Por Carina López Monja. Demian Konfino es el autor de una novela sobre la Villa 31 que refleja la lucha de un barrio. A días de una nueva movilización de los vecinos del Barrio Mugica, que buscan hacer realidad el sueño de la urbanización, Marcha entrevistó a Konfino, quien habló de la identidad villera y de los valores invisibilizados.
“Villa 31, historias de un amor invisible” es el segundo libro de Demian Konfino y relata, entre otras cosas, la pelea de miles de vecinos para lograr mejorar las condiciones de su barrio. Aunque con personajes ficticios, la historia detalla escenas absolutamente reales. El lector puede imaginarse a doña Juana, una mujer jujeña que se muda a Buenos Aires porque la privatización del ferrocarril dejó a su marido sin trabajo, la puede ver en el Comedor Pueblos Originarios todos los días dándole de comer a cientos de niños de la 31. La puede imaginar preocupada por su hijo adolescente y también puede adivinar la soledad después de la muerte de su marido.
Allí en el comedor, Juana conocerá y comenzará a vivir ese “amor invisible”. Marcos, un ex guerrillero peruano del MRTA llega a la 31 con su hijo, sin trabajo, papeles ni sueños. Junto a Juana, iniciarán un camino de organización y lucha por la urbanización del barrio. El libro fue publicado por la Editorial Punto de Encuentro pocas semanas atrás. Su autor se reúne con nosotros en un bar del centro porteño. Demian Konfino milita hace seis años en la Villa 31 en la Agrupación Los Invisibles. Abogado, escritor, militante social y entusiasta activista contra las desigualdades sociales, Konfino publicó su primer libro tras un viaje por América Latina con sus hermanos. Desde entonces empezó a gestarse ésta, su segunda obra, el libro de un barrio obrero conocido como Villa 31.
-¿Cómo surgió la idea de escribir esta historia?
-Desde el 2006, cuando empecé a militar en la Villa, yo hacía la asesoría jurídica gratuita de la Agrupación Los Invisibles y fui recolectando imágenes, frases, acciones. Con todo eso fui armando el rompecabezas de los personajes que protagonizan esta historia. No podría haberla armado si no conociera la Villa 31, la militancia me permitió escribir lo que escribo y la búsqueda fue hacer una novela que refleje lo más posible un contexto y una historia.
-¿Por qué un amor invisible?
-Porque existe, pero muchas veces no se ve. Aparece invisibilizado. En general en los medios cuando se habla de una villa o de los villeros, aparece un estereotipo del villero violento o la imagen de la villa como aguantadero. Eso existe desde un lugar residual, hay un montón de cosas que te quedás admirado y no se conocen. Por ejemplo, quien nunca piso una villa se imgina que a las once, doce de la noche están todos encerrados y otros con armas apuntando. Y no es así, vos vas a la Villa 31 y los pibes están jugando en la calle, salen a divertirse, sonríen. Yo quería mostrar otra cosa: por ejemplo, los gestos de solidaridad ante la muerte, cuando se empieza a hacer la vaquita para hacer el sepelio, trasladar los restos al país o la provincia de origen. Se junta la plata de hasta quien no tiene. O la solidaridad con el vecino, cuando se construyen las casas la gente de la misma comunidad se ayuda entre si. Los sabados y domingos son momentos de mucho movimiento y trabajo en las villas. Eso no hay programa de tele ni literatura que lo refleje.
-¿Cómo se refleja la identidad villera?
-En general se asocia la identidad villera con la cultura del pibe chorro, con la cuestión simbólica de la visera, las llantas, la cumbia. Y eso es parte de la identidad, está incluido pero no es eso sólo. La identidad villera está llena de colores. Y tiene que ver con fiestas patronales de toda la patria grande, con los olorcitos de cada comida y país, con la música de cada lugar, es una Sudamérica chica y popular que expresa una multiplicidad de culturas. No puede quedar cerrada a la cumbia villera o violencia. El propósito del libro es mostrar esas otras cosas, muchas de lo mejor que tiene el hombre, que es luchar por ser mejores. La villa se expresa en el picadito, en los asados, en los centros comerciales. Algunos vienen y se sorprenden de ver negocios, y claro, es un barrio como cualquier otro. También hay droga, hay embarazos no deseados, hay pobreza. Pero es un porcentaje menos en la cantidad de vecinos y termina siendo una estigmatización. Acá quisimos mostrar que en la villa, hay amor, nobleza, vecinos que se comprometen con el de al lado. El eje de la novela es la urbanización. Eso también es villa. Vecinos que se comprometen hasta la médula, que no les importa ser procesados, que luchan por sus vecinos por un barrio mejor.
-¿Recordás alguna anécdota real que te marcó y la usaste en el libro?
-Sí, muchas, una en particular. La Ley de urbanización salió en el 2009. Un tiempo antes hicimos un cine debate en la Villa con una película del padre Mugica. Al terminar empezó el debate con los vecinos. Yo no tenía grandes expectativas y quedé sorprendido. El nivel político de la discusión fue impresionante. En esa charla, un vecino dijo: “A Mugica lo mató el sistema. Lo podemos llamar neoliberalismo, capitalismo, pero Mugica es una víctima del sistema”. Fue impresionante. Y yo esa frase la guardé en mi memoria, pensado “esto tiene que conocerse”. Hoy aparece en el libro.
-La villa 31 es la primera en lograr su propia ley de urbanización, ¿cómo viven esto los vecinos?
-Hay un orgullo muy propio y los vecinos son conscientes de lo que han logrado. La Villa 31 es un emblema histórico. Yo a veces trazo una analogía con Argentina. Nace con las últimas corrientes migratorias europeas porque estaba cerca del puerto. Después con la migración del campo a la ciudad, la lucha por la liberación, la Villa tiene más de 20 muertos en la última dictadura, entre quienes fueron allí a militar y los propios villeros, Rodolfo Walsh, Lucía Cullen, Carlos Gustavo Cortiñas, el hijo de Norita, el Negrito Martínez, el Galleta Alfaro, Carlos Mugica. Luego, con el auge neoconservador aparece de nuevo el fantasma de la erradicación de la villa y vuelven a resistir, reflejo de lucha, de acumulación y de historia de resistencia y de avance.
-¿Cómo se logró la urbanización?
-Lograron dejar algunas mezquindades afuera, lograron construir el reclamo de forma conjunta, entre todo el barrio. La ley de urbanización salió por unanimidad. Eso fue un logro inmenso. Es cierto que se alinearon los planetas. Pero bueno, si no hubiera habido lucha no se hubieran alineado los astros. Los vecinos siempre lo recuerdan, la ley se logró después de mucha lucha, con un corte en donde muchos vecinos fueron procesados. Ahora se suma la pelea porque se incorpore un sector grande, una toma de 2010 de 800 viviendas consolidadas de material que no están incluidas en el polígono de la villa y que históricamente son de la villa, son casi 3 mil personas, y sería pernicioso dejarlos afuera.
–¿Cuál es la situación hoy?
-Hoy estamos luchando para que se reglamente la ley de urbanización. Hay un dictamen de la diputada Rocío Sánchez Andía, presentado con el apoyo de la mesa de urbanización y con aval de todos los partidos de oposición al PRO. Estaría para salir, pero el macrismo no se presta a votar a favor. La idea es seguir peleando y luchando, con una movilización esta semana para que nos dejen de ignorar. Si llegamos a fin de año y no se aprueba, cae el dictamen y hay que empezamos de nuevo. Los vecinos darán pelea. La urbanización es un derecho de los vecinos de la Villa 31.