Por Neirlay Andrade*, desde Caracas. La construcción de una dirección colectiva, el fortalecimiento del poder popular y la urgente trasformación de la base económica son los desafíos urgentes de una agenda que determinará la marcha hacia el socialismo.
A un año del fallecimiento del Comandante Hugo Chávez, la profundización del proceso de liberación nacional en su perspectiva socialista es el norte de las fuerzas vivas que trabajan por una definitiva ruptura con el orden económico, político y social impuesto por la lógica del capital.
Un Frente Amplio Nacional Patriótico
En 2011, el Comandante Chávez oficializa la creación del Gran Polo Patriótico (GPP), una instancia que -de acuerdo a los lineamientos estratégicos del partido de gobierno- trataba de ser una “audaz política de repolitización” de las fuerzas que acompañaban el proceso de cambio en el país.
Conceptualmente, el GPP congregaría a los patriotas en la defensa de la independencia y la soberanía; en la práctica se convirtió en un frente electoral. Con el fallecimiento de Chávez y la inexistencia de una dirección colectiva que garantice la continuidad del proyecto de liberación nacional, la necesidad de que el GPP se convierta en esa figura de articulación, coordinación y orientación de la política unitaria de lucha entre los partidos y el movimiento popular cobra un carácter de urgente.
En un primer momento, Nicolás Maduro dio muestras de comprender esto y, a solo cinco días de la muerte de Chávez, se reúne con el Partido Comunista de Venezuela. Luego, en mayo de ese mismo año cita a representantes de los partidos políticos en Miraflores. Allí, el presidente propuso un mecanismo de intercambio entre las organizaciones.
En febrero de este año, el primer mandatario asomó la idea de fragmentar el GPP con la salida de los partidos políticos. Esta tentativa de división fortalece el falso antagonismo entre los intereses de las organizaciones partidistas y el movimiento popular.
La urgencia de un Frente Amplio Nacional Patriótico se mantiene; pero además es imprescindible que opere con un programa mínimo cuyo objetivo central sea el avance en la construcción de un Estado democrático, popular y revolucionario.
Poder Popular para derrocar al Estado burgués
Sin duda, la construcción de una alianza que apueste por un horizonte socialista amerita el fortalecimiento de un poder cuya tarea primordial sea el derrocamiento del Estado burgués y ese poder no es otro que el Poder Popular. Un Estado socialista ha de ser la realización plena del Poder Popular y esto no ocurrirá mientras subsistan relaciones de subordinación entre las experiencias de organización de base y la institucionalidad burguesa.
En este punto resuenan las palabras del 20 de octubre de 2012, recogidas bajo el título “Golpe de Timón”. Allí, el Comandante Chávez le dijo al actual mandatario: “Nicolás, te encomiendo esto como te encomendaría mi vida: las comunas, el Estado social de derecho y de justicia”.
No se trata entonces de trasferencia de recursos, ni de subsidios: se trata de transferencia de poder al pueblo; se trata de una lucha descarnada contra la lógica rentista; se trata, en resumidas cuentas, de que el papel del Consejo Comunal o del Consejos de trabajadores no sea de mero acompañamiento a las políticas estatales: se trata de desmontar el viejo Estado burgués.
La transformación de la base económica
Fue también en octubre de 2012 cuando Chávez advirtió: “No debemos seguir inaugurando fábricas que sean como una isla, rodeadas del mar del capitalismo, porque se lo traga el mar”. La autocrítica no estaba de más: cinco años después de declarar que el proyecto bolivariano sería orientado hacia el socialismo, Chávez recordó que esto no consistía en un decreto más.
“La base económica de un país capitalista no es democrática, es antidemocrática, es excluyente y de allí la generación de riqueza (…) para una minoría, una élite, la gran burguesía, los grandes monopolios, y de allí también la generación de la pobreza y la miseria para las grandes mayorías”, declaró el líder venezolano.
Una nueva política económica que ponga punto final a la falta de planificación centralizada y al despilfarro del erario público sigue siendo la titánica tarea de esta fase de la Revolución Bolivariana.
El Estado venezolano debe asumir el control del comercio exterior; frenar el desangramiento de divisas a través de una central única de importaciones; liquidar a la burguesía parasitaria y centrar los esfuerzos en la activación del aparato productivo.
Un punto de honor es la eliminación del Impuesto al Valor Agregado (IVA). Una reforma tributaria acorde con la vocación popular de este gobierno ha de pechar a la banca y al sector financiero (en el que predominan capitales privados) y evitar que 31% del presupuesto anual del Estado provenga de un gravamen regresivo que afecta esencialmente a los trabajadores.
* Periodista venezolana
+ Entra acá a ver la fotogalería de Vero Canino Vazquez.