Por Marco Teruggi, desde Caracas*. Este lunes se cumplió un año de la última victoria electoral de Hugo Chávez. La “victoria perfecta” que lo llevó nuevamente a la presidencia el 7 de octubre de 2012.
Hace un año. Aquella fue la elección de América. Todos los canales, la derecha continental coordinada, las izquierdas movilizando a las embajadas, Caracas hundida en una alegría que desbordaba hasta tocar el mar y los llanos. Y ese cielo en las manos de un hombre, Hugo Chávez, el Comandante invicto.
“Viva Venezuela, viva la Patria, viva el pueblo de Bolívar, viva la Revolución Bolivariana, viva el 7 de octubre (…) esta victoria fue una batalla perfecta, batalla perfecta en todas la línea, una batalla democrática”, había dicho Chávez ante la historia.
Desde entonces pasó el Golpe de Timón, elecciones a gobernadores, la muerte -¿acaso esa palabra es la correcta?- el 5 de marzo, las elecciones en abril, el intento de golpe de Estado, el primer presidente chavista, y así, una lista como un vértigo, hasta este aniversario del triunfo, y la certeza de que algo no ha sucedido: el olvido.
Por eso, desde temprano, el lunes 7 de octubre, la ciudad de Caracas comenzó a movilizarse. Las tarimas estaban armadas desde la noche, los puntos de concentración habían sido comunicados y el lugar de cierre, el Balcón del Pueblo en el Palacio de Miraflores, estaba listo para recibir a una nueva multitud.
Qué habitó las calles de Caracas es algo difícil de definir con exactitud. Alegría, cierto, por el recuerdo de una epopeya donde se encontraron millones junto a un líder, por saber la batalla a pesar de su estado de salud, de los aguaceros y los vientos. Pero también un dolor oscuro y luminoso, aunque “Chávez vive la lucha sigue”, “Chávez no murió, se multiplicó”, rezaron las consignas, porque decir que fue padre de un pueblo no resulta un exceso.
Y más, en las miradas también vivía la locura, aquella que nace de las caídas más hondas. Y esperanza, porque la Revolución Bolivariana sigue en pie, la tarea de elegir a Nicolás Maduro como presidente le fue cumplida al comandante, y en nadie existe la posibilidad de dar un paso atrás.
Pero también eran dudas, es tema de conversación cotidiana las dificultades que atraviesa Venezuela, azotada por una guerra económica silenciosa y desgastante, que busca operar desde el anonimato. Y en eso diciembre, con las próximas elecciones a alcaldes y concejales, y las consecuencias que de ahí pueden desprenderse para la táctica de la derecha -la estrategia es invariable: derribar al Gobierno venezolano de la manera que sea más conveniente según la oportunidad-.
Caracas fue entonces el lugar donde una multitud se congregó para celebrar la última victoria del Comandante, que es también reconocerse, “Chávez somos todos”. Llovió, claro, ráfagas de agua sobre ríos bajando de los cerros. Nadie se movió, acaso una bendición del que todos llevan dentro. Lo cierto es que esa lluvia cargó todo lo que un pueblo que nació de una contienda bella, dolorosa y esperanzadora, hace ya 14 años, y que mira hacia adelante con un nombre grabado en la palabra.
* Licenciado en Sociología y autor del blog americasurrealista.blogspot.com