Por Cezary Novek. La ensayista, dramaturga y directora Karina Wainschenker acaba de publicar su primera novela. Marcha dialogó con ella sobre No se dice mamushka.
Karina Wainschenker nació en 1985. Es Licenciada en Artes Combinadas, guionista, dramaturga, actriz, directora, ensayista, editora, crítica teatral, docente y tallerista. En diciembre pasado presentó su primera novela No se dice mamushka (Milena Caserola, 2013). Se trata de un libro estructurado como obra musical que incluye numerosos recursos y técnicas que multiplican las voces del trío de personajes protagónicos. Desde la relación chico-conoce-chica hasta la historia del folklore de los pueblos eslavos, pasando por la mediatización de las relaciones humanas, es una novela que incluye varias novelas. Como una cebolla. Como una matrioshka.
Marcha dialogó a fondo con la autora sobre las diferentes capas de la novela, los procesos creativos, la identidad, la escritura, la herencia y la tradición.
Venís del campo del teatro, la dirección, dramaturgia y el ensayo crítico (me refiero a tu trabajo en la revista Afuera). ¿Cómo fue que llegaste a involucrarte en un proyecto individual y de largo aliento como lo es una novela?
La novela es la consecuencia natural de un proceso previo. Una primera novela, en general, tiende a ser la reafirmación de un escritor en su identidad como tal. El proceso fue un poco eso: preguntarme qué es el escribir y qué pienso de ese ejercicio. Esas reflexiones están plasmadas a lo largo de la novela, no como algo cerrado, sino como algo en ebullición, en movimiento, en discusiones entre los personajes que son las discusiones que yo misma tuve en torno a ello de manera interna. Y esto me lleva a la siguiente parte de tu pregunta: sí, me desempeño en otras áreas como la investigación, la docencia y la dirección teatral, actividades que considero necesarias para la escritura. Hay tareas que requieren una condición más rumiante, que se da en soledad, como decía antes, procesos internos que luego dan a luz un artículo académico, un ensayo, un cuento o una novela. En cambio, la docencia y el teatro corresponden al conjunto de las tareas que requieren de otro para ser realizadas. Lo colectivo, aquí, es condición necesaria y excluyente, la reflexión ética y estética se da de manera conjunta; la ejecución, también. No es que cuando uno escriba no comparta con otras versiones previas, correcciones, debates, etcétera. En la actualidad eso se da mucho, sobre todo por la facilidad que los medios de comunicación significan. Pero me refiero a la naturaleza del trabajo. En mi caso, un ejercicio individual como lo es la escritura o la investigación, y un ejercicio colectivo, como lo es el teatro y la docencia, son igualmente indispensables e incluso se retroalimentan.
Antes de adentrarnos en la trama de la novela quisiera preguntarte por tus influencias. Me refiero a lecturas, obras, autores que influyeron en vos lo suficiente como para ser quien hoy sos. Dentro de esa influencia incluyo a creadores de diferentes disciplinas, no sólo escritores.
¡Qué difícil! Considero gran influencia las lecturas que realicé de muy chica, sobre todo por impulso de mi madre que es una gran lectora. Cuentos populares rusos, cuentos para niños alemanes, mitología griega y romana, Lewis Carroll, y una serie de novelas de detectives, son esenciales en mi recorrido. También me gusta envolverme en lecturas de otras ciencias, como la biología, la psicología, la filosofía, la antropología y la semiología porque allí se me despiertan otros mundos, como también me pasa al leer biografías de reyes y reinas antiquísimos. La literatura rusa me es indispensable, toda, desde sus mitos originales, hasta los autores actuales, pasando por los más conocidos. Una de las novelas que me marcaron un antes y un después es El Maestro y Margarita, de Bulgákov, sugerencia de mi padre. Luego, mi formación académica me puso frente a toda la historia del arte, del teatro y del cine, entre quienes destaco a Artaud, Pasolini, Apollinaire, Cocteau, Goethe, Tarkovsky, Bajtín, Sartre, Beckett, Eco, Barthes, y no sigo porque, si no, no paro.
¿Pensás que No se dice Mamushka podría llegar a reflejar de alguna manera el espíritu de tus contemporáneos respecto a la realidad que los rodea? Me refiero a las relaciones humanas mediatizadas, la incomunicación y las vidas compartidas de forma fragmentaria.
Más que una intención de reflejar una problemática de época fue pensar el modo como que se dan los vínculos humanos en este momento según la tecnología que nos define como época y como sociedad. Mi padre es ingeniero en sistemas recibido en la URSS. Tengo una computadora en mi casa desde que tengo memoria. Recuerdo a uno de mis hermanos menores en pañales desarmando un CPU en pañales bajo la tutela de mi papá. Como comentaba anteriormente, creo que lo que dispara esto es la pregunta por el leer y el escribir. Muchas veces oímos a nuestros abuelos o tíos diciendo que las jóvenes generaciones ya no leen ni escriben. ¿Cómo que no leen? ¿Si se la pasan el día entero con mensajes de texto, Whatsapp, chateando en Facebook, creando blogs, twitts? Nos la pasamos leyendo y escribiendo. No creo que necesariamente la sobrecomunicación, es decir, la comunicación excesiva por varios medios en simultáneo (a mí, por lo menos, me pasa que me descubro hablando tres cosas distintas con la misma persona por tres medios en simultáneo) signifique una incomunicación. Sí es necesario destacar los modos particulares que tiene cada forma de comunicación, ya que lo escrito tiene muchos menos lenguajes involucrados que, por ejemplo, la conversación presencial. Esto, que parece una obviedad, es lo que genera la mayor cantidad de conflictos y malentendidos en nuestras comunicaciones cotidianas. En la novela, los personajes están envueltos en esta forma de comunicación y son víctimas de estas particularidades. Sin embargo, la cuestión epistolar no es una novedad para la literatura. En el caso de No se dice mamushka, la inclusión de mails tiene quizás la particularidad de que se sabe que será leído al instante, pero los vínculos epistolares existen prácticamente desde que existe la escritura, al menos desde que la escritura se sucede sobre un soporte transportable. Fueron una gran influencia para pensar las características del género la Novela en nueve cartas, de Dostoievski, y las cartas de Kafka a Felice Bauer. En la primera se ven claramente las acciones que suceden entre una carta y la otra, que como lectores se nos escapan y debemos reconstruir de acuerdo a los indicios propuestos por el autor; en la segunda, nos encontramos con un vínculo puramente epistolar, que por la distancia y la falta de cuerpo se vuelve ideal, abstracta. Por otra parte, desde la dirección teatral, es fácil hacer una analogía entre el chat y literatura dramática, ya que su formato es muy parecido: parlamentos y didascalias, líneas de diálogo, horarios y emoticones.