Por Hernán Apaza y Nadia Fink, desde Santa Fe. El Centro Cultural El Birri y los coordinadores cesanteados de los centros culturales gestionados por la provincia: diferentes conflictos que echan luz sobre proyectos antagónicos de desarrollar políticas culturales.
Por la autonomía, contra el desalojo: El Birri
El pasado jueves 21 ala s 10 de la mañana se realizó una concentración en Plaza del Soldado, convocada por la Multisectorialen Apoyo al Centro Cultural El Birri, para marchar al Municipio. Payasos, malabaristas, tambores y murgas encabezaron la movilización llevando el carnaval a las puertas del edificio municipal. Al llegar, un grupo de manifestantes ingresó para dejar un petitorio al Poder Ejecutivo Municipal: la renuncia de los tres funcionarios responsables del intento de desalojo del Centro Cultural (Sebastián Montenotte, Julio Sosa y Sergio Trevisani) como condición mínima para el restablecimiento de un diálogo que conduzca a la solución del conflicto. Más allá de trascendidos y publicaciones periodísticas,la Multisectorial desmintió la realización de una reunión con autoridades municipales.
La convocatoria fue una demostración de fuerzas que obligó al propio intendente Corral a declarar que se encontraba abierto al diálogo, aunque sin dar respuesta concreta a la nota presentada. Sin espera, la “Comisión de legales” del Centro Cultural continúa abocada a elaborar la estrategia jurídica a seguir: la denuncia presentada contra el propio intendente por usurpación, abuso de autoridad y daño calificado a monumento histórico. La denuncia produjo la automática reacción municipal, que decretó la “finalización del diálogo” que nunca fue tal.
Mientras tanto, en El Birri, a pocos días de realizarse los tradicionales carnavales, vestuarios, instrumentos y ensayos a contrarreloj hacen latir su sede, avocados para participar junto a 15 comparsas del cordón oeste, de los barrios populares de la ciudad.
En ese contexto Marcha entrevistó al psiquiatra y psicoanalista Alfredo Grande. Su larga experiencia en trabajos sobre la violencia y su acercamiento a espacios culturales de todo el país lo llevaron a solidarizarse inmediatamente con el Centro Cultural el Birrri cuando fue desalojado de forma violenta el 14 de febrero pasado.
–¿Cómo juega en estos casos la construcción de tipos de violencias y de sensación de inseguridad por parte de medios y gobernantes?
-Plantear que la violencia es el mal absoluto es otro triunfo de la cultura represora. Lo que se construye día a día, desde el hambre, las necesidades básicas no satisfechas, la explosión de las drogas duras, etc., no es violencia: es crueldad. O sea: pulsión de muerte sin la contrapartida necesaria de la pulsión de vida. El Estado sólo se opone a la violencia para monopolizarla, y eso lo dijo Freud. El Estado es un cultivo de crueldad. Que en las clases sometidas termina siendo todos los tiros por la culata. Algunos llaman a esto “pobres contra pobres”, cuando en realidad es pobres contra excluidos.
–Focalizando en la situación de la provincia de Santa Fe, en la que el narcotráfico gana apoyándose en la marginalidad y la escasez de posibilidades, ¿cuál sigue siendo trabajo para construir un nuevo tipo de niñez y de juventud?
-El trabajo es la construcción permanente de colectivos solidarios. Por cada uno que caiga, deberán levantarse por lo menos dos. Los Estados son copartícipes necesarios de los crímenes del hambre, de la democracia, de la paz. Decreta la pena de muerte, más o menos anunciada, y luego ejércitos de zombies que no tienen nada que perder, porque ni vida tienen, asesinan no por naturaleza, pero si por el mandato fundante de la cultura represora: exterminar. La cuestión es: ¿ser o no ser para el exterminio? El Birri tiene una respuesta que los poderes de turno, lamentablemente siempre de tiempo completo, temen. Por eso me solidarizo con las y los compañeros del Birri.
Por el derecho a trabajar: coordinadores del Molino y La Redonda
Desde el año 2010, el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe puso en funcionamiento una serie de espacios culturales en edificios emblemáticos de la ciudad, “recuperados” a través de una importante inversión económica. La propuesta político cultural debe mucho a la impronta de la propia ministra: María de los Ángeles “Chiqui” González. En el marco del proyecto cultural, se incorporó una importante cantidad de trabajadoras y trabajadores cuyo perfil profesional variado, se correspondía a diferentes actividades culturales: artes plásticas, fotografía, circo, música. Con estos saberes, fueron incorporados para desempeñarse como coordinadores de las diferentes actividades realizadas en estos predios culturales.
El conflicto se desató en diciembre de 2012, cuando los trabajadores recibieron una notificación informal -luego ratificada- en la que el Gobierno prescindía de sus servicios. Lo cierto es que la relación laboral con el Estado provincial fue cambiando de naturaleza. En un primer momento, tal como lo denuncian alrededor de cincuenta trabajadores cesanteados, se les había prometido estabilidad laboral e incluso gozaron durante un período de sus derechos laborales básicos: obra social, vacaciones y aportes jubilatorios.
Pero el discurso gubernamental cambió de un tiempo a esta parte: en el año 2012 comunicaron a los trabajadores que sus actividades eran en realidad parte de un proceso de formación y que, como tal, era un ciclo que contaba con fecha de finalización, debiendo dar paso a nuevos coordinadores para ocupar sus puestos de trabajo. Consultado al respecto, el subsecretario de Planificación y Diseño Institucional Federico Crisalle, ratificó las decisiones tomadas por el Ministerio, aseverando que quienes se desempeñaban en los espacios culturales lo hacían bajo un “vínculo contractual a término” (una figura que permite la precarización laboral por parte del Estado) y que todos habían sido notificados de ello con más de un año de antelación. A su tiempo, ratificó la propuesta presentada por la propia Ministra ante los trabajadores que hoy en día están organizados por la recuperación de sus puestos de trabajo: confeccionar, con la participación de ATE Santa Fe, un “escalafonamiento ad hoc”, de modo tal que quienes en él se encuentren puedan acceder a puestos de trabajo cuando se produzcan vacantes que requieran ser cubiertas con trabajadores que cuenten con el perfil propio de los hasta hace no mucho tiempo coordinadores.
Los trabajadores rechazan esta propuesta y han incrementado su presión: de pedido de reuniones a las autoridades han pasado a ocupar el espacio público para que se conozca su reclamo. El último domingo 24, llevaron su protesta a uno de sus lugares de trabajo, el Molino Marconetti. Allí reclamaron airadamente por su reincorporación y por estabilidad laboral. Los “chicos” -tal y como suelen mencionarlos las autoridades- demostraron que no están jugando. Apoyados por gremios y organizaciones políticas y sociales, esperan una nueva convocatoria con una propuesta que contemple una solución efectiva a sus reclamos.
El carnaval promete quedarse. La tradicional inversión de las normas y status sociales esta vez quiere ser más ambiciosa: poner en cuestión qué políticas culturales merece el pueblo santafesino y de qué manera implementarlas. En el centro de la escena, los trabajadores de la cultura unen sus voces para hacerse escuchar.