Por Federico Larsen. Diálogo con Guillermo Berganza, de ATTAC, ante la inminente implementación de la Tasa Tobin a la especulación financiera en Europa. Cómo una reivindicación popular ‘se convirtió’ en herramienta neoliberal anticrisis.
Tras una reunión entre Angela Merkel y Nikolas Sarkozy, perfilados ya como líderes indiscutidos de la Unión Europa, los mandatarios de Francia y Alemania anunciaron que a partir de este año entrará en funciones el impuesto sobre la especulación financiera. En un contexto de crisis generalizada, los liberales gobiernos europeos implementarían una de las medidas más apoyadas por la izquierda del viejo continente, centro de un debate constante desde los años 90. Sin embargo, como ya han demostrado los gobiernos neoliberales en todo el mundo, el precepto redistributivo y solidario que enmarca esta iniciativa, no parece estar en la agenda de las grandes potencias.
La resignificación de un precepto neoliberal
“La Tasa Tobin nace en 1972, a propuesta del economista James Tobin, profesor americano de la Universidad de Yale, de EEUU, quien propone la aplicación de una tasa sobre la especulación financiera, con la idea de ‘echar un grano de arena’ en el sistema financiero internacional para desalentar las especulaciones, que ya en ese entonces empezaban a amenazar la estabilidad del sistema. Claramente la Tasa surge como una medida tendiente a sostener el sistema financiero internacional, limitando sus “excesos”. Fue recién en diciembre de 1997, en plena crisis asiática, cuando Ignacio Ramonet en su artículo Desarmar los Mercados, publicado en el Le Monde Diplomatique, propone la creación de una tasa (Tasa Tobin) que grave las transacciones sobre los mercados de cambios para estabilizarlos y, al mismo tiempo, procurar ingresos a la comunidad internacional con la finalidad de erradicar la pobreza extrema mundial”, explicó a Marcha Guillermo Berganza, de Acción por una Tasa Tobin de ayuda a los ciudadanos (ATTAC), organización promovida por el mismo Ramonet, que desde 1998 funciona como grupo de presión para la implementación de la Tobin Tax.
“La Tasa Tobin nace entonces en manos neoliberales y recién a partir de 1997 el movimiento popular la resignifica, transformándola en una herramienta que combate al sistema financiero, atacando uno de sus pilares, la libre circulación de capitales, a la vez que plantea la utilización de lo recaudado para combatir la pobreza extrema”.
El objetivo del anuncio hecho por Merkel y Sarkozy a principios de esta semana, y apoyado abiertamente por el FMI, sería entonces “limitar en alguna medida los ‘excesos’ de un sistema financiero internacional en crisis”.
Según los defensores de la Tasa Tobin, sin embargo, la implementación de esta medida no puede constituir por sí misma una solución a la desigualdad social. “La crisis no es sólo financiera o económica, es integral, producto de la naturaleza del capitalismo, de la forma en que produce y distribuye, y del consumismo irracional en que se basa. Por eso, las políticas anticrisis deben ser integrales y con una lógica anticapitalista”, explicó Berganza. “Hoy vivimos una crisis civilizatoria que exige respuestas urgentes, integrales y radicales, que nos permitan avanzar en la construcción de un sistema productivo anticapitalista, que priorice la satisfacción de las necesidades humanas básica, en armonía con el medio ambiente. En este contexto, la Tasa Tobin sólo puede tener un sentido “progresista” en tanto se aplique en el marco de la creación de un nuevo orden social, que no responda a la lógica excluyente del capital”.
La situación Latinoamericana
“Cuando surgió la propuesta popular de la Tasa Tobin, estábamos muy lejos de creer en los cambios que vinieron luego, como el surgimiento de la Revolución Bolivariana en Venezuela, la crisis argentina de 2001 y la llegada de gobiernos de izquierda como los de Ecuador y Bolivia, por citar algunos. En esta última década, el panorama latinoamericano cambió radicalmente. De una actitud defensiva, marcada por el No al neoliberalismo, pasamos a incorporar propuestas por el Sí, propuestas de creación de un nuevo orden social, político y económico, opuestos al capitalismo”, aseguró Berganza.
Además, afirmó que “necesitamos nuevas instituciones financieras que nos protejan de los efectos de la crisis, que disminuyan nuestra dependencia crónica al dólar y que redireccionen nuestros recursos financieros hacia proyectos de desarrollo que respondan a nuestras necesidades regionales y populares, en armonía con la naturaleza”. Mencionó al Banco del Sur, la moneda de intercambio SUCRE y el ALBA, como “los primeros pasos en la construcción de una nueva arquitectura financiera regional y es imprescindible consolidarlos, profundizarlos y ampliarlos a toda la región, lo que sólo será posible con participación y control popular”.
“Paralelamente, la institucionalidad neoliberal debe ser desarmada. Nuestros países tienen que retirarse del CIADI (Centro Internacional de Resolución de controversias relativas a Inversiones), cuyas decisiones son siempre fundadas en tratados de protección de inversiones, verdaderos estatutos neocoloniales que perforan nuestra soberanía y nuestros recursos. Debemos lograr la anulación de las deudas públicas ilegítimas e ilegales que pesan sobre nuestros Estados. No habrá soberanía mientras la deuda siga siendo el instrumento privilegiado del capital trasnacional para drenar nuestras riquezas hacia sus países de origen y para imponernos su agenda liberalizadora”, concluyó.