Por Francisco Longa. El culebrón veraniego tras la visita de Scioli al stand de Clarín, en el que muchos descubrieron su impronta conservadora, es en realidad un punto de transparencia de una larga y sinuosa relación con otros actores kirchneristas. Amores, engaños y otros pecados, en los albores de la elección presidencial.
Es casi inherente al clima veraniego que la mezcla de medios de comunicación, público con tiempo libre y políticos en campaña ofrezca un cocktail explosivo. Una vez que estalla, se estructuran decenas de comentarios, notas periodísticas y análisis electorales. Aquí intentamos una mirada acerca del lugar de Daniel Scioli en el bloque kirchnerista, más allá del culebrón clarinista del verano.
Hace tiempo que Scioli dejó de ser un ‘outsider’ de la política para convertirse en un ‘animal político’ en todo su cabal sentido. Las ingenuidades de aquel motonauta principiante que se acercaba a la desconocida arena política fue dejando paso a una verdadera trayectoria peronista: diputado nacional en clave menemista primero, secretario de Turismo en el gabinete de Duhalde después, vicepresidente junto a Néstor Kirchner y, finalmente, gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
Tan vasto derrotero evidencia a las claras el nivel de inserción del actual candidato a presidente. Inserción que es producto de una carrera activa forjada en el marco de un plan de ascenso político sustentado por operadores, empresarios, funcionarios, legisladores y políticos en general, con los cuales Scioli fue construyendo alianzas y pactos.
Y en ese derrotero, las marcas identitarias de Scioli han sido siempre el carácter templado, la imagen de la predisposición al diálogo por encima de la confrontación como método para dirimir conflictos y una retórica del sacrificio que permitiría superar las dificultades, tanto de la vida misma como de la gestión. Todo ello daría como resultado un acumulado que intenta expresar en la idea de La Gran Argentina que, a su comando, comenzaría en diciembre de 2015. Pero todo este proyecto de acumulación personal se encuentra cobijado y, a la vez, jaqueado por el espacio político que hoy lo contiene: el Frente para la Victoria (FpV).
Así como hace tiempo que DOS (como es denominado a partir de sus iniciales) no es un outsider de la política, tampoco ha tenido un rol marginal dentro del FpV. La envergadura de los cargos que ostenta en los años kirchneristas da cuenta de un aliado central en la construcción de poder del proyecto de Néstor y Cristina. Tal vez sería exagerado decir que es la columna vertebral de sus armados electorales, pero sin lugar a dudas a Scioli le corresponden algunas de sus vértebras claves.
Entonces, con un pasado más ligado al deporte y al empresariado filo menemista que a la militancia política, pero que logra desde hace tiempo mantener una alta imagen positiva dentro del electorado, Scioli siempre fue un aliado incómodo para el gobierno nacional. Su estilo dialoguista lo ha llevado a participar de los ágapes organizado por Héctor Magnetto, a las inauguraciones de la Sociedad Rural –con quien nunca rompió relaciones–, contrastando con la épica de combate que el kirchnerismo erigió en contra de algunos sectores concentrados de la economía y de los monopolios mediáticos. Así como para recomponer relaciones luego de su affaire con Clarín agasajó ayer con un almuerzo al ex juez Zaffaroni para luego cenar en la mesa de Mirtha Legrand, quien lo recibió con un irónico: “¿Tuviste problemas para venir a este programa? ¿Te retaron?”. Su apego por las políticas de mano dura para combatir el delito común también ha sido un hueso duro de roer para los kirchneristas de paladar negro.
En su momento, Scioli aludió en forma indirecta al matrimonio presidencial al refunfuñar por sentirse atado “de pies y manos” al momento de aplicar la mano dura en su provincia. Néstor le contestó en forma directa en un acto: “Yo le pido al gobernador que diga quién le ata las manos”. Scioli no respondió, siguiendo un estilo de enfrentamiento más propio de una guerra fría que de un campo de batalla abierto, donde la pragmática de “pervivir juntos” fue más fuerte que las miradas ideológicas.
Esta elusión de las diferencias cobra un sentido más contundente en el campo de los derechos humanos y en la perspectiva respecto de los tiempos de la dictadura. Recientemente, reapareció una entrevista de principios de los años noventa en la que afirmaba: “Si las fuerzas armadas no hubiesen actuado, no sé hasta donde habría (sic) llegado todo aquello”. También describía así la etapa que atravesaba el país: “Estaban los terroristas y los militares matándose unos a otros”.
En lo que refiere a la política económica, en el reciente congreso de la Unión Industrial Argentina (UIA) en Pilar una mesa reunió a cuatro economistas referentes de espacios que disputan la presidencia: el Frente Renovador, el PRO, UNEN y el sciolismo. Todas las crónicas destacaron que los cuatro presentaron recetas equivalentes en lo que refiere a la economía argentina post 2015: combate prioritario a la inflación por medio de la reducción del gasto público, re vinculación con el mundo financiero internacional y, en términos generales, una economía más amigable con el empresariado local.
Seguramente el sector más a la izquierda del campo kirchnerista saque ahora a relucir toda esta larga lista de deflexiones de Scioli. No vamos a enlistar aquí al conjunto de referentes kirchneristas que en estos días lo fustigaron por su acercamiento a Magnetto, como tampoco vamos a destacar aquellos que –aclarando que no les había caído en gracia la actitud del gobernador– minimizaron la cuestión y reforzaron la lealtad de Scioli al proyecto. Porque más allá de las diferencias, lo que se corrobora a lo largo de toda la relación es que siempre primó la conveniencia política. Es así que en la pragmática electoral parecería no haber pautas económicas, antiguos encontronazos ni actuales amiguismos con Clarín capaces de desplazar a la necesidad de continuidad en el poder.
Si la única verdad es la realidad y finalmente Cristina unge a Scioli como candidato privilegiado del espacio, toda la verba incendiaria de dirigentes medios contra el gobernador se habrá desvanecido en el aire. La clave en ese sentido la acercó en estos días Emilio Pérsico en una entrevista a la Agencia Paco Urondo. Allí el referente del Movimiento Evita, espacio que lanzó un pre candidato a la presidencia y es tenido como uno de los movimientos del bloque oficial con mayor independencia y vuelo propio, explicó: “Con Scioli podremos ladrarnos, pero no vamos a romper; sabemos cuál es la contradicción central”.
Así, el actor clave en este 2015 para el kirchnerismo seguramente termine siendo aquel menos deseado. Un aliado incómodo para un espacio político que, entre todos sus haberes, tiene en el debe no haber podido forjar un referente propio con aceptación pública y capacidades reales de ganarles a los candidatos de la oposición conservadora. En tanto esto no ocurra, la pragmática electoral seguirá imponiendo alianzas indeseables.