Por Ezequiel Ganem. Lejos de ser una fatalidad, como algunos pretenden instalar, el accidente mortal de Guido Falaschi se produjo a raíz de una serie de falencias, técnicas y humanas, que se conjugaron en el Autódromo de Balcarce.
“Son rachas… Soy un convencido de que estos accidentes son producto de la mala fortuna”. Rodolfo Balinotti, el médico oficial de la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) y uno de los responsables del Autódromo de Balcarce, ofreció esta particular respuesta cuando le preguntaron por el accidente que se produjo durante la Final que el TC disputó en el “Juan Manuel Fangio” y que le costó la vida a Guido Falaschi (22 años). Es a partir de este tipo de pensamientos que se puede empezar a comprender por qué la tragedia cada tanto visita al automovilismo argentino, especialmente al TC, que suma 123 muertos en accidentes entre pilotos (71) y acompañantes (52), contando aquellos que perecieron probando autos en la ruta.
Lo que provocó la muerte de este santafesino de Las Parejas que estaba llamado a ser una de las grandes figuras del automovilismo nacional (este año había ganado en las tres categorías en las que competía, un privilegio que comparte con Agustín Canapino, otro piloto que protagonizó un fuerte accidente en Balcarce, aunque sin ninguna consecuencia física) fue la fractura de la base del cráneo. Según Balinotti, esto pudo deberse a que tenía el casco “un poquito flojo, como si se hubiese empezado a salir y tal vez el impacto con el borde del casco es lo que le produjo la fractura de cráneo”. Habrá que confirmar si efectivamente fue así e investigar por qué el casco estaba flojo.
Más allá de eso, la mecánica que tuvo el accidente permite ver claramente que hubo varios factores que se conjugaron para que se precipite la tragedia. Varios pilotos señalaron las distintas falencias. A saber: a) las medidas de seguridad de Balcarce nunca fueron las óptimas pero este año el reasfaltado de la pista, que aumentó mucho la velocidad de los autos (de 158 a 165 km/h para la vuelta), las dejó más en evidencia aún; b) el accidente pudo evitarse si salía el auto de seguridad por el choque que Emanuel Moriatis había protagonizado en la chicana, un sector que los 38 autos de TC que para ese entonces había en la pista iban a transitar peligrosamente apenas unos segundos después de pasar por donde finalmente perdió la vida Falaschi; c) los neumáticos que hacen las veces de barreras de contención no estaban abulonados ni enzunchados y algunos de ellos eran gomas de camiones, contrariamente a lo que dispone la FIA (la FIFA del automovilismo); d) esto no sólo hizo que el coche de Falaschi volviese a la pista tras chocar contra las cubiertas (en vez de amortiguar el impacto, como debió suceder) sino que desparramó los neumáticos en la pista, con el consiguiente peligro que esto representa; e) la tierra que había en las banquinas jugó un rol negativamente decisivo, ya que no sólo derivó en una nube de polvo a raíz de los despistes de Larrauri y Falaschi, lo que impidió la visión a los pilotos en un sector que se transita a unos 180 km/h, sino que complicó la maniobrabilidad de los autos sobre la pista, como le sucedió a Ortelli (el primero en chocar a Falaschi); f) la imprudencia de muchos pilotos también influyó, pues hubo varios que pese al accidente y la nula visibilidad, pasaron por ese sector a altas velocidades, cuando lo aconsejable es frenar.
Hay un factor que ningún piloto mencionó pero es tan importante como los citados: la decisión política del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y la Municipalidad de Balcarce de reestrenar el autódromo sí o sí este año, con la excusa de la conmemoración de los 100 años del nacimiento de Juan Manuel Fangio y los beneficios turístico-económicos que genera una carrera de TC. La ACTC, que había programado la carrera para septiembre pero debió cancelarla porque las obras no estaban concluidas, cedió a la insistencia de Daniel Scioli y habilitó un circuito que, como se vio, no estaba en condiciones de brindar las medidas de seguridad necesarias. La vieja historia de la subordinación del deporte a los intereses económicos y políticos.
Es cierto que la seguridad de los autos mejoró mucho desde la anterior muerte (Guillermo Castellanos en 2007) que padeció el TC. Pero siempre se puede mejorar. De eso se trata la seguridad: de nunca creer que está todo hecho. Es cierto que un golpe lateral como el que sufrió Falaschi también pudo darse en ausencia de todos los factores enumerados en el párrafo anterior. Pero no fue el caso. Esas falencias existieron y deben capitalizarse en beneficio de los pilotos, que son los que arriesgan la vida, y del público y auxiliares de pista, quienes también están expuestos, aunque en menor medida. Para ello será crucial un cambio de mentalidad y procedimiento en dirigentes y corredores. Los primeros tienen que entender que las medidas de seguridad deben contemplar el error del piloto y evitar caer en el facilismo de calificar este tipo de accidentes como fatalidades. Y los segundos, que dicen ser conscientes del peligro que implica la práctica del automovilismo, deben tomar conciencia de que ellos son parte del problema, y por ende, de la solución.