Por Sebastián Tafuro. Mientras el fútbol argentino se prepara para uno de los finales de campeonato (tanto en Primera División como en la B Nacional) más tensos de los últimos tiempos, en Polonia y Ucrania se está llevando a cabo la XIV edición de la Eurocopa, el principal torneo entre selecciones de fútbol del Viejo Continente organizado por la UEFA.
La etapa de cuartos de final se inició ayer (con la victoria de Portugal sobre República Checa 1-0 con gol de Cristiano Ronaldo), en la que se destaca, por encima de cualquier otro cruce, un duelo que hoy en día va mucho más allá de un simple partido de fútbol: Alemania contra Grecia, el poderoso contra el humilde, en la cancha y fuera de ella, que se jugará hoy.
Europa atraviesa la más grande crisis económica desde el fin de la segunda Guerra Mundial y cada ajuste que impone la troika – la tríada conformada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea – a los países más débiles de la Eurozona, profundiza las desigualdades respecto a los más ricos y hunde en la desocupación y la pobreza a millones de ciudadanos. El principal sostén de una política neoliberal de “soga al cuello” que pretende salvar a toda costa al euro como moneda común – y a las instituciones financieras – es la Alemania de Angela Merkel, apoyada hasta no hace mucho por Francia, cuando en el Ejecutivo galo mandaba Nicolas Sarkozy. Dentro de los que se someten a los designios del gigante germano, Grecia representa la experiencia más dramática, acompañada en menor medida por Irlanda, Portugal y España.
Por todos esos motivos, el pueblo griego se ilusiona con una especie de revancha en un terreno en el cual las diferencias también son abismales. Mientras Alemania tiene en su cosecha 3 Copas del Mundo (además de otras 4 finales) y 3 Eurocopas ganadas, los griegos apenas pueden jactarse de 2 participaciones en Mundiales (el último y en 1994, donde Argentina los goleó 4 a 0 con un triplete de Batistuta y aquel recordado grito a las cámaras de Maradona) y de 4 presencias en la máxima competición continental. Sin embargo, en 2004 – la que, en ese entonces, era su segunda vez en Europa – sorprendieron al mundo al quedarse con el trofeo practicando un fútbol cercano a lo horrible, pero muy efectivo. Fueron tres semanas soñadas para los helénicos, que hoy anhelan con repetir.
En la primera ronda, Alemania superó en fila a Portugal, Holanda y Dinamarca, exhibiendo el poderío que lo ha llevado a estar en el podio de los últimos 3 Mundiales, aunque no haya podido quedarse con ninguno. Grecia, en tanto, empató contra uno de los locales – Polonia – por 1 a 1 en el debut, perdió contra República Checa luego y en el tercer encuentro, cuando nadie lo tenía en cuenta, derrotó a Rusia 1 a 0, lo eliminó y se metió entre los 8 mejores.
Las posibilidades parecen escasas, pero en el fútbol nunca pueden descartarse sorpresas. Por otra parte, en los otros cruces habrá choque de potencias en dos (España-Francia e Inglaterra-Italia).
“Europa respiró aliviada”, fue la forma en que los periódicos de los diferentes países se expresaron tras el triunfo de la derecha en la elección legislativa griega del pasado domingo. La posibilidad de que ganara la coalición de izquierda Syriza, que planteaba la renegociación de los pactos con la Unión Europea y el cese de pago de la deuda para concentrar la economía al servicio de la recuperación de los derechos básicos de los griegos, era tan firme en la previa que hubo grandes campañas continentales de demonización que consiguieron su objetivo: seguir dictando lo que Grecia debe hacer con su economía.
Dado ese panorama, el escritor mexicano Juan Villoro manifestó hace unos días su ilusión de que la final de la Euro 2012 fuera entre alemanes y griegos y que estos últimos se alzasen con una victoria, “con un 1 a 0 de cruenta austeridad”. No será en la instancia decisiva, pero el viernes, por más que sólo sea un juego, el fútbol podría brindarle una pequeña satisfacción a una sociedad que resiste un brutal ajuste y que merecería una alegría de ese tipo, por más efímera que ésta pueda ser. Sería una dosis de justicia entre tanta perversidad.