, mientras recorro Nuestra América, que los lobos con forma de cordero y discursos de lamento mohicano se reproducen en nuestro país desde Apadeshi hasta Padres del Obelisco. En Chile ocurre con Amor de Papá y en Ecuador, donde estoy en este momento, desde Padres Por siempre. El término ‘padre’ se repite como latiguillo cofrade para negar ‘madre’, que es mala palabra para ellos y parte de su juego perverso. El repudio va en sintonía con la declaración final del IX Encuentro Nacional de la Red PAR, donde se denunció “la avanzada de grupos que utilizan el eufemismo de la obstrucción de vínculos familiares con el fin deslegitimar situaciones donde la justicia determinó la restricción de contacto en causas de violencia familiar”, en referencia al falso e inexistente Síndrome de Alienación Parental (SAP).
En Argentina, las organizaciones de base de mujeres y de derechos de los niños y las niñas pudieron evitar el estreno de la película “Borrando a papá”, en parte financiada por el Estado y donde a profesionales de alta valía se les hizo entrevistas sin aclarar dónde serían expuestas ni con qué fin.
El film vuelve a usar la formula de la palabra mágica y la intención escondida certera de la ‘no mamá’. Finalmente no se verá, sin embargo la pregunta del millón es: ¿cómo y desde qué posición el Estado llegó a ser financiador de esta película? Silencio.
Quienes trabjamos todos los días hacia mundos más dignos, equitativos y no violentos cada dos por tres vemos como este tipo de padres organizados -muchos con sentencias sobre abuso o violencia contra sus parejas- genera acciones para vender liebre por perro. El Síndrome de lo que no es sólo una descripción precisa de algunos de los síntomas -sólo algunos- que manifiestan los niños y las niñas que sufrieron violencias. El Síndrome de lo que no es sí es la mayor expresión de la brutalidad de esos padres.
No niego que en situaciones precisas las madres ejercen violencia sobre sus hijos o hijas, afirmo que esa violencia tiene canales judiciales para ser resuelta. Afirmo también que cualquier padre rápidamente y por vía judicial puede acceder al régimen de visitas, en el caso que no haya consensos explícitos entre partes, siempre que no tenga causas en su haber vinculadas a inhibición de derechos de madres e hijos.
El síndrome de lo que no es actúa como un bucle más de violencia masculina hacia mujeres y niños, una organización delictiva de profesionales top para llenar sus bolsillos con dinero de restricción de derechos a todos y todas. En sus expectativas, todo se compra, todo se vende o alquila temporariamente, hasta un hijo.
Queda claro: avanzamos en leyes de reparación de derechos y garantías del Estado, sin embargo, no adelantamos ni un metro en una verdadera transformación cultural donde las relaciones de poder queden como restricciones concretas, donde la palabra ‘padre’ sea un documento con fecha de vencimiento y la palabra ‘madre’ sea para toda la vida, donde los kioscos de expendio de palabras que no son crezcan y se conviertan en juegos de alto riesgo para mujeres e hijos. Donde los chicos y las chicas no sean materia de intercambio comercial sino educados en derechos, presencia y confianza.
Queda claro que estos varones no se conforman. Ahora van por la ley de custodia compartida. Veremos, el tiempo y las culturas dirán si seguimos luchando para borrar lo que nunca debió existir o si una vez más borrarán a quienes no pensamos como ellos ni somos ellos.
(*)Coordinador de la Campaña Lazo Blanco de Argentina y Uruguay (www.lazoblanco.org) y director del Instituto de Género Josep Vicent Marques (hugo.huberman@gmail.com).