Por Ezequiel Arauz. La jornada de Paro y corte de rutas convocada por la CTA fue la primera de su magnitud en poner en agenda desde la calle -casi con exclusividad y no son dificultades- limitantes concretas en las políticas de redistribución del ingreso que enarbola el gobierno nacional.
El pedido de convocatoria al Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil; paritarias sin techo; unificación de las asignaciones familiares; 82% para los jubilados; 5 mil pesos de sueldo básico incluidos planes sociales de empleo y anulación del impuesto al salario fueron, sintéticamente, los reclamos de mayor peso entre aquellos que vertebraron la medida impulsada por la central de trabajadores. Dato que se refrendó en los discursos de la Plaza, la protesta del día viernes tuvo un carácter fuertemente reivindicativo y relacionado mayormente con el ingreso popular.
En la previa, el paro de la CTA recibió adhesiones heterogéneas, no solo desde al ámbito del sindicalismo global y regional, como la Confederación Sindical Internacional (CSI), la Federación Sindical Mundial (FSM) y el Encuentro Sindical Nuestra América (ESNA) sino también en lo local. En primer lugar, la Federación Agraria Argentina, aliada histórica de la CTA, pero que con el modelo sojero de marco, aparece en los últimos años codo a codo con la Sociedad Rural. También la UCR y diputados de la Coalición Cívica; sumados a otros del FAP y Proyecto Sur que, en ambos casos, se movilizaron a la Plaza de Mayo.
“No elegimos esta fecha porque empezó lo del dólar o porque empezaron a sonar algunas cacerolas” aclaró de movida el dirigente estatal, intentando despejar dudas que sus propias declaraciones previas habían generado. La jornada había sido votada para la fecha en que se realizó, en un congreso federal realizado a fines abril, en el cual se fijaron los principales ejes de la misma.
En la calle
La movilización a Plaza de Mayo y los bloqueos, que lograron contundencia en las principales ciudades del país, fueron llevados adelante por un conjunto de organizaciones sindicales, políticas y sociales que, en general, mantienen posiciones antagónicas con el gobierno nacional y de cuyos representados, puede decirse rápidamente que están lejos de ser los grandes ganadores del modelo. En cada distrito, el pliego se nutrió de reclamos locales.
En las columnas además de la propia central, sus federaciones, sindicatos, organizaciones y comisiones internas, hubo banderas, militantes y dirigentes de Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa (CCC), el MST Teresa Vive, el Frente Popular Darío Santillán, el Movimiento de los Chicos del Pueblo, Proyecto Sur, Unidad Popular, el MAS, PTS, Estibadores de Pie y la FUBA entre otros.
“Lo que estamos peleando – dijo Micheli durante un pasaje de su discurso de cierre – no es para los afiliados de Barrios de Pie, la CCC o la CTA, es para todo el pueblo argentino, por lo tanto tenemos derecho a reclamar, a cortar todos los accesos para movilizarnos porque jamás vamos a dejar la calle. Si pretenden que hagamos la protesta en una cabina de teléfono están equivocados”.
El conjunto de organizaciones que confluyeron, en la jornada convocada por la CTA, en algunos casos a pesar de sus propias intenciones, están lejos de compartir un proyecto político concreto. No han tenido en los últimos años posiciones similares frente a diversos debates coyunturales o de fondo que se fueron presentando, con la 125 como ejemplo más claro.
En el último llamado electoral participaron de listas propias o aliados a otras fuerzas, apoyaron listas distintas o no apoyaron a ninguna candidatura. Desde los `90 hacia acá, con matices y variaciones, casi todas construyeron una tradición de alimentar su política con un alto grado de movilización callejera. Tal vez, ese sea el punto en común más sólido.
Hacia allí, apuntó sus dardos el gobierno nacional. A través del jefe de Gabinete de Ministros, Juan Abal Medina calificó a los convocantes como “sectores marginales” y a los métodos utilizados como anacrónicos. “Hay sectores que aún no comprendieron que esas metodologías de protesta son parte del pasado” dijo el ex funcionario de la Alianza, retomando una línea argumental propia del neoliberalismo.
Por el ingreso
Ya desde el escenario en Plaza de Mayo, Micheli hizo referencia a la posibilidad de una “unidad de acción” futura con la CGT de Hugo Moyano. Los planteos de ambos sectores encuentran en esta coyuntura puntos de contacto. No pasa desapercibido que esa proyección había sido caballito de batalla de Hugo Yasky en la campaña por la interna de la central en 2010, cuando el camionero y el docente compartían su público apoyo al gobierno nacional.
Desde entonces, no sólo algunas alianzas del gobierno han cambiado. La crisis del capitalismo mundial comienza a aparecer, aun con otros nombres, en el discurso gubernamental y entre el empresariado. La disputa apunta al ingreso popular. Brasil bajó la demanda de automóviles y en Córdoba, una terminal de Renault acaba de suspender a 2 mil trabajadores, quienes durante varias jornadas cobrarán el 75% de sus salarios. Se trata del sector industrial de mayor crecimiento en la última década.
En medio de un estirado proceso paritario en el que los acuerdos son firmados en menor porcentaje que el año anterior y algo por debajo del elevado nivel de inflación mayoritariamente aceptado, que en el último año se ubicó encima del 23%; cuando los montos de planes sociales se encuentran congelados o fuertemente retrasados y su implementación continúa siendo discrecional, la agenda de la movilización y las alianzas coyunturales deben entenderse como parte de una pulseada que no se destraba en favor de los intereses populares sin movilización popular.