Por Julian Marini y Federico Araya. Extracto de la entrevista a Enrique Symns en la que el señor de los venenos denuncia “el secuestro de las intenciones transgresoras” en el periodismo actual y habla de la revista que quisiera editar hoy. Drogas, marginados, marginales, niños y su mirada hacia el futuro.
La entrevista completa la podés leer acá: Symns, bajo el nivel del mar (entrevista completa)
Entrevistar a Enrique Symns, es, en realidad, un acto masturbatorio del ego. No hay curiosidad, no hay sentido periodístico, y mucho menos noticioso. Sólo la satisfacción personal del “lo hice, enfrenté al monstruo”
Entrevistar a Enrique Symns, es mostrarle a papá que uno también tiene fuerzas y lo puede cagar a piñas. O al menos intentarlo.
Entrevistar a Enrique Symns, es, de alguna forma, jugar al torero. Enfrentar a un animal fuerte e indomable, mucho más peligroso que uno, y además, atentos a esto, un toro acostumbrado a ser él quien sostiene la capa. Pero jugamos con una cruel ventaja: el señor de los venenos bufa herido por el paso del tiempo.
Comprendiendo como viene la mano al respecto, intentar asesinarlo sería una idea mucho mejor; darle muerte, finalizar la historia de Enrique, transformarlo, aún mas, en mito, cuento de terror, anécdota ochentosa, prócer del periodismo, o leyenda urbana.
Concretamos un punto de encuentro, le ofrecemos caramelos para que acepte, elegimos las armas… pero algo falla: es inevitable, alguien comienza a preguntar.
-Hablanos de tu recorrido como periodista.
-En realidad mi oficio era el de monologuista callejero; cuando volví en el 82 a Buenos Aires en un monólogo que estaba haciendo en calle Corrientes me vio Jorge Pistocchi, el director de “Pan Caliente”, y me preguntó si quería ser jefe de redacción de la revista y al mes, dos meses, me vino a visitar el jefe de redacción de Clarín y me llevó al diario.
Yo sabía que era un buen escritor, no sabía que podía ser un buen periodista. Al principio me enviaban a entrevistar con todos los movileros y yo no me atrevía; pero rápidamente me di cuenta de que no era capaz de entrevistar a un juez, pero si a un delincuente; y si iba a un leprosario yo entrevistaba a los leprosos y no a los médicos, a los drogadictos y no a los psiquiatras. Sin darme cuenta me puse de un lado de la calle y bauticé mi oficio como antropología de la vida cotidiana, la voz de la gente; y en contra de lo que yo llamo el periodismo jurisprudente, que es el periodismo que está a favor de la propiedad privada (en vez de policiales debería llamarse delincuenciales, que son los verdaderos protagonistas), a favor de la moral pública, a favor de la salud (como todos los estados pastoriles que custodian la salud de su ganado). El periodismo jurisprudente se vio luego empeorado por otro tipo de periodismo que es el militante. La palabra militar es un verbo y un sustantivo, como “poder”: poder coger es hermoso, pero tener poder es desastroso. Y el periodismo militante al final es de milicos y un milico no puede hacer periodismo. No es estar a favor de algo, eso no es periodismo, eso es de un juez, no sos un espía que va con un grabador escondido, no sos un policía. El periodismo es una investigación sobre la naturaleza humana.
Me acuerdo de la última experiencia que tuve la suerte de hacer, porque luego no me contrató más nadie, que fue con Lanata en Crítica. Me iba al hipódromo, me encontraba con jugadores espeluznantes, fui a Fuerte Apache, a Soldati, en el barrio de Once hablé con los que fumaban paco y los vendedores, porque además vas con un magnetismo que hace que las historias vayan hacia vos. Hice notas que me conmovieron a mí, porque si no haces notas que te conmuevan, si no te ponés nervioso con lo que hacés, ¿qué pasa? […]
-Eso que en los 80 generó escuela y fue revulsivo hoy fue incorporado, digerido.
-Es que ahora no hay revistas, el secuestro de las intensiones trasgresoras hecho por profesionales es verdaderamente criminal. Pero caen en una trampa: pueden ir a Villa Soldati, filmar a los que toman paco y desde el mundo mirarlos. Pero también podés ir y estar con ellos y mirar desde el paco el mundo. Yo cuando fui les compré paco a todos y es tan triste, especialmente en Soldati. Porque no salen nunca, la droga te aquerencia, te fija, te para.
Pero periodistas hay, lo que no hay es medios que los muestren. […]
-¿Harías de nuevo una revista igual a la Cerdos & peces? ¿Que revista te gustaría sacar?
-Una revista que hable de todo lo que haya surgido desde el año dos mil para adelante. Hacer esa revista en un país como el nuestro que es un país de fantasmas, necrófilo, que le gusta la muerte. Que convierte a los muertos en ídolos de barro, en santos: Mercedes Sosa, Jorge Luis Borges, Sábato, Sandro ¡¡Son todos santos!! Y lo más interesante de las personas es su parte oscura, la parte gris, la parte negra; La negra Sosa era una mierda, egoísta, miserable, muy poco generosa. Pero acá hay un culto estúpido a la muerte… bueno el fascismo es así; no es como en México, me encanta la mirada de México sobre la muerte. […]
-Antes decías que no querías cambiar el mundo, que no lo hacías para eso, pero el tipo de periodismo que hacés busca poner en un lugar jodido al poder instituido.
-En algún momento hicimos una marcha contra el Papa que salió por todo el mundo, yo le pegué un piedrazo en la cabeza a un policía (que fue la única vez que pegué yo y no me pegaron los canas). Pero nunca lo valoré, no se qué me pasó, yo soy un anarquista individualista, una mierda, bah. Lo mejor que puede ser uno en la vida es ser enfermero, héroe es quien salva una vida, no quien la quita. Héroe era Hemingway en la guerra, en “Adiós a las armas” era un enfermero, conductor de ambulancias, salvar el perro de alguien, darle 200 pesos a un mendigo. Como decía Erich Fromm “el único enemigo del amor es la búsqueda de seguridad” y en una sociedad como esta que está pidiendo seguridad, que le está declarando la guerra al amor nos van a matar por un par de zapatillas y va a estar bien. A mí me han robado, a punta de pistola, mis zapatillas y el tipo tenía razón porque yo tenía zapatillas y el no. […]
-Si uno lee y te escucha termina pensando “este mundo es una mierda, está mal armado”.
-No, pará, pará, no seas tan bruto. Yo odio la vida, la ODIO a la vida. La existencia es maravillosa. Pero como digo en una canción “el primer pez, cuando tuvo hambre se convirtió en asesino” el hecho de tener que comer te convierte en una mierda. Además cuál es la definición de un miserable que da Nietzsche, tres conceptos. Un hedonista, quiere placer. Atesorativo, quiere acumular los mecanismos que le dan placer. Depredador, se los roba a los demás. Y eso es lo que somos todos, por eso existen los celos y la envidia que como dijo Freud son las dos grandes enfermedades de la vida: el que tiene algo se lo quiere comer él y no quiere que se lo coja nadie y el otro que no puede coger bien se lo quiere comer. Nosotros somos un mamífero depredador sin destino. Nos comemos todo, nos comeríamos la tierra si pudiéramos.
-Y que es lo que nos tiene que salvar del holocausto. Así planteado el exterminio sería una bendición.
-Los cachorros. Yo amo a los niños. Las últimas películas que fui a ver fueron los Muppets, Alvin y las ardillas… En Bariloche llevo a todos los niños de un barrio y pago las entradas como un boludo.
No creo en el bien, es más, he alargado las dos palabras, el bien y el mal. El bien se convierte en bienes, los que tienen los bienes. El bien-estar y el mal-estar. Es al revés, no es ser bueno o malo, sino cuán generoso sos. Y generoso viene de género, de gen, de los genes; en el tejido del cuerpo humano ¿por qué existe el cáncer? Porque hay una célula que es traicionera, traiciona a las demás porque ha sido engañada, a sido desamada.
Yo creo en la venganza, no en la justicia: una vez entrevisté a Ronald Biggs, el asaltante del tren correo. Estaba con un porro enorme en un bar y me dice: “si alguien mata a mi perro yo le mato al hijo, si matan a mi hijo yo le mato a la familia, y si matan a mi familia yo mato a todo el barrio porque no es ojo por ojo… es más”. Yo creo en la venganza, no creo en la justicia, no me parece que haya que pedirle a un señor… no me parece que la cárcel sea justa, me parece un castigo. Como dice Dostoievski: “es peor que la del asesino, porque el asesino mató impulsado por un sentimiento, en cambio la pena o el encierro lo castiga al hombre en nombre de una cosa fría, que es la justicia.”
Y sobre todo creo en los asaltantes, no es la reacción que uno tendría, pero los comprendo. No comprendo a los intelectuales ni a los burgueses afortunados que pueden estudiar, como nosotros. Nos agarramos a las fisuras del sistema para sobrevivir. Pero la única medida que tenemos es el cómo sobrevivimos.
-Para decirlo simple: ¿por qué le creemos más al que tildan de marginal que al que tiene las cuatro comidas?
-Hay que diferenciar entre marginados y marginales. Marginal es el que elige: comparar a Rimbaud con un chico de la calle es un disparate. A mí me dan tristeza los chicos de la calle. Yo vivía a la vuelta de Cromagnón, cuando llegó el invierno llegaron los nuevos pobres a la plaza once, ¡familias enteras! Vos veías las caras de las mujeres que habían tenido una choza antes y ahora sólo un colchón que iban a ser putas dentro de poco y lo sabían. ¿Y a quién odiás? No sirven para nada las palabras, hay que volver a Artaud: “el único camino son las bombas”. Hay que matarlos, hay que poner francotiradores, hay que empezar a matar blancos, matar a todos los rockeros. ¿Quien está ayudando a alguien? Leon Gieco, o Darín o quien sea, no están haciendo nada, están haciendo su pequeño VIP de autocomplacencia, hay un narcisismo de creer que están haciendo algo por alguien. Y sobre todo lo que viene del patriotismo: país es una noción geográfica delimitada, nación es una noción política, patria como dijo Raul Ruiz, el director de cine chileno, es un invento del fascismo, no existe la patria: un tipo que no es capaz de matar al perro del vecino tira una bomba y mata a cien desconocidos ¿Qué locura es esa?
-¿Y en que momento sos optimista?
-Muy pocas veces, con respecto al país y su destino, muy pocas veces. Con respecto a mis empresas me quedo sorprendido con los resultados porque nunca soy optimista. El optimismo es una esperanza de la burguesía, de la clase media.