Por Federico Larsen. Durante la cadena nacional que protagonizó el viernes pasado, Cristina Fernandez se refirió a los piqueteros como “patrullas perdidas”, y “funcionales a los intereses que siempre atentaron desde las sombras”. Un descrédito a la lucha social, en línea con los últimos 9 años de gobierno.
Durante su discurso en ocasión de la promulgación de la ley que expropia parte de las acciones de YPF, la presidenta tomó, como ya había hecho en otras ocasiones, unos instantes para referirse al movimiento piquetero. Recordó su nacimiento, hace ya más de 15 años, y a uno de sus protagonistas, el actual intendente de Cutral Có, Ramón Rioseco. “Era un hombre que con la cara cubierta, en los años 90, a la vera de los caminos en su pueblo, cortaba junto a todos las rutas y quemaba llantas, allí nació el movimiento piquetero. Rioseco era uno de sus líderes. Hoy es el intendente de Cutral Có. ¿Qué quiero decir con esto? Que comprendió que había un nuevo país, que se estaban logrando cosas que nunca se habían logrado y entonces se dio cuenta que seguir cubriéndose la cara, prender fuego o hacer incendios era solamente de patrullas perdidas pero no de argentinos que comprenden que necesitan ponerle el hombro al país y trabajar”, dijo la jefa de estado.
No es la primera vez que se refiere al movimiento piquetero en relación a YPF. El pasado 20 de abril, en Santa Cruz, Cristina Fernandez aseguró que “si con el pago del Boden 2012 terminamos de pagarles a los caceroleros, con esta recuperación de YPF hemos terminado de pagar la historia de los piqueteros que salieron a la vera de los caminos”. Y ahora, “busquen otra forma de reclamo”.
Lo que empezó en los años 90, cerraría aquí su ciclo gracias a esta medida, que muchos de los movimientos sociales argentinos calificaron como un avance. Sin embargo, existe una línea de continuidad en los discursos de Cristina con respecto a la protesta social, que excede ampliamente el supuesto pago a la historia de los piqueteros. Esto tiene que ver con minimizar el rol de los sectores en lucha, ningunear sus reclamos y reducirlos a “patrullas perdidas”, inadaptados en la Argentina actual.
Piqueteros constructores
Los oyentes más atentos en ese tramo del discurso del viernes pasado, habrán notado la sutil pero contundente referencia de la presidente al usar las palabras ‘patrulla perdida’. Se trata, en realidad, de una frase del periodista Rodolfo Walsh, lanzada a la conducción de Montoneros en una carta de 1976, cuando aseguraba que “en la práctica sucede que nuestra teoría ha galopado kilómetros delante de la realidad. Cuando eso ocurre, la vanguardia corre el riesgo de convertirse en una patrulla perdida”. Esta frase, escrita en un momento de extrema conflictividad social y referida a la necesidad de establecer al “socialismo más o menos inmediato” como “nuestra propuesta política”, toma un tinte diferente en el contexto actual, especialmente al ser pronunciada por una jefa de estado. Si en ese momento se trataba de reflexionar sobre la conducción ideológica y estratégica de una lucha por el sentido mismo del estado, hoy estas palabras pueden leerse en clave de advertencia hacia esos sectores populares que protagonizan no sólo la lucha social, sino que también bregan por la construcción de alternativas políticas al actual modelo.
Las “patrullas perdidas” han ido mutando y consolidando su accionar desde aquella pueblada de Cultral Có. Lo que en ese momento era el germen de un amplio movimiento político hoy se plasma en diversas experiencias organizativas, como radios comunitarias, comedores, centros de estudiantes, sindicatos, cooperativas, donde se cocinó ese pasaje de un movimiento de protesta a nuevas formas de construcción de poder, con el desafío de proyectar las luchas reivindicativas en la construcción de una alternativa política. Y el kirchnerismo tuvo, en sus comienzos, la capacidad de interpretar algunos rasgos de ese proceso. Lo prueba la inclusión -con muchas reservas- de algunos de esos movimientos en sus filas, pero también la pluralidad de opiniones dentro del gobierno acerca de qué hacer hoy con los movimientos sociales. La posición mayoritaria, como siempre, la sienta la líder, y se expresa en estos discursos donde se esgrime el argumento de que “la lucha no paga”, y, por el contrario, sólo es un palo en las ruedas del crecimiento.
La estrategia entonces está marcada, y la táctica se construye en base a la coyuntura. Una de las iniciativas más llamativas en este frente, tiene que ver con sutiles pero constantes formas de represión a los movimientos populares. Según un informe recientemente elaborado por el Encuentro memoria, verdad y justicia, “actualmente existen en nuestro país más de 4000 personas criminalizadas y judicializadas, y el número de víctimas asesinadas por luchar desde el año 2001 asciende a más de 70”. El texto, elaborado por diferentes asociaciones antirrepresivas y por la defensa de los derechos humanos, aclara que “la protesta por lograr conquistas favorables a diferentes sectores populares, es un derecho que no requiere permiso ni acepta censura”. Entonces ¿por qué lo de patrullas perdidas?
Luego de las elecciones de octubre quedó claro el amplio apoyo con el que cuenta este gobierno. Al mismo tiempo, la desorganización de una oposición anacrónica e incapaz de leer y comprender las necesidades populares ha hecho que la mayoría de los conflictos políticos y económicos se diriman en el seno mismo del kirchnerismo. Los recientes encontronazos con el sindicalismo, los reclamos de los trabajadores petroleros o docentes, obligan al gobierno a ‘ordenar’ el panorama y explicitar que nada se podrá resolver por fuera. Es decir, o con nosotros, o patrulla perdida. Esto no es otra cosa que una de las características estructurales del proyecto kirchnerista: consolidar una base dispuesta a apoyar y difundir las políticas de gobierno, pero limitando la iniciativa propia, que equivale a negar el potencial demostrado por los movimientos sociales ‘críticos’ u opositores, en contramano a una tendencia que se explicita hasta a niveles continentales. Las “patrullas perdidas” han sabido construir plataformas de lucha latinoamericanas, y su rol de fabricantes de alternativas sociales ha sido reconocido por instituciones internacionales como el ALBA o -en menor medida- el Unasur. Querer reducir esa obra es ningunear buena parte de la construcción política histórica de nuestro país y nuestro continente. Es por eso que los piqueteros, lejos del rol insignificante que la presidenta parece querer asignarles hoy, deben seguir participando en la vida política cotidiana. Ellos son los que le reclamarán al estado las garrafas de gas que va a producir YPF, para que la política argentina no se agote dentro del kirchnerismo. Ellos son, en fin, los constructores de una política que la tradición institucional sigue ninguneando, pero que lentamente avanza. Ninguna patrulla perdida, los que decidieron seguir en la construcción política, lejos de intendencias o secretarías, son la expresión de un campo popular activo, creador, un sujeto político que sin dejar de lado la protesta social avanza en el país y en América Latina. Y el kirchnerismo debería tenerlo bien en cuenta.