Con la muerte de dos soldados norteamericanos se eleva a 30 la cifra de caídos en los últimos cinco días en Afganistán. La quema de varios libros del Corán en una base militar motivó una reacción popular que ya lleva casi una semana.
El pasado martes, soldados de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que se encuentran actuando en Afganistán como fuerza de ocupación desde 2001 quemaron varios ejemplares de el Corán, el libro sagrado islámico. Este hecho sucedió en la base de Bagram, la más grande que utilizan los ejércitos de la coalición en aquel país. Según la soldados norteamericanos de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad de la OTAN (ISAF, por su sigla en inglés), los libros fueron quemados porque en ellos se transmitían “mensajes fundamentalistas” entre los prisioneros.
Este hecho generó una fuerte reacción popular que ya lleva cinco días de movilizaciones y enfrentamientos en distintas regiones del país. Según datos oficiales del Ministerio del Interior afgano, la cifra de muertos se eleva a 30 y hay más de 200 heridos. Si tenemos en cuenta que en 2011, de acuerdo con un informe de la Organización para las Naciones Unidas (ONU), murieron 3.021 civiles en manos de fuerzas pro y anti gubernamentales, lejos está de apaciguarse la situación en el país. Y parece complicado el anunciado retiro de todas las tropas de ocupación para 2014.
Luego de la quema de los libros del Corán, el presidente afgano Hamid Karzai declaró, según la agencia Reuters, que los soldados estadounidenses cometieron “una estupidez” y que deberían ser castigados, aunque no aclaró que tipo de castigo merecerían. Sin embargo, ante los hechos de violencia suscitados por este acontecimiento dijo que “Es tiempo de recuperar y conservar nuestra calma y no permitir que nuestros enemigos hagan un mal uso de ella”. Por su parte, un grupo de diputados salió a exigir la semana pasada que los soldados sean entregados a un tribunal islámico para ser juzgados.
El gobierno de Barack Obama pidió disculpas por lo sucedido aunque, mediante su secretaria de Estado, Hillary Clinton, demostró que mantiene un enorme cínismo por la situación en el país asiatico. “Lamentamos profundamente el incidente que condujo a estas protestas pero también pensamos que la violencia debe cesar y que es necesario seguir adelante con el duro trabajo de reconstrucción de un Afganistán en paz y seguridad” declaró Clinton en un cable de la AFP.
Los últimos sucesos
El pasado sábado, un hombre aun no identificado mató a tiros a dos soldados estadounidenses en el Ministerio del Interior en Kabul, la capital de Afganistán. Pocas horas después los talibanes se atribuyeron el atentado en un comunicado atribuyendo el hecho a “la falta de respeto de los invasores por los objetos sagrados del Islam”. Sin embargo, hay diversas versiones. Una de ellas, proveniente de Tolo News (un canal de noticias afgano), supone una discusión entre los soldados y un funcionario del ministerio, quién sería el responsable del asesinato y que actualmente es buscado por la Policía.
Ante este hecho, el general John Allen, que dirige la ISAF, decidió “sacar a todo el personal de la ISAF que trabaja en los ministerios dentro y fuera de Kabul”.
Gran Bretaña, Alemania y Francia decidieron el sábado y el domingo alinearse con esta decisión para limitar los riesgos que corren sus agentes civiles y militares.
En los días previos, otros dos soldados norteamericanos murieron a manos de un soldado afgano que se rebeló contra las fuerzas de ocupación. Los talibanes habían realizado un llamado a las fuerzas de seguridad afganas a tomar esta actitud.
En el día de ayer, domingo, la intensidad de las manifestaciones antiestadounidenses disminuyó. La mayoría de los hechos violentos se concentró en el distrito de Imam Sahib, en la provincia de Kunduz (al norte del país).
Siete soldados estadounidenses resultaron heridos el domingo cuando manifestantes que protestaban contra la quema de coranes lanzaron una granada contra instalaciones de la OTAN en el norte de Afganistán, según fuentes coincidentes. “Los manifestantes lanzaron una granada contra una base de las fuerzas especiales en la ciudad de Imam Sahib. Siete estadounidenses miembros de las fuerzas especiales resultaron heridos”, afirmó a la AFP el jefe de policía del distrito, Abdul Shukoor Fedawi.
¿Cómo sigue?
El gobierno de EE.UU. se encuentra negociando con el gobierno de Afganistán un acuerdo para fijar el momento retirada de las tropas. El mismo supone el establecimiento de bases militares conjuntas en Afganistán para el período posterior a 2014. Sin embargo, los supuestos progresos resultado de la ocupación están en duda. Según la Cruz Roja Internacional, la situación de la seguridad es la peor en 30 años y un estudio de la ONU sostiene que hay un aumento del 39% en la violencia desde 2001.
Por este motivo la administración de Obama planea incluir a algunos sectores talibanes en el acuerdo para garantizar la “gobernabilidad” luego de 2014. Esto, como declaró un funcionario de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés), al Washington Post supone, por ejemplo, que “ante otra serie de prioridades, las cuestiones de género están pasando a un lugar secundario”, todo en vistas de lograr un acuerdo con los talibanes.
Compleja es la situación en este país que lleva ya más de diez años de ocupación por parte de la OTAN. El obvio desinterés de Estados Unidos por el futuro del pueblo afgano se observa en los intentos de negociar con sus viejos rivales (viejos aliados), los talibanes. Con 35% de la población bajo la línea de pobreza y con un gobierno ubicado por la ONU “entre los más corruptos del mundo”, el futuro aparece como poco venturoso.